A Pedro Leoz el arzobispo de Iruña y su ecónomo Aizpún le recortan la pensión, tras cuarenta largos años de misionero pobre en Latinoamérica, por criticar el robo perpetrado por la Iglesia católica en los ayuntamientos navarros. Pedro Leoz es esa línea de generosidad solidaria, que se manifiesta a lo largo de los siglos y de los pueblos por la larga historia de la vida. Francisco Pérez González, Ordinario militar de España y Arzobispo de Pamplona, con su lacayo Francisco Javier Aizpún, son anillos de esa cadena larga, de oprobio y sumisión, que recorre los tiempos. Es la Iglesia católica oficial, la auténtica, la que se aprovecha de la generosidad de sus creyentes ingenuos y generosos, para terminar siendo hollados, antes y ahora, por la bota militar del atracador de turno.
Me viene al recuerdo aquel cuarteto del soneto XVIII de las Rimas sacras de Lope de Vega:
¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?;
¿qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras?
Pedro es un hombre, Francisco Pérez y Francisco Javier un atraco.