El 6 de junio de 1974 fue un día importante para Rodolfo Martín Villa. Habían pasado sólo 40 años desde su nacimiento en León, hijo de un empleado de la Renfe. Después de una trabajada y esforzada carrera dentro del régimen fascista español, con tan sólo 28 años ya era jefe nacional del Sindicato Español Revolucionario y, después de ir subiendo dentro de las estructuras “sindicales” llegaba su consagración: gobernador civil de Barcelona y Jefe Provincial del Movimiento.
El acto de toma de posesión reunió las autoridades del momento: el alcalde, Enrique Massó, el presidente de la Diputación, Juan Antonio Samaranch y el capitán general de Cataluña, general Bañuls. Tras las palabras del gobernador saliente, Sr. Pelayo Ros, Martín Villa hizo un discurso de agradecimiento. “Sería traidor a mis orígenes si no quisiera que el Movimiento sea algo acogedor y hospitalario y que marche adelante con fórmulas asociativas. Todo se lo debo al franquismo y sólo respondiendo con la total entrega en el servicio, podré corresponder a sus continuas llamadas y a su confianza en mi persona”.
En julio de 1975, La Vanguardia Española le hacía una entrevista. A la pregunta de cómo veía el proceso “democratizador”, afirmaba: “Yo estoy a favor de una democratización del sistema siempre que se haga partiendo de él. El 18 de julio es un punto de partida irreversible. En definitiva, desde las Cortes constituidas, todo; desde las Cortes constituyentes, nada”. El resto es conocido: muerto Franco, Martín Villa se camuflarà dentro de la UCD, luego en el PP y seguirá hasta nuestros días ocupando cargos públicos o proporcionados por los cargos públicos, como fue la privatización de numerosas empresas de titularidad pública, auténtico festival de pascua de resurrección franquista. Total, 50 años de servicio a España que, entre otros, los catalanes hemos tenido la desgracia de contribuir.
Saco hoy su nombre en esta columna a raíz de unas declaraciones suyas sobre el proceso de independencia de Cataluña. A estas alturas es totalmente coherente que el Sr. Martín Villa se oponga, que incluso pida responsabilidades penales si se llegara a convocar el referéndum, etcétera, etcétera. No se puede esperar menos de alguien que quería que el Movimiento fuera algo “agradable y acogedor”. Pero lo más importante de sus declaraciones fue el razonamiento de fondo que utilizó: “La Constitución no lo permite”.
Esta es la clave de bóveda de todo. Franquistas que todo lo deben a su fidelidad al dictador, que consideran que el 18 de julio es un “punto de partida irreversible”, que entendieron perfectamente que la manera de seguir vigilando los ratones era “democratizando el sistema partiendo de él”, saben, ¡claro que lo saben!, que la “Constitución no permite el referéndum”.
Es este franquismo que no termina nunca, es esta constitución convertida en la gran jaula de los catalanes, son estos fascistas que hoy, como ayer, no quieren dejarnos votar. Saben que la independencia de Cataluña será, ahora sí, el fin del franquismo. Y es que la independencia supone una auténtica revolución: la de la radicalidad democrática. Por eso individuos como Martín Villa se opondrán siempre. Porque temen la libertad.