Un reciente coloquio entre cuatro de los cinco últimos consellers de Economia que ha tenido Catalunya desde 2003, a saber: Antoni Castells, del PSC ( 2003-2010), Andreu Mas-Colell, Convergència (2010-2016), Oriol Junqueras, Esquerra (2016-2017) y el actual titular del departamento Jaume Giró, de Junts per Catalunya, derivó, y no es la primera vez que ello sucede, en la cuestión de si Catalunya tuvo realmente la posibilidad o no de disponer, como el País Vasco, de un concierto económico al inicio de la transición española. Y, también, sobre si esta opción se fue al traste por la equivocación, desidia o error de cálculo, de los partidos entonces considerados simplemente nacionalistas. El debate, organizado por el diario Ara, no habría tenido mayores consecuencias, y quizás tampoco tanta resonancia mediática, si la asfixia económica de Catalunya no fuera la que es y entre el público no hubiera estado presente el president Jordi Pujol, quien, con gran lucidez, a sus 91 años, se convirtió en el invitado sorpresa del coloquio.
Remover la historia interesadamente o a través de lecturas parciales de documentos deja incompletos lo que fueron aquellos años y, sobre todo, el período fundamental para obtener algo de luz sobre la época que nos ocupa y que no es otro que el de la elaboración del Estatut de Sau -llamado así porque que los ponentes se reunieron en el parador que lleva dicho nombre, en el pantano de Sau-. Estamos hablando del segundo semestre de 1978 y de reuniones en las que participaban los 20 ponentes designados por la Asamblea de Parlamentarios catalanes, que reunía a los diputados y senadores que habían sido elegidos en las elecciones a Cortes constituyentes del 15 de junio de 1977. Es importante recordar cuál era la representación de cada uno de los partidos catalanes en el Congreso: PSC (15), Pacte Democràtic -una coalición en la que estaba CDC- (11), UCD (9), PSUC (8), Unió (2), Esquerra Republicana (1) y Alianza Popular (1).
Es fácil sumar el peso de cada bloque para adivinar con muy poco esfuerzo que las formaciones de ámbito estatal, de derechas y de izquierdas, tenían una fuerza muy superior a los partidos de estricta obediencia catalana. Recuerdo que allí, en Sau, hubo debates acalorados y encendidos -en aquellos tiempos, los dircoms no existían, el acceso a los ponentes era fácil y permanente entre otras cosas porque periodistas y políticos compartíamos la misma instalación hotelera. Fue, fundamentalmente, en lo que respecta al bloque de la lengua y la educación pero también sobre la financiación autonómica y el concierto económico. La izquierda decantó la balanza de los dos debates alineándose con los nacionalistas en el primer tema, el de la lengua, y despachando sin opción alguna el segundo, el económico. No obstante, de nada serviría, ya que el gobierno de la UCD forzó que el catalán no fuera la lengua oficial exclusiva en Catalunya y la educación dejó de ser una competencia exclusiva. El cepillo estatutario ya estaba al orden del dia.
En este contexto era imposible de todas todas ganar la batalla del concierto económico para Catalunya, que el PSOE no quería pero la UCD tampoco. Los números no le salían al gobierno de Adolfo Suárez y en ningún momento hubo el más mínimo camino para transitar hacia un puerto seguro. ¿Que no se insistió lo suficiente? Tampoco se ajusta a la verdad. Se batalló y se perdió. La mayoría nacionalista no llegaría hasta 1984 y ya era tarde. Había pasado el 23 de febrero de 1981 y las autonomías eran ya el problema, no la solución para una España de matriz, se diga lo que se diga, muy, muy centralista.
Si ese fue el debate real para la elaboración del Estatut de 1979, ¿a qué viene la acusación de que fueron los propios nacionalistas los que no quisieron el concierto para Catalunya? Bien sencillo. Pedro Luis Uriarte, consejero de Economía y Hacienda del gobierno vasco entre 1980 y 1984 y considerado padre del actual concierto vasco, publicó en 2016 un extenso trabajo recopilatorio, de cerca de 2.000 páginas, en 11 libros, bajo el título El concierto vasco, una visión personal. En el tomo siete, que lleva por título “Un modelo singular y diferenciado que ha tropezado con problemas” hay que ir hasta el capítulo tercero que enuncia, así, “Otra alternativa económica: la petición de un concierto económico para Catalunya“.
Explica en el libro Uriarte que hubo una reunión en 1980 entre el entonces ministro de Hacienda, Jaime García Añoveros, Ramon Trias Fargas, a la sazón conseller de Economía, y él mismo, en la que el ministro ofertó un sistema de financiación similar al concierto vasco. Detalla Uriarte que Trias Fargas no lo quiso por no querer recaudar los impuestos y también porque pensó que negociando con Madrid se podrían sacar más recursos que gestionando el concierto. Es muy posible que lo que Uriarte relata fuera exactamente así pero hay que tener en cuenta dos cosas: primero, que el Estatut ya había sido aprobado con la oposición radical del gobierno de UCD a incluir el concierto; y que Añoveros era un ministro bajo la tutela estricta de Fernando Abril Martorell, vicepresidente para Asuntos Económicos. Segundo, que una oferta seria se le habría hecho a Jordi Pujol ya que en Madrid sabían muy bien que Trias Fargas no decidía estas cosas.
La historia tiene siempre muchos relatores y muchas interpretaciones, pero los hechos son sagrados. Sobre una verdad hay a veces otras verdades que son contradictorias y que explican mejor lo que ha sido y lo que no. Y lo cierto es que Catalunya nunca tuvo a su alcance un concierto como el vasco y disponer de un cupo para tener una autonomía financiera de la que ahora carece.
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