En este nuestro país, el panorama no es, desde luego, el deseado, y se puede asegurar que no se hace referencia expresamente al momento actual. Y es que viéndolo con más perspectiva, nuestra “política nacional” se ha caracterizado a lo largo de unos cuantos siglos por su dependencia crónica de instancias ajenas (España, Francia…) al país, a su vez y por ello mismo ocupantes del mismo, consecuencia que tiene su causa en la carencia estratégica si, al menos, entendemos como estrategia la unidad estructural de fines y medios conducida hacia la conquista de la libertad.
Todo ello ha propiciado una cultura seudopolítica, muy arraigada por cierto en nuestra sociedad, que se ha movido y sigue moviéndose según valoraciones morales y/o jurídicas así como veneración casi religiosa a los símbolos.
Sin embargo, el ignorar conceptualmente la Política, más allá de las más variadas definiciones que se le aplican, es decir, no interpretarla como relación de fuerzas, lleva a la actitud social antes citada y, lo que ya es peor, a la desaparición inexorable de cualquier colectivo en su legítima condición de sujeto político.
No alcanzar esta categoría representa aceptar la dependencia absoluta que conlleva la imposición de estructuras jurídicas y económicas a sentido único, sostenidas por la presencia de cuarteles armados, comisarías de policía en todas sus variedades, etc., todo ello bien trasmitido socialmente por un abanico impresionante de medios de comunicación beligerantes que se encargan de trasladar la idea de una sociedad homogénea y estabilizada.
No se puede entender, por tanto, la Política como una suerte de magia, siempre a la espera de los “líderes” del momento, de quién ó quienes, en un ataque de genialidad, sea ó sean capaces de “convencer” al jefe ó jefes de las fuerzas de ocupación hispano-francesas. Tanta ó más fe se ha otorgado al efecto milagroso de un atentado certero.
Esta es nuestra realidad, es decir, moviéndonos sin ánimo aparente de rectificación, entre un oportunismo disfrazado de posibilismo y un infantilismo político impropios de un pueblo que aspira a su plena libertad.
La Política, pues, no es voluntarismo; es una ciencia más y, como tal ciencia, tiene sus propias reglas.
Afortunadamente, existen valores humanos en nuestro Pueblo que tienen capacidad para ahondar en estos temas trascendentales para la supervivencia de todos nosotros como un colectivo nacional respetado e integrado, en igualdad de condiciones, dentro del concierto internacional que forman el conjunto de los pueblos libres.
En este sentido, acaba de publicarse un libro titulado “Pueblo y Poder” (www.osoa.net), cuyo autor es el profesor Joseba Ariznabarreta (www.ariznabarreta.org).
En la citada obra, que no pretende otro objetivo que contribuir como una aportación más al necesario debate, el autor profundiza y desarrolla, concepto por concepto, las condiciones que definen la Política y la diferencian de la política.
No parece exagerado afirmar que se trata de un libro de obligada lectura para todas aquellas personas interesadas en la evolución política de Euskal Herria, y sus objetivos asociados a la reactivación del único estado que los vascos hemos tenido: Navarra.
Así lo manifiestan algunas personalidades que lo han podido analizar.