En el año 1974, el mismo de
Hace ya 36 años que el Movimiento de las Fuerzas Armadas, liderado entre otros por el mismo Spínola, que a la postre se reconvirtió en golpista y símbolo anticomunista, proclamó la revolución y acabó con la dictadura salazarista encarnada en ese momento por Marcelo Caetano. Fueron muchos los avatares que se sucedieron con posterioridad al 25 de Abril, pero en resumen se puede decir que Portugal recobró como nación la dignidad perdida, recuperó la democracia y sus colonias alcanzaron la independencia. Se consolidó así un modelo alternativo al español, conocido como Transición, en el cual ni se ha restablecido la dignidad perdida, como muestra todo lo concerniente a la memoria histórica; ni se ha consolidado una verdadera democracia; ni se ha solucionado el problema colonial, porque ahí sigue abierta la herida del Sáhara Occidental.
Un modelo alternativo que descansa en la existencia de una nación soberana, construida en buena parte en la victoria sobre las tropas de
Portugal atesora por tanto tres características que la convierten en un ejemplo a seguir por las naciones que conviven en
Es cierto que aquella Revolución de los Claveles, que aspiró a conducir al país por el camino del socialismo de la mano de líderes como Otelo Saraiva de Carvalho, se quedó en una democracia parlamentaria al uso europeo. Pero en todo caso el modelo de democratización portugués, con actuaciones como la inmediata disolución de
La tradición política y académica usa y abusa de los modelos a la hora de estudiar los procesos revolucionarios o emancipatorios, y lo seguirá haciendo en el futuro, pese a que en el discurso de los políticos se adelante siempre el deseo de no imitar modelos ajenos. En el estado actual de las cosas, transcurrida la primera década del siglo XXI, las naciones sin estado que aspiran a tener su propio lugar en el concierto europeo barajan diversos modelos para acceder al estatus independiente. Los procesos de autodeterminación que se han dado en el Este continental han aumentado la lista de países soberanos en los últimos años. El proceso que lidera el Partido Nacional de Escocia también se ha barajado como modelo, dadas ciertas similitudes con el caso vasco. La situación de separación amistosa que se produjo entre Chequia y Eslovaquia, y que pudiera reproducirse en Bélgica, es otro ejemplo a tener en cuenta. Existen más dudas acerca de lo acontecido en Kosovo, dadas las circunstancias geopolíticas que se cruzan en ese territorio. Incluso Catalunya o los Países Catalanes son citados como una situación a estudiar.
Es conveniente no descartar ninguna vía, dadas las enormes dificultades que se presentan para cada una de ellas y ahí tenemos el ejemplo de Quebec para demostrarlo. Sin embargo, partiendo de un consenso previo que circunscriba el objetivo a conseguir en la independencia plena o, en el peor de los casos, en una soberanía compartida con la metrópoli, de igual a igual, es evidente que el modelo portugués guarda una fuerza extraordinaria. No para imitar su proceso, algo que a día de hoy sería inconcebible, sino para estudiarlo y aprender de él las lecciones que se desprenden.
Una de las más notables, y que nos diferencian dramáticamente del ejemplo de Portugal, reside en la falta de cohesión interna a la hora de aspirar a la soberanía plena. No me refiero tan sólo a la coyuntura actual, sino que invito a los lectores a echar la vista atrás y comprobar que en la gran mayoría de episodios históricos decisivos que se han vivido en nuestra tierra, la división entre facciones ha sido una de las características más notorias. Váyase a las luchas intestinas en el viejo Reyno de Navarra o en los diversos señoríos, durante las guerras carlistas o en la última gran contienda militar de 1936. Los enemigos de la plena independencia han tenido siempre y en todo lugar poderosos aliados internos que han coadyuvado con armas, hombres y dinero al triunfo de quienes estaban empeñados en cercenar las libertades vascas.
La transparente lección que nos ofrece la historia no ha sido asimilada todavía. De hecho, hoy es el día que entre quienes dicen defender esas vías soberanistas se producen divisiones fraticidas que no parecen tener remedio, a lo que se añade un apreciable porcentaje de población que se muestra contrario a la consecución de las libertades arrebatadas por la fuerza a lo largo de nuestra historia. Por el contrario, el pueblo portugués, que celebra ahora el 36 aniversario del 25 de Abril, ha tenido claro cual era la posición a defender ante los enemigos que intentaban sojuzgar sus libertades y por ello las han mantenido, pese a sufrir una situación geográfica que les obliga a pasar por España si quieren acceder a Europa. Euskal Herria deberá construir su propio modelo hacia la soberanía plena, pero dedicarle un poco de interés al ejemplo portugués sería una buena manera de aprovechar el tiempo para no caer en los errores que nos han llevado a seguir dependiendo de terceros en pleno siglo XXI.