Máirtín Ó Muilleoir
Cuentan la historia de un hombre al que la casa se le hundía en una inundación y por eso tuvo que refugiarse en las habitaciones de arriba. Cuando llegó un barco y se ofreció a llevarlo a un lugar seguro, el hombre se negó y dijo que había rezado por la salvación y que confiaba en que el Señor le ayudaría. Cuando las aguas subieron, tuvo que ir al tejado, donde un helicóptero le vio y le bajó una escalera de cuerda. Una vez más, despidió a los posibles salvadores con la seguridad de que el Señor le rescataría. Poco después, se ahogó y apareció ante San Pedro, a las puertas del cielo. “¿Cómo has muerto?”, le preguntó el guardián. “Me ahogué en una inundación”, respondió el fallecido. “A pesar de todas mis oraciones, Dios no vino a rescatarme”. Enfadado, San Pedro le respondió: “¿Venir a rescatarte? Nuestro Señor envió una lancha y un helicóptero para salvarte y rechazaste a ambos”.
Hoy ocurre igual con los unionistas del Norte de Irlanda. A pesar de las pruebas cada vez mayores de que su querida provincia hace aguas, insisten en que todo está bien y que la marea de una Irlanda unida puede contenerse. Pero mientras los unionistas se niegan a cambiar, a su alrededor la sociedad avanza y deja a los incondicionales sin nada a qué aferrarse, salvo las banderas rojas, blancas y azules y los desfiles Orange.
Dudo de que haya habido nunca ninguna agrupación política que adoptara unos colores tan vibrantes y, sin embargo, ofreciera un paisaje político tan monocromático y sombrío. Pero éste es el éxito del unionismo 100 años después de la creación del Norte de Irlanda. El partido DUP, el buque insignia del unionismo, se hunde bajo la línea de flotación. En 1997, los unionistas perdieron el control del Ayuntamiento de Belfast, el órgano electo más poderoso de la capital del Norte de Irlanda, cuando el primer representante de la comunidad católica se convirtió en alcalde, ¡tras una espera de 384 años! Después, el unionismo ha continuado retrocediendo en la ciudad, donde tan sólo 1 diputado de los 4 que acuden a Westminster es unionista. En 2017, los unionistas perdieron la mayoría en la Asamblea del Norte de Irlanda y ahora sólo tienen 40 escaños de los 90. En 2019, por primera vez desde que el Reino Unido entró en la Unión Europea, los unionistas vieron reducido el número de escaños en el Parlamento Europeo, pasando de tener 2 de 3 a tan sólo uno. Del mismo modo, en las elecciones de Westminster de 2019, los unionistas sólo ganaron una minoría de los 18 escaños en juego.
¿El unionismo puede esperar un resurgimiento a las elecciones a la Asamblea de hoy, 5 de mayo, coincidiendo con el aniversario de la muerte del huelguista de hambre Bobby Sands en 1981? Es difícil ver ninguna prueba de que hayan tomado medidas para invertir el curso de los acontecimientos, salvo que recen por la salvación. Y no es que el unionismo no haya tenido oportunidades de salvarse. Un compromiso durante los años amargos de dominio exclusivo de los unionistas, de 1972 a 2022, quizás habría acallado las demandas de unidad irlandesa. Y un enfoque más acogedor de la naturaleza cambiante de la sociedad también podría haber sido su gracia salvadora.
Pero no fue así. De todos los partidos del Norte, el DUP es el que más se opone a los nuevos inmigrantes. De hecho, su apoyo autodestructivo al Brexit ha convertido a todos los europeos del este que se instalaron en el Norte de Irlanda en sus adversarios. La denigración de la comunidad LGBT+ le ha dejado fuera de juego con la juventud progresista: Belfast es la tercera ciudad más joven de Europa, después de Dublín y Lyon, y el Pride Parade es un mayor desfile cada verano. Y el aborto sigue estando efectivamente prohibido en el Norte, debido, una vez más, a la incapacidad del unionismo de adaptarse a los tiempos. Por si todo esto no fuera suficiente para enviar el unionismo a un callejón sin salida, su apoyo a un Brexit duro le ha hecho perder la clase empresarial y ha enfurecido a los nacionalistas acomodados que ahora aceptan que una Irlanda unida es la única solución que puede ofrecer paz y prosperidad en un futuro compartido.
Mientras escribo, no tengo ninguna duda de que los unionistas rezan por una victoria de la política del pasado. Pero cuando los resultados lleguen, el viernes, es muy probable que Michelle O’Neill, del Sinn Féin, obtenga el mayor número de escaños y reclame el puesto de primera ministra: un hito importante, sin duda, en el camino hacia una Irlanda unida. Cuando se acabe el recuento, el unionismo maldecirá, por supuesto, a los dioses de arriba, pero uno se pregunta si no les habría ido mejor, durante estos últimos cien un años, si hubieran aprovechado cualquiera de las muchas oportunidades que se les han ido presentando para amar a sus vecinos.
Máirtín Ó Muilleoir es el editor de ‘Andersonstown News’ en Belfast e ‘Irish Echo’ en Nueva York. Ha sido Lord Mayor (alcalde) de Belfast y diputado del Sinn Féin en el parlamento del Norte de Irlanda.
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