La guerra no puede perderla Rusia, pero sí puede abrir grietas en el Kremlin de Putin. La inteligencia rusa no es tan eficiente como se pensaba.
La guerra se gana o se pierde en muchos frentes. El de la inteligencia es aparente menor, pero puede decidir la suerte de batallas clave. Napoleón creía haber ganado en Waterloo el 18 de junio de 1815, pero al terminar el día el vencedor fue el duque de Wellington junto al mariscal prusiano Von Blücher. La historia de Europa daba un vuelco por la fuerza de las armas, pero también por el control de la información.
El asesinato del general Ígor Kirílov al salir de su casa en el centro de Moscú, su cuerpo y el de su ayudante tendidos sobre la nieve, indica que la guerra en Ucrania va dando pasos hacia una escalada incierta. Fuentes oficiales de Kyiv han reivindicado el atentado contra el general ruso de más rango caído en la guerra de conquista iniciada hace casi tres años por Putin. El general abatido con un artefacto colocado en un patinete en plena calle y activado a distancia ha causado conmoción en Moscú.
La guerra no puede perderla Rusia, pero sí pone de relieve la fragilidad de Putin ante una probable desafección del ejército y de la policía que le mantienen en el poder. La penetración de los servicios de inteligencia ucranianos en el interior de Rusia, con la ayuda del espionaje de Occidente, alcanza el talón de Aquiles de Putin.
Borís Yeltsin entregó el poder a los oligarcas que se hicieron multimillonarios con la privatización de las grandes empresas públicas. Al comienzo de este siglo, Putin persiguió a los nuevos ricos y cedió el poder a los suyos, a los servicios del FSB, el continuador del KGB, que centraliza la información sobre todos los rusos tanto si viven dentro como fuera del país. Según el historiador Orlando Figes, los jerarcas de la inteligencia rusa son los más fieles aliados de Putin y los que ostentan el poder.
El hecho de que altos jerarcas militares sean asesinados en el interior de Rusia por servicios secretos extranjeros abre una pequeña grieta en la pirámide de poder de Putin, que ha hecho su carrera dentro de las estructuras del viejo KGB. La guerra de Ucrania es tan innecesaria como trasnochada, nacida de los mitos y las lecturas imperiales de la cúpula que influye en el Kremlin y que quiere recuperar las pérdidas territoriales con la desintegración de la Unión Soviética a partir de 1991. El enemigo interior puede ser más peligroso para Putin que el exterior.
Publicado en La Vanguardia
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