Rey, Reino, República…

Mikel_Sorauren

Considero de interés abordar una cuestión de la Historia de Navarra que es contemplada con cierta distorsión en ocasiones. Se refiere al papel desarrollado por los monarcas en el marco de los avatares que sufrió nuestra pueblo. Los monarcas constituyen un modo de estructura del poder ineludible a lo largo de muchas épocas históricas, diferente al predominante en la actualidad. Hasta los mismos revolucionarios americanos llegaron a plantearse la posibilidad de convertir a Washington en su monarca, a raíz de la independencia. Los grandes Imperios –Roma sin ir más lejos- terminaron por volver a la monarquía, cuando la República mostró las dificultades de gestión del Imperio y los franceses –más cercanos- aceptaron a Napoleón como emperador de la República.

Por lo que se refiere al Reyno de Navarra, nuestros antepasados tuvieron especial cuidado en que el rey lo fuese con carácter privativo. No importaba que personalmente se encontrase a la cabeza de otros territorios, siempre que fuera a título personal, sin implicar ningún lazo institucional. Este status fue mantenido en Navarra hasta que la fuerza e imposición de Fernando el Católico lo modificó, convirtiendo a la parte de la Navarra conquistada en 1512 en patrimonio de la Corona castellana. Desde la perspectiva jurídica de Navarra tal hecho no tuvo relevancia. En ningún momento las instituciones del Reyno reconocieron de manera explícita tal acto tomado por las Cortes castellanas.

Lo verdaderamente relevante para Navarra fue la actuación de sus reyes concretos durante el largo periodo en el que fueron privativos, propios como reyes de Navarra, sin segundas partes. Universalmente la monarquía constituye un poder individualizado. El acceso a la condición de monarca tiene lugar generalmente por herencia, o por adquisición, mediante conquista o cesión del anterior propietario. No tiene nada de raro que los monarcas en la mayoría de los casos lleguen a considerar el reino como patrimonio privado, circunstancia ésta que da lugar al ejercicio del poder con carácter absoluto –la propiedad significa derecho de uso y abuso-. Se explica la tendencia de la mayoría de los monarcas a gobernar de modo autoritario. Es cierto que las sociedades se resisten con frecuencia a tal tendencia y se produzcan revoluciones que conllevan la deposición del monarca e, incluso, el establecimiento de la República. En Navarra terminó imponiéndose la norma de la proclamación del monarca mediante el alzamiento, tras el juramento del pretendiente de guardar las leyes del Estado y aceptar el control de las instituciones representativas del mismo.

El discurrir histórico de Navarra dio lugar con cierta frecuencia a desajustes en este principio, cuando determinados reyes tomaron decisiones unilaterales, decisiones que provocaron el rechazo social. Resulta difícil seguir las circunstancias en que se dieron ciertos acontecimientos en las etapas más oscuras de nuestra Historia. Lo cierto es que vemos ya en una fecha temprana, como son los primeros años del siglo X, la deposición del rey Fortún Garcés y desplazamiento de los Arista por los Ximeno. En pleno siglo XII los navarros se negarán a reconocer la decisión de Alfonso el Batallador que pretendía traspasar el Reino a las órdenes militares. Años más tarde será la ocasión del mismo Sancho el Fuerte, quien al objeto de impedir que le heredase su sobrino Teobaldo, decidió hacer heredero al mismo rey de Aragón Jaime I. Los navarros no aceptaron tales decisiones que se oponían a los intereses del Estado, eligiendo su propia alternativa, siempre en la línea de mantener la independencia.

La interferencia de los monarcas se fue haciendo más visual, constatándose el interés intervencionista como el que aparecía en otras monarquías. Lo evidencia la actuación de los monarcas que siguen a la misma desaparición de Sancho el Fuerte. Se instauran a partir de este momento dinastías extranjeras –de origen no navarro-. Los Champaña –Teobaldos primordialmente- llegarán con ejércitos foráneos con los que intentarán imponer su punto de vista a los navarros. Los Valois igualmente recurrirán a este expediente que culminará con la destrucción de la Navarreria en 1272. Las diversas Juntas de infanzones –Miluze, Obanos- representan la voluntad de la sociedad navarra de enfrentarse a unos individuos que no dejaban de contemplar el Reino como una posesión particular. Es cierto que tales reyes reclamaron territorios del Estado, los de la Navarra occidental,  anteriormente arrebatados por Castilla, como sucederá con los Champaña – y más tarde con los Evreux-. En cualquier caso no desaparece en ellos la perspectiva de tratarse de bienes personales. El mismo Carlos II no termina de perder este talante y en muchas de sus actuaciones resulta difícil atribuirle una consideración hacia los planteamientos del Reino.

De manera diferente parece haber actuado Carlos III, pero el acceso del Trastámara Juan II de Aragón nos coloca en la situación anterior. Lo cierto es que a partir de éste, se afianza la casa de Lerin, que de una manera tan decisiva colaboró en la pérdida de la independencia. La actuación de los Foix y Labrit pudo haber corregido la trayectoria, pero finalmente Fernando el Católico impuso su solución. Con relación a los reyes navarros que mantuvieron la soberanía hasta 1620, se puede decir mucho, especialmente por su contribución a la cultura europea y mantenimiento del sistema representativo en los territorios navarros. No nos podemos engañar, no obstante, en lo que toca a Enrique III. Sus intereses como rey de Francia minusvaloran sus logros desde la perspectiva del mantenimiento de la soberanía navarra.

Desde luego, es incuestionable que la implantación violenta de la monarquía española significó la atadura decisiva de cara al mantenimiento de la libertad de nuestra nación. Lo que en principio no era, desde el punto de vista jurídico, sino un cambio de dinastía, se convirtió en la cadena definitiva que nos traería a la actual situación, por la que los territorios navarros han pasado a constituir parte del territorio español -hoy dos comunidades autónomas, a las que se achaca su pretensión de existir de manera independiente de España y Francia en completa libertad y se cuestiona su identidad y cultura-. A partir de la unión impuesta a España, Navarra consideró al rey como un hecho extraño. Ante las exigencias imperativas del monarca español, las instituciones utilizaron la expresión “Reyno” como una realidad enfrentada a la propia monarquía. El Reyno lo conformaban las instituciones propias como representantes de toda la colectividad frente al monarca. No podía ser de otro modo ante la avasalladora presencia de la monarquía española, que se resistía a aceptar lo que había sido la condición insoslayable para la aceptación de su yugo; el mantenimiento del sistema político que establecía el compromiso de conservar los fueros para ser rey en Navarra. Lo trascendente de esta situación es el desapego con respecto a la monarquía que se da en nuestro Estado. Se habla de Reyno, pero con más propiedad se puede decir República, porque el rey es algo externo y nocivo para el Estado mismo.

Las circunstancias históricas llevaron a los navarros de todos los territorios a considerar la posibilidad de mantener y recuperar la libertad con la adhesión a una causa monárquica española que hizo suya la bandera de nuestros Fueros. Los carlistas españoles a partir de 1834 afirmarán la defensa del Fuero como objetivo irrenunciable de su causa. Había motivos poderosos para recelar de tal promesa, pero los navarros consideraron aceptable la propuesta. La documentación es abrumadora en este sentido. No obstante, se produjeron amplios desencuentros. En 1838 los carlistas vascos presentaron al pretendiente don Carlos una propuesta de reconocerlo en el marco de una confederación, en la que los territorios de Navarra y vascongadas tuvieran la condición de repúblicas federativas asociadas a la monarquía española. La expresión república nos remite de nuevo al carácter autónomo y representativo que reclamaba el sistema foral. La trayectoria que siguió el Carlismo es sobradamente conocida.

Pretendo con estas consideraciones que reflexionemos sobre la realidad histórica de nuestra Nación, a fin de que seamos capaces de reconocer lo que es fundamental y lo que es secundario para la actualidad y futuro de nuestro pueblo.

 

Publicado por Nabarralde-k argitaratua