Entrevista con el filósofo neerlandés, autor de “El arte de convertirse en humano” (Arcadia)
Rob Riemen (Países Bajos, 1962) es ensayista y fundador y presidente del Nexus Instituut, una institución independiente neerlandesa creada en 1994, con el objetivo de fomentar el debate filosófico en el ámbito europeo. Hace cinco años, Riemen se hizo un nombre diciendo que el fantasma del fascismo estaba volviendo a recorrer Europa. En pleno auge de Donald Trump , sus ideas fueron tachadas de visionarias por algunos, y de exageradas por otros. Riemen sigue preocupado por estos temas y, si en “Para combatir esta época Dos consideraciones urgentes sobre el fascismo” (Arcadia), hizo un diagnóstico, en El arte de convertirse en humano (Arcadia), reivindica el humanismo clásico como el único antídoto para combatir a las fuerzas reaccionarias.
-¿Aún cree que estamos viviendo un retorno del fascismo?
-Desgraciadamente, tenía razón. En 2018 ‘The New York Times’ me encargó dos artículos y después se negaron a publicarlos. Dijeron que iba contra su modelo de negocio. Yo no estaba diciendo que Trump fuera Hitler, sino que era fascista, y todo el mundo me decía que no, porque no era violento. Pero, cuando está en el lenguaje, acaba saliendo. Y llegó el día de los atentados del Capitolio. Ahora vemos a Hungría y vemos a Polonia. No puedo creer que la gente no vea que estamos viviendo un retorno del fascismo.
-El día de los atentados del capitolio Trump no quiso llamar a una revolución hasta el final y dijo a sus seguidores que él se desmarcaba y que volvieran a casa.
-La historia de Trump no ha terminado. Trump ha colocado a los suyos en posiciones de poder en todo el sistema. Veremos qué ocurre en las siguientes elecciones. Yo digo que el fascismo está volviendo y puede ocurrir cualquier cosa, incluso una nueva Guerra Civil.
-¿Y cómo lo ve en Europa?
-Mi primer libro intentaba analizar el retorno del fascismo, explicar por qué estaba volviendo. El libro que presento ahora ofrece el antídoto, que son los valores y virtudes que debemos hacer nuestros para luchar por la democracia, especialmente entre las nuevas generaciones. La mentalidad fascista emerge en una democracia de masas: la gente deja de cultivar el espíritu, y entonces el miedo y la codicia se convierten en las únicas motivaciones. Esto es lo que está pasando. Estamos sufriendo la tribalización de la sociedad: las identidades se van haciendo cada vez menores, algo que vemos tanto en el auge del nacionalismo como en el movimiento ‘woke’. Para luchar contra la tribalización, es necesario redescubrir que hay valores universales. El núcleo de tu identidad no es lo que te diferencia de los demás, sino una capacidad compartida para vivir en verdad, de actuar justamente, de tener compasión, etcétera. Esto es el humanismo, y esto es la unidad del ser humano: sin esta unidad, hay guerra.
-La crítica que se suele hacer al humanismo es que estos valores no son realmente universales, sino una manera de disfrazar intereses de los poderosos, o de eurocentrismo.
-No compro ni por un segundo la idea de que el humanismo europeo es eurocéntrico. A los idiotas que dicen esto les recomendaría que leyeran ‘Origen y meta de la historia’, de Karl Jaspers. Jaspers habla de la era axial: el período comprendido entre el 800 aC y el 200 aC, una época marcada por el surgimiento de grandes sistemas filosóficos y religiosos: En Grecia estaban los filósofos, en China estaba Confucio, en Persia estaba Zoroastro, en India el hinduismo, en Oriente Próximo los profetas judíos, etcétera. Venían de tradiciones y lenguas distintas, pero todas tenían un sentido de la dignidad humana en común. La idea del humanismo es que nuestros valores no nos vienen dados por la tradición, sino por un cierto sentido de libertad que comporta la responsabilidad de descubrir por uno mismo cuál es el sentido de la propia vida. Creo que es una idea hermosa. La tiranía es fácil, la democracia de masas es fácil, pero una democracia real exige responsabilidad individual. Si tú llamas a todo esto eurocentrismo, yo lo llamo civilización, y te digo que está en todas las tradiciones culturales de la civilización. ¿Y cuál es tu jodida alternativa?
-Una de las ideas recurrentes de su libro es “La guerra como escuela”.
-Yo nunca he sufrido la guerra y rezo para que nunca me pase. Pero mi generación fue educada en el recuerdo de la guerra y crecimos con la idea de “nunca más”. Los jóvenes que crecen ahora lo hacen en la sociedad que nosotros hemos construido. Y ellos no han pedido las redes sociales, ni una educación universitaria estúpida como la que existe ahora, ni una clase política espantosa. Me hace pensar en ‘Barbie’, la película, que encuentro muy inteligente. Barbie comienza el tránsito de muñeca a ser humano cuando piensa en la muerte. Hay que entender que la vida te va a golpear con amores perdidos, con problemas de salud, perderás el trabajo. Es el sentido trágico de la vida, que decía Unamuno. Intentar escapar de esto y vivir en Barbieland es imposible.
-¿Qué propone como alternativa a esto que llama “sociedad kitsch”, al hedonismo vacío que tanto critica?
-Tarde o temprano todos debemos hacernos la pregunta sobre qué hace que nuestra vida tenga sentido. Es la pregunta de Barbie. Si no tiene tiempo de leer mi libro, vaya a ver a Barbie. Pero luego vaya a ver ‘Oppenheimer’, porque allí se explica cómo es el mundo real en el que vivimos, que es un mundo en el que hay bombas que pueden destruir el planeta entero en cualquier momento. Cuatro años antes de su muerte, Oppenheimer dio una conferencia donde hablaba del Sermón de la montaña, y discutía la idea de que, si eres buena persona, no debes preocuparte, porque Dios se encargará de todo. Oppenheimer dijo que no estaba de acuerdo con Jesús porque no puede confiarse en ningún Dios, ni en ningún líder político; es necesario asumir la responsabilidad individual. Es un discurso muy poderoso, que también hablaba de cómo la secularización nos ha hecho olvidar una enseñanza básica de las religiones, que es que el mal radical existe, que existe la posibilidad de que lo destruyamos todo. De esto va toda la frase de la película que se ha hecho viral estos días, que es una línea del Bhagavad Gita, “Me he convertido en la muerte, el destructor de mundos”. Oppenheimer nos dio la bomba, pero al final de su vida también nos dio esta advertencia.
-Este libro es una secuela del primero: ¿quiere decir esto que vamos por el pedregal?
-Kafka decía: “Hay esperanza de sobra, pero no para nosotros”. Yo creo que tenemos la obligación moral de no abandonar la esperanza. Estoy seguro de que haya algún futuro Émile Zola o Mijaíl Bulgákov escribiendo ahora mismo. George Orwell nos recordó que, cuando trascendemos el nivel de la supervivencia, los seres humanos podemos dedicarnos al cultivo del espíritu. Para mí, esto comienza con recordar. Empecemos por recordar qué cosas hacen que vivir valga la pena.
NÚVOL
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