Siempre he tenido un interés, un cariño y una debilidad especial por Portugal, lo que me llevó, ya hace años, a aprender su lengua y a conocer los aspectos más destacados de su cultura e historia, de modo que me siento muy ligado a ese país, con episodios que son también parte de mi propia vida. En el informe policial de mi boda -en 1975, cuando tenía 23 años-, constaba, como elemento sospechoso, que se habían repartido claveles rojos a los invitados… Cuando estaba en política, yo lo hacía siempre al final de todos los mítines de campaña electoral. Y cuando en una emisora de radio, en una entrevista de esas distendidas que se hacían antes, me hacían escoger algunas canciones que me hubieran marcado para siempre, no dudaba en hacer figurar, junto a un par más, ‘Grândola, vila morena’ (1). Somos hijos de una generación que pasó de la dictadura a la libertad, que sufrió el desengaño de la transición, pero que no ha renunciado al sueño. A ningún sueño.
Ahora, con motivo de los 50 años de la ‘Revoluçao dos Cravos’, me he vuelto a emocionar viendo algunos vídeos actuales y otros de hace medio siglo, de la gente llenando las calles de Lisboa de alegría, de fiesta y de esperanza. El pasado 25 de abril, ha sido impactante ver todo el parlamento portugués, con los parlamentarios de todos los colores de pie, cantando ‘Grândola, vila morena’, mientras los diputados de la extrema derecha abandonaban la sala de plenos de la cámara. No me extraña, teniendo en cuenta la potencia y la claridad del mensaje que sigue teniendo la canción que Zeca Afonso divulgó más que nadie. Todos los miembros de cultura democrática del Parlamento, cantando a la vez la misma canción, es un gesto que expresa muy bien que los grandes momentos de la historia sólo son nacionales si tienen la mayoría de la nación como protagonista, por encima de la rigidez, sectarismo y cortedad de miras que con frecuencia empapan la cotidianidad de las diversas siglas. Transversalidad, se llama ahora a eso…
En el preámbulo de la constitución de la República portuguesa, que entró en vigor el 25 de abril de 1975, podemos leer: “La Asamblea Constituyente proclama la decisión del pueblo portugués de defender la independencia nacional, de garantizar los derechos fundamentales de los ciudadanos, de establecer los principios básicos de la democracia, de asegurar la primacía del estado de derecho democrático y de abrir camino hacia una sociedad socialista, desde el respeto a la voluntad del pueblo portugués y de cara a la construcción de un país más libre, más justo y más fraterno”. Y, en el artículo 7.3. de la misma constitución, se afirma: “Portugal reconoce el derecho de los pueblos a la autodeterminación e independencia y al desarrollo, así como el derecho a la insurrección contra todas las formas de opresión”.
Tanto el preámbulo como el artículo favorable a la autodeterminación de los pueblos se atribuyen al luchador socialista y antiimperialista Manuel Alegre, el poeta vivo más cantado por los músicos portugueses y gran amigo de nuestro país y de nuestra cultura. Lo recuerdo hace años cuando, cenando también con Mário Soares, me dijo con tono de complicidad y satisfacción, mientras alargaba la mano hacia un punto lejano de la noche lisboeta: “¿Ves, allá abajo? ¡Allí fue donde las naves portuguesas hundimos los barcos del Reino de Castilla!”. Y, esto dicho, seguimos hablando de poesía, sobre todo de Salvador Espriu, a quien tanto admiraba. Sé que estos últimos años ha tenido gestos de simpatía hacia nosotros y el momento colectivo de cambio nacional que vivíamos.
Alegre fue dos veces candidato a la presidencia de la república portuguesa y, en el exilio argelino, combatió la dictadura salazarista desde las ondas de Radio Argel y como militante del Frente Patriótico de Liberación Nacional. Como candidato, ordenó que en sus mítines ondeara siempre la bandera nacional de su país, convencido de que no se podían regalar los símbolos colectivos a la derecha porque se los acabarían quedando todos, como si sólo fueran suyos. Por lo general, la izquierda portuguesa ha sido innovadora en muchos ámbitos y en todos los partidos hay personalidades con simpatías procatalanas muy claras, de manera particular en el Bloco de Esquerda, que ha llevado nuestra causa al parlamento portugués, donde ha denunciado la represión española.
Teixeira de Pascoaes, el poeta moderno más importante antes de Pessoa, afirmaba en 1919: “La palabra Cataluña tiene para el oído portugués una entonación fraterna que viene de lejos… de 1640. La historia hermana a los dos pueblos”. Entonces, Madrid no podía hacer frente a dos guerras a la vez y priorizó retener a Cataluña, momento de debilidad y crisis que fue aprovechado por los portugueses para restaurar la soberanía perdida y separarse definitivamente de España. Revisando papeles de hace veinte años, veo que Cataluña era el principal proveedor y el primer inversor ibérico en Portugal y, también, el tercer destino peninsular de los productos portugueses, a muy poca distancia de Madrid y Galicia. Sorprendentemente, la nación peninsular más alejada de la geografía portuguesa es la más cercana en la actividad mercantil y las relaciones económicas. Nos interesa, pues, Portugal, por muchos motivos, y no sólo económicos. También culturales. También políticos.
En una península multipolar, que ni comience ni se detenga en Madrid, nuestros dos países, tenemos un papel clave que jugar. Precisamente por este motivo, Portugal debería seguir con una atención privilegiada la evolución de la situación institucional en España. Con una Cataluña independiente, Portugal se encontraría más cómodo en la península y menos amenazado en sus intereses nacionales, más tranquilo, sólido y seguro en su ser nacional. Con una España más uniforme, más centralista, girando tan sólo, en exclusiva, en torno al polo político-económico de Madrid, Portugal saldrá perdiendo siempre. A todos nos conviene, pues, pasar del polo único de Madrid o de España, al espacio multipolar de Lisboa, Madrid y Barcelona, como mínimo.
Cuando desde España dicen que el derecho a la autodeterminación no aparece en ninguna constitución del mundo, Portugal, que tiene España como único Estado fronterizo, desmiente su afirmación. Debemos aprender muchas cosas de este país atlántico de cultura mediterránea. Su transición a la democracia no tuvo nada que ver con la española, empezando por el papel del ejército, entonces y ahora. Y fue el ministro socialista Mário Soares quien coordinó los acuerdos con los países colonizados por Portugal para alcanzar su independencia. Al contrario del papel lastimoso de España y su ejército, que huyeron del Sáhara Occidental y dejaron vía libre a la dictadura marroquí, mientras el socialista F. González mentía vilmente al pueblo saharaui y el socialista Pedro Sánchez ha remachado, ahora, el clavo reconociendo la marroquinidad de su territorio, en las antípodas de la actitud de los socialistas portugueses con sus colonias.
Con una actitud chulesca que forma parte de su ADN, España suele mirar a Portugal por encima del hombro, con unos aires evidentes de superioridad y, a menudo, incluso de un cierto desprecio. Pero el problema nuestro es que no miramos a Portugal de ninguna manera. Los ibéricos de la periferia hemos vivido vueltos de espaldas unos a otros, con escasas relaciones y conocimientos mutuos aún más débiles. ¿Por qué nunca nos hemos relacionado, interesado y conocido lo suficiente? ¿Por qué ese desconocimiento tan grande entre unos y otros? ¿Por qué esa ignorancia tan colosal que Cataluña tiene de Portugal y Portugal de Cataluña?
Curiosamente, el cargo internacional más destacado de un español fue militar y lo ostentó Javier Solana, en 1995, cuando se convirtió en secretario general de la OTAN, después de que su partido, el PSOE, hiciera todos los papeles necesarios para afrontar este organismo militar, primero en contra y, por último, a favor. Portugal, en cambio, con una población de diez millones y medio de habitantes, en contraste con la cincuentena que ya roza España, tiene en la persona del socialista António Guterres el secretario general de la entidad diplomática Naciones Unidas, hombre decidido en la lucha contra el cambio climático y las injusticias. Una expresión magnífica de los valores colectivos mayoritarios de cada pueblo…
(1) https://www.youtube.com/watch?v=gaLWqy4e7ls
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