Releyendo a Pierre Valentin: “El ‘wokismo’ solo puede destruirse a sí mismo”

Uno de los fenómenos sorprendentes -por el aparente éxito fulgurante que esta corriente de pensamiento ha alcanzado en el mundo académico, mediático y político eurooccidental- es el denominado ‘wokismo’ (acogido acríticamente entre el progresismo abstracto nostrat, siempre dispuesto a sumarse a cualquier propuesta menos a la defensa de la catalanidad). Anteriormente, he reproducido artículos de Lorenzo Vidino, Evelyne Gougenheim, Pierre-André Taguieff y Shmuel Trigano que han criticado sus fundamentos. Entre los intelectuales catalanes, Xavier Diez es de los que más lúcidamente ha denuciado su aceptación banal en Cataluña.

El 2 de agosto del año pasado el semanario francés ‘Le Point’ publicó una entrevista a Pierre Valentin, un joven librepensador especializado en la filosofía política contemporánea en el mundo anglosajón y francés, a raíz de la publicación de dos estudios suyos por parte de la ‘Fondation pour la Innovation Politique’ (Fondapol) donde vaticinó que “Le ‘wokisme’ no puede más que autodestruirse”:

Su pronóstico es optimista: el wokism está a punto de desaparecer. A través de su promoción de la inclusión ilimitada y sus muchas paradojas, esta es su esencia misma. Sin embargo, el movimiento sin duda está creciendo en la academia, en el mundo corporativo e incluso en el espacio político. Por eso, Pierre Valentin modera: “No se trata de tener las manos en los bolsillos, hay que ayudarlo”.

En una larga nota de unas sesenta páginas publicada por la Fundación para la Innovación Política (Fondapol), Pierre Valentin disecciona el éxito de este movimiento militante. Licenciado en filosofía política por la Universidad de Exeter (Inglaterra) y estudiante de maestría en ciencias políticas en la Universidad de París -2-Panthéon-Assas, el autor, que creció entre Londres y París, pudo observar el significado de esta ideología en los campus anglosajones. Recuerda su filosofía posmodernista y analiza su funcionamiento estratégico. También señala las múltiples contradicciones de una ideología que insiste en escapar a toda definición.

-Le Point: ¿Cómo se puede definir el wokismo?

-Pierre Valentin: No es simple, porque esta ideología a menudo se enorgullece de ser indefinible. Por ejemplo, Judith Butler fomenta el hecho de no definir el posmodernismo, precisamente para escapar de los escollos de la categorización, porque en cuanto se categoriza se crea un adentro y un afuera, y por tanto una potencial exclusión y opresión.

Creo que la mejor manera de entenderlo es comenzar con la traducción literal, que es “despertar” en inglés, donde se ve cierta conexión con la herejía cristiana del maniqueísmo, donde un poco ‘La élite iluminada’, “despertada”, tiene acceso a un conocimiento que es cualitativamente superior al resto de la población. La vanguardia de los marxistas desempeñó este papel en el pasado. “Woke”, que sólo recientemente existe en un contexto político, significa tomar conciencia de las injusticias y discriminaciones que sufren las minorías en los países occidentales.

-¿En qué desciende el ‘wokismo’ del posmodernismo?

-Se podría entender el ‘wokismo’ como una especie de posmodernismo mutado. El posmodernismo, en su primera fase, en las décadas de 1960 y 1970, buscó deconstruir categorías. Y luego, cuando los posmodernos llegaron a la etapa terminal, no quedó nada. Los siguientes fueron a continuar este trabajo de una manera muy paradójica, contradiciéndolo y comenzando a reconstruir con las mismas herramientas.

Según los ‘woke’ (‘despertados’), la neutralidad no existe y por tanto la igualdad tal como se teorizó hasta entonces era necesariamente ilusoria. La mejor manera de luchar contra una jerarquía que se considera injusta (hombre/mujer, blanco/negro, etc.), según Jacques Derrida y Herbert Marcuse, es derrocarla. En otras palabras, necesita una jerarquía al revés, no igualdad. Esta modificación del posmodernismo en su segunda etapa se puede ver muy bien en ‘Kimberlé Crenshaw’ a fines de la década de 1980 y principios de la de 1990. Crenshaw habrá teorizado la interseccionalidad y la teoría crítica de la raza. En su obra, construye una jerarquía de categorías raciales y sexuales en sentido contrario.

-¿El wokismo se origina en la teoría francesa, y en particular en Derrida y Foucault?

-En el mundo académico, algunos profesores dicen que Derrida y Foucault fueron traicionados por el ‘wokismo’. No están necesariamente del todo equivocados. No soy un académico, no puedo resolver este debate. Pero cabe señalar que muchos de estos posmodernistas han teorizado con Roland Barthes “la muerte del autor”. Pero esto significa que la interpretación que el lector hará del texto puede sofocar la intención original del autor. Lo que significa que podemos hacer las interpretaciones que queramos. Ni el autor ni sus seguidores tienen derecho a reaccionar a posteriori y decir “me malinterpretaste”. De hecho, el propio Derrida no podía quejarse de ello.

Es más, cuando Derrida dice que se puede resumir, esquematizando, toda su obra en una “virología”, una gran “parasitología”, ¿qué anticuerpos posee frente a una infección viral de su obra por parte de otros pensadores? Cuando te defines como un virus, resistes bastante mal a otros virus ideológicos. Añádase a esto que teorizó el hecho de que toda oposición de conceptos no era una oposición horizontal, sino una oposición vertical… Para Derrida, en efecto, si distingo al hombre de la mujer, es en realidad para decir que el hombre es superior a la mujer. Entonces, la mejor manera de luchar contra eso, de deconstruir este binario, es revertirlo. Esto es exactamente lo que vemos hoy en los ‘wokistas’, donde se desea abiertamente el debilitamiento del dominante.

Foucault, por su parte, aunque fascinante por momentos (sobre todo en su análisis del “biopoder”), teoriza el concepto de “saber-poder” que radicaliza el viejo mandato sesenta y ocho “¿De dónde estás hablando, camarada?” “. Así, al estar inexorablemente ligados saber y poder, podemos hundirnos en el relativismo en paz, cuestionando todo “saber” que emane de alguien reduciéndolo a una estrategia para recuperar más poder.

Existe un maridaje perfecto entre ‘wokismo’ y redes sociales.

-¿Cuáles son los mecanismos de trabajo del ‘wokismo’?

-Lo interesante es que hoy vivimos en una sociedad de atención e imagen, y el ‘wokismo’ se basa en la capacidad de captar la atención y atraer la mirada de las personas sobre un tema. A menudo hablamos de luchar contra la “invisibilización” de ciertas minorías. Por eso existe un maridaje perfecto entre ‘wokismo’ y redes sociales.

-Incluso sugieres que el ‘wokismo’ probablemente no habría existido sin las redes sociales…

-Uno puede preguntarse sinceramente si el ‘wokismo’ podría haber nacido sin estas redes sociales, porque hay millones de potenciales terceros que pueden venir a apoyar una causa. Si alguien dice algo que no me gusta, en lugar de hablar con ellos, hago una historia o un tweet y lo expongo. Es una negación del principio de subsidiariedad, ya que a veces incluso pediremos a los políticos que intervengan directamente. Por ejemplo, la ‘cancel culture’ -que debe ser percibida si no como cultura, al menos como método- pretende forzar la intervención de un tercero, que es el empleador, llamado a romper todo vínculo contractual, o incluso amistoso, con una persona. La idea de dirimir la disputa al menor nivel posible, entre cuatro ojos, y dejarlo así, no existe.

-También explica que cualquier tercero está obligado a tomar partido.

-Aquí es donde podemos establecer un vínculo entre la estrategia y la filosofía del ‘wokismo’. Cuando el particularmente conocido pensador ‘woke’ Ibram X. Kendi dice que no hay política no racista, porque solo habría una política “racista” o una política “antirracista”, busca prohibir a los que transitan por tal camino una posición de neutralidad. Podemos hacer un paralelo con las huelgas de hambre. El huelguista se apoya en su sufrimiento para hacer imposible la neutralidad del que pasa. Cuando se impone un binario totalizador entre el bien y el mal, el tercero neutral es convocado a tomar partido, de lo contrario se convierte automáticamente en partidario del mal. Esta teorización de la imposibilidad de la neutralidad refuerza el hecho de obligar a terceros a intervenir, a discutir. Así crece el movimiento, filosofía y estrategia despierta caminando de la mano.

.¿Por qué la noción de victimización es central para el ‘wokismo’?

-Vemos en el plantel a personas que por haber dudado, con hechos, de un testimonio de persecución, viven momentos horribles. Si tienen razón no viene al caso. Por el contrario, las minorías que supuestamente fabrican historias falsas de persecución en su contra (a menudo destruyendo la vida social) no sufren francamente las consecuencias sociales. Esto es lo que lleva a los dos sociólogos Jason Manning y Bradley Campbell a escribir: “Si el estatus de víctima no confiriera ninguna ventaja, ¿por qué sucedería todo esto? ¿Por qué alguien afirmaría falsamente ser una víctima si no hubiera ningún beneficio en hacerlo? El hecho de que lo hagan demuestra que el estatus de víctima es en realidad un recurso social, una forma de estatus”.

Hoy, cuando una historia de persecución viene de los perseguidos, es una blasfemia no creerla. Asistimos, pues, a un elogio de la debilidad que es una especie de carrera paradójica hacia el abismo, con la consiguiente santificación de la condición de víctima. El mártir cristiano fue reemplazado por la víctima ‘woke’.

-¿Debemos deducir de esto que el movimiento ‘woke’ es anarquista y desinteresado en el poder?

-Esta es una paradoja central. El bien y el mal son reemplazados en ellos por los dominados y los dominadores. Entonces, el poder, globalmente, es malo. Sin embargo, lo están buscando. En definitiva, el poder corrompe y, al mismo tiempo, hay que apoderarse de él.

Además, los militantes del -wokismo’ apelan al poder de turno y le piden que dé garantías. El tuit típico para pedirle a un empleador que “cancele” a su empleado es decir: “Tu empleado está haciendo X. ¿Apoyas X?”. Hay una especie de mandato moralizador al arrepentimiento de los más poderosos. Estás en el poder, muéstranos que te importa el destino de los más pobres. Demuestras que los activistas ‘woke’ apelan a otro poder, el de la burocracia.

-¿Qué quiere decir ?

-El wokismo, por estrategia, está dispuesto a teorizar un concepto no por su veracidad en sí mismo, sino por los efectos que puede producir. Todo es estratégico. En la universidad, ¿cómo hacer para provocar una burocracia con el fin de exigir intervenciones que favorezcan su causa? Una burocracia universitaria no responde a exigencias formuladas en términos de virtud, no juzga el bien y el mal. Tampoco va a cumplir con los requisitos de preferencia, como “No me gusta lo que dice esta persona”. Por otro lado, responderá a términos que tengan al menos una apariencia de neutralidad. Y aquí es donde entra en juego la protección de los estudiantes, que es un pretexto aparentemente neutral.

La burocracia no toma partido, solo cumple con su deber de proteger a los estudiantes, ¡vamos! Sin embargo, la noción de protección es una noción que, a pesar de su apariencia de neutralidad, ha experimentado lo que Nick Haslam llama un “cambio conceptual”. Inicialmente, el plazo de protección era riguroso. Hoy, entiende la noción de “seguridad emocional”. Por ejemplo, un estudiante que no ha sido llamado por sus pronombres de elección puede sentirse “inseguro”. Por lo tanto, la burocracia puede intervenir para amordazar al maestro que ha usado los pronombres equivocados. Y por un profesor que es despedido, otros cien aprenden a callarse.

-¿Por qué la burocracia universitaria hace esto?

-Siendo un poco cínicos, podemos decir que los burócratas quieren legitimar sus salarios, que ahora son más altos en promedio que los de los profesores en el mundo de habla inglesa. La parte burocrática del gasto universitario solo ha aumentado durante varias décadas. ¿Cómo justificar su salario y su existencia como burócrata? Interviniendo regularmente, “protegiendo” a los estudiantes. Estando allí para que se sientan seguros, creando espacios seguros, espacios seguros y protegidos de cualquier adversario. Por eso, con cada intervención, la burocracia logra justificar la creación de una nueva entidad que permitirá luchar contra una nueva amenaza. Y cuanto más sobreprotejan a los estudiantes, más frágiles serán frente a la contradicción, más nuevas entidades burocráticas tendrán su lugar. La fragilidad estudiantil y la burocracia universitaria se retroalimentan.

-¿No son las “teorías infalsables” en las que se basa el ‘wokismo’ una demostración de la relevancia de este pensamiento?

-Una teoría que no es falsable significa que no podemos imaginar una prueba que pueda falsarla. Uno debe ser capaz de imaginar cómo una teoría podría colapsar para que sea rigurosa. Este es el método científico. Pero el ‘wokismo’ pretende ser científico, pero no puede ser falsado.

Un ejemplo que doy en la nota se refiere a las estadísticas en las que se basa. Cualquier disparidad estadística, ya sea sexual, étnica o de género, es vista como evidencia de discriminación en el sistema. Encontrarán, por ejemplo, que el 96% de las personas en prisión en Francia son hombres. Esta es una prueba de la “masculinidad tóxica” y de lo que la historiadora Lucile Peytavin llamó el “costo de la masculinidad”. Por el contrario, si hubiera habido un 96% de mujeres, habría evidencia de un “sexismo sistémico” del “sistema judicial-penitenciario” francés. Este argumento no es tan hipotético como que, cuando destacamos el hecho de que hay más extranjeros en las cárceles, no estamos hablando de una cultura tóxica que habríamos importado del extranjero, sino que vemos allí la prueba contundente del “racismo sistémico” francés”. Así que siempre es “cara, yo gano, cruz, tú pierdes”. Y las personas que comienzan a entrar en este sistema de pensamiento ven confirmaciones de sus teorías en todas partes. No hay forma de falsar las afirmaciones ‘wokistas’.

-Usted menciona la fragilidad psicológica de los activistas del ‘wokismo’ en una parte completa de su nota. ¿No es peligroso psicologizar activistas así?

-En Francia, el tema del ‘wokismo’ ya ha sido tratado, en particular por Le Point y otros, y a menudo de manera fascinante, pero desde un aspecto intelectual. Sin embargo, el ángulo psicológico, que permite encarnar la filosofía del ‘wokismo’, fue muy poco tratado. Las ideas prosperan en una cierta psicología, no en el vacío. La gente se dice a sí misma: “Esta visión en un momento T me ayuda a avanzar y entiendo mi lugar en el mundo gracias a eso”. El hecho de que estemos atravesando una gran crisis de sentido en Occidente hace que en este momento los jóvenes, perdidos, sean más propensos a arrojarse en brazos de una ideología totalizadora; para revolcarse en una gran narrativa que los convertirá en actores de una lucha cósmica entre el bien y el mal. Están buscando una razón para vivir y, por tanto, una causa por la que estarían dispuestos a morir.

El ‘wokismo’ como filosofía de vida conduce a trastornos psicológicos.

-¿Qué muestran los estudios psicológicos que incluye en su nota?

-Que toda una generación creció conociendo muy pocos momentos sin supervisión. Siempre hubo un profesor en la escuela, un supervisor en el recreo, una niñera de camino a casa, luego mamá para hacer la tarea, luego, cuando van a hacer deporte, papá en el banquillo para venir a ayudar en caso de problemas. Estos jóvenes no han conocido esta noción de inventiva. Ante un problema, no tienen reflejo para resolverlo ellos mismos, ni con personas de su edad. Ante una disputa, recurrimos a mamá o papá y, a medida que crecemos, a la burocracia universitaria para que nos la resuelva. Hay una dependencia de la autoridad que se expresa en este recurso a la burocracia universitaria o a terceros en posiciones de poder. Esta dependencia es paradójica en la medida en que fue la generación de los nietos de Mayo del 68 la que abogó por el rechazo a toda autoridad.

-¿Existen también trastornos psicológicos como consecuencia de la militancia ‘woke’?

-Lo que me parece claro es decir que el ‘wokismo’ como filosofía de vida conduce a trastornos psicológicos. La causalidad en este sentido es indiscutible. El ‘wokismo’ fomenta, además de su aspecto infalsable, la práctica de las distorsiones cognitivas. Uno de ellos es el filtrado negativo, donde ante mucha información solo retendrás las malas. En las microagresiones, se te anima a percibir el mal por todas partes. El activista ‘woke’ y la persona deprimida, por lo tanto, comparten varias formas de tergiversar la realidad, a menudo pintándola de negro.

Otro ejemplo, los estudios de discapacidad abogan por celebrar la propia identidad marginal incluso en el caso de trastornos psicológicos, incluso si eso significa no recibir tratamiento. Una vez que el estatus de víctima es un recurso social, la tentación de victimizarse a uno mismo “autodiagnosticándose” autismo (u otra cuestión) se vuelve muy fuerte.

Esto no quiere decir que todo el mundo mienta, ¡todo lo contrario! En marzo de 2020, una encuesta indicó que el 56,3% de las mujeres estadounidenses blancas progresistas de entre 18 y 29 años padecían un trastorno mental. Hay que ayudar a esta gente a salir del mismo, y a no encerrarse en el ‘wokismo’. Sin embargo, el movimiento ‘Woke’ juega con una ambigüedad que no lo es, al afirmar que querer erradicar la discapacidad equivale a querer erradicar a los discapacitados.

-¿No tiene el ‘wokismo’ la ventaja de promover la inclusión?

-En la conclusión de la nota, explico que no hay afirmación en el ‘wokismo’, que solo hay negación. Podrías pensar que “inclusión” es una afirmación. Después de todo, el lema “¡Únete a nosotros!” parece positivo. Pero en realidad, ¿qué es la inclusión? Si me inclino sobre un objeto, me doy cuenta de que tiene límites. Una pintura en un museo tiene un marco. Si explico que para ser más inclusivo, expandiré los límites de este objeto, después de cierta etapa, el objeto desaparecerá, porque ya no significará nada. Explicamos que el arte estaba en todas partes, que podía ser todo, para ser “inclusivo”. Como resultado, ya no hay arte en ninguna parte. La inclusión es, por tanto, una destrucción.

Es esta paradoja lo que no logran comprender. Los límites, las restricciones, el interior y el exterior definen una cosa. Sin esto, hemos disuelto el objeto de estudio.

Otro ejemplo: la sigla LGBTQIA+ sigue recibiendo nuevas letras, por “inclusión”. Por lo tanto, ningún recién llegado puede ser rechazado. De ahora en adelante, ¿qué puede representar todavía este acrónimo? Lo mismo ocurre con la bandera LGBT. La bandera LGBT tradicional ya está obsoleta. Se han integrado los colores de ‘Black Lives Matter’, pero también los colores de las personas ‘trans’ y “no binarias”. Así que tienes casi todos los colores y todas las formas de esta bandera que, a la postre, esta es la lógica final de la autodestrucción, ya no significa nada.

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