En este trabajo José María Iribarren cuenta cuales fueron las peticiones que los labradores introdujeron por la rendija de La Ratonera y las refutaciones y proposiciones que presentaron en contra de las reivindicaciones que otros gremios habían presentado a las mismas Cortes.
QUE ERA LA RATONERA.
Cualquier navarro que supiera escribir, podía dirigirse a nuestras Cortes introduciendo sus peticiones por una rendija de la puerta de donde éstas se reunían. No era necesario que los escritos estuvieran firmados; eran debatidos aun siendo anónimos.
EL MEMORIAL DE LA RATONERA
Las Cortes de Navarra debatían los escritos que les dejaban en la rendija-buzón y guardaban en archivo la petición así como lo debatido en torno a ella. A este tipo de archivo se le llamaba Memorial de Ratonera.
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LAS PETICIONES DE LOS LABRADORES POR MEDIO DE LA RATONERA A LAS CORTES DE NAVARRA DE 1817.
No pretendo copiar todo lo que José María Iribarren escribe y menciona de este Memorial de Ratonera de 1817. Ni siquiera daré entero todo el documento que los labradores enviaron a las Cortes de Navarra.
Quien quiera leer íntegramente el interesantísimo trabajo y comentarios que José María Iribarren escribe sobre este Memorial, le invito a pinchar aquí para bajarlo y leerlo en formato PDF.
El documento comienza con este encabezado: «El Procurador de los labradores y pedimento de los mismos, presentado a los tres Estados del Reino de Navarra junto en Cortes por Mayo de 1817» y termina con una amenaza donde los nekazaris (labriegos) dicen que podrían tomar, si fueran lícitas, dos medidas de presión que ellos mismos califican de bárbaras y que tras leerlas podemos decir que, de llevarse a cabo, una de ellas sería una verdadera atrocidad.
Vayamos al grano. Ahí va el resumen del documento en sus pasajes mas interesantes:
MANUTENCIÓN DE OFICIOS
«Como V. S. Lustrísima se halla en esa ciudad, tomaremos para la comparación a los oficiales de ella, no de los oficios ricos, sino de los más comunes y más probes, como son carpinteros, comporteros, cordeleros, boteros, cerrajeros, sastres, zapateros, y otros así.
¿Cómo se gobiernan éstos?
Los más de ellos, a la mañana toman sopas y chocolate, y los que no, su buen almuerzo, es decir, con sopas, un par de huevos, un chistor, una chula de tocino, una rueda de pescado fresco, etcétera, con algunos tragos de vino; a las diez, su ley: pan y algo, aunque no sea sino una costilla corta, o una tajadita de salmón; a mediodía, sopa, buen potaje con tocino, o ensalada con ídem, puchero de carne fresca, un guisadillo, o pescado fresco, o un cuartico de cordero a su tiempo, su postre, y, sobre todo, una pinta de vino; a la tarde, su merienda con buenos tragos; a la noche, la cena, regularmente en la tertulia, con decente ración, un ratillo de diversión, con la añadidura lo menos de una pinta de vino.
Esto es lo regular y diario; pues en llegando el día de fiesta, raro de ellos deja de gastar peseta y media o dos más, sea en casa, sea en una tarde de campo, sea en una merendola con sus tertulianos.
Sus mujeres e hijos, la ración dicha, y las más de ellas, tarde y mañana, chocolate, y en las visitas, que suelen ser muchas, porque son muy debotas, amigas de cumplir, y hacer obras de misericordia, en ver enfermas, paridas, hacer duelo, etc., la costradita, pollico, pichones, la leche helada, el queso helado, etc.
¿Y aún se quejan de que no están bien? A la fe nuestra que con menos lo pasamos, y si no, véase.»
MANUTENCIÓN DE LABRADORES (Subrayaré la alusión a la tortilla de patata)
«El alimento de los labradores de granos suele ser, generalmente: en la Ribera, a la mañana, currusco y un vaso de aguardiente, y quien no le gusta o no le conviene, una sardina roya, un pimentón, una cabeza de ajo asada, u otra cosa equivalente con tres tragos del peor vino; a la ley (a las diez de la mañana), pan, pimentón o un grano de ajo crudo, y trago ídem; a mediodía, pan pimentón, ajo, abadejo; merienda parda, esto es, ídem; a la cena, sopas gordas poco empapadas (si tienen pan), una fritadica rabiosa, trago de mal vino, aprieta la frente y a dormir al santo suelo, o al pie del jumento o de la mula si hace frío.
En el país medio al almuerzo una cazuela de habas sin grasa y sin aceite, torta de maíz, al postre un pedazo de pan, y los más ricos un poquito de tocino, tres tragos de pitarra (aguardiente ordinario), algunos pocos de mal vino, y los más agua fresca, que a nadie le falta; a la ley, pan solo, o un grano de ajo crudo, y los que más, un poco de queso podrido, muy poco vino, y los más, agua fresca; a mediodía, potaje basto, torta de maíz, al postre, tajadas de pan (el que tiene) con sardina roya en salsa de sólo vinagre, o un poco de abadejo, y los más ricos, un huevo, en tortilla, o un poco de cecina o tocino, y muchos más un poco de fruta seca, los más sin vino, y los que le tienen, malo, y cuasi siempre aguado; la merienda, como la ley; la cena, sopas de ajo (si hay pan), o cuatro hojas de berzas verdes bailando en agua, torta de maíz que te crió, dichosos los que tienen pan, dos o tres huevos en tortilla para cinco o seis, porque nuestras mujeres la saben hacer grande y gorda con pocos huevos, mezclando patatas, atapurres de pan, u otra cosa; muchos, media sardina podrida, o un poco de queso, y muchos más, cuatro nueces, una pera, una uva, seis castañas (una de estas cosas), o nada, y el vino, lo más por el ojo.
Llega el día de fiesta, y la ración igual; felices los que tienen tres o cuatro tarjas para beber a escote, o probar una pinta de vino al mes o al truque con sus camaradas, y Dios te la depare buena; carne fresca el día de la mezeta (de la fiesta del Patrón), en bodas, en bautizos, o en entierros.
Este es un hecho sin ponderación alguna; y si vamos a Urral (Urraúl), hacia Navascués, Roncal, Salazar, Aézcoa, Arce, Ulzama, y otras montañas, todavía más miseria.
Es verdad que los que componemos con nuestras casas, heredades, ganados, etc. desde mil a ocho mil pesos nos gobernamos algo mejor; pero nunca tan bien como los oficiales, ni aun tan bien como un sastre y zapatero remendón; mas también es verdad que muchos nos gobernamos aún peor de lo dicho; pues algunos pasamos días sin ver el pan; meses estamos sin probar vino, y no sabemos a qué sabe la carne fresca, ni salada, ni el pescado fresco, ni el abadejo, ni la sardina.»
SEGUIDAMENTE SE HABLA DEL VESTUARIO
VESTUARIO DE OFICIOS
«En el vestuario hay la misma y aun mayor diferencia: pues los oficiales gastan sombreros finos y entrefinos, gorros negros de seda (especie de bonetes), que parecen curas (invención diabólica, cuyo fin sin duda es o ridiculizar el hábito de los ministros de Dios, o confundirlos con los del pueblo, por lo que convendría remedio).
Camisas delgadas, vestidos de invierno y verano de paños y telas finas, capas y capotes a pares, a la par medias, tres o cuatro pares de zapatos al año, o parte en alpargatas, y sus hijos ídem.
Pues sus mujeres ¿qué ricas tan cosas llevan? Ellas, vestidos enteros de mesulinas que cuando los ponen parecen —de fuera— unas Eulalias cubiertas de nieve en el martirio, trajes de percales, jubones y basquinas de seda, de qalupín o alepín, y otras telas delicadas, que en otros tiempos podríamos jurar no llevaban las reinas y emperadoras, pañuelos de todos géneros a muchas docenas, medias ricas de estambre, algodón, seda, e hilo zapaticos delgadicos, con otras zarandajas; y sus hijos parda (a este tenor).»
VESTUARIO DE LABRADORES
«¿Y nosotros? Montera de paño fuerte que vale seis u ocho reales y dura seis u ocho años; los más majos, en el verano, sombrero de cuatro o seis pesetas, camisas gordas, porque duran más, longarina, chupa, y calzón del famoso paño roncal de Aoiz y Urroz; los más acomodados, para los días de fiesta y funciones, paño de misericordia, o (de) Estella; chalecos de cordillate, friso, algunos de pana y otros de maraña; las medias, medias, de lana gorda; calzero, albarcas, dos pares de alpargatas al año, y un par de zapatos para tres o cuatro años; nuestros hijos nunca son más que los padres.
¿Y nuestras mujeres?: sayas de estamaña de Jaca, de marañas de Nagore y Urroz, basquiñas de carro de oro, jubón de paño de Segovia, Zaragoza, o Estella, y las más ricas, un vestido de persa o indiana catalana, alguna saya de percal y basquiña de buela; pestillos de estopa, monfort o mahón; pocos pañuelos y éstos los más ordinarios; medias fuertes trabajadas en casa; el calzero de muchas, abarcas, y las que más, dos pares de alpargatas treinta veces recosidas y remendadas, y un par de zapatos fuertes al año.
PROPOSICIONES DE LOS LABRADORES ANTE LAS PETICIONES DE LOS OTROS GREMIOS
“Pues agora, ¿tendrán razón los señores oficios para molestar a V. S. L. pidiendo providencias para que lo pasen mejor?; ¿por ventura trabajan más que nosotros?
No, por cierto; a la vista está. Lo que ellos nos llevan de conveniencias, nosotros les llevamos de trabajos y trabajo.
Señor, lo que conviene para todo el reino es el que haya más oficiales y mejores; pues de este modo su obra será mejor y más barata. Es verdad que ellos ganarán menos; pero que sean más cuerdos (más parcos) en el alimento, que no sean tan fantasiosos, que trabajen más —no tanto como nosotros—, y lo pueden pasar como unos príncipes, especialmente si nosotros salimos de miserias.
El rigor de examen y la necesidad de muchos años de aprendizaje y de mancebo es muy contrario para que haya muchos oficiales, y ayudará poco a que sean mejores…
Si desean de veras que los oficiales sean más perfeccionados, mejor que con el examen lo conseguirán con que cada uno de ellos un día de fiesta al mes dejase de hacer tertulia, y la peseta que así ahorrarían, dar (darla) al reino para ayuda de dotar tres cátedras: la una, de esa sabienda de algarabías que dicen que todo lo que se enseña es tan cierto como tres y dos son cinco; la segunda, de hacer máquinas, que hacen mucha falta en los oficios y la tercera, de dibujo, pues sin saber algo de esto no puede haber oficial acabado.
Porque algunos hijos nuestros, que han sido soldados y han andado mucho mundo, dicen que los oficiales jóvenes en Inglaterra. Francia, Alemania y aun en nuestro Cataluña, suelen asistir a estas escuelas, y aprenden más que Lepe; y así trabajan todo primoroso y más barato que en esta tierra.
Puestos estos estudios, los oficiales debían de (por) obligación enviar a ellos a sus hijos y aprendices, y en poco tiempo, sin examen, sabrían más que sus padres y sus amos.»
LOS DIEZMOS QUE LOS LABRADORES PAGAN A LA IGLESIA, A SUS MINISTROS Y A LA CASA REAL, QUE TAMBIÉN SE EXTIENDA A LOS OFICIOS.
«De todo lo que cogemos —dicen— tenemos que dar el doce y medio por ciento —que contando los gastos hacen el veintiséis por ciento— para las iglesias, para sus ministros (los eclesiásticos en Navarra eran entonces 4.400, contando desde el obispo al último cura de pueblo), para el Rey y para otros destinos.»
«Y esto —añaden— sólo pesa sobre los labradores y sobre las propiedades. La injusticia de esto clama al cielo.»
«Que paguen los comerciantes, los mercaderes y todos los revendedores, no el 26 por ciento, sino solamente el 10 por ciento de sus ganancias. Que paguen los oficios (los artesanos) el diezmo: el cerero, de diez velas, una; el chocolatero, de diez tareas, una; el platero, de diez cubiertos, uno; el relojero, de diez relojes, uno, con descuento de material, y a este tenor todos los demás oficios.
Que den igualmente los curiales, de diez escritos, uno; de diez escrituras, una; etc., y de este modo no nos llevarían tantas ventajas ni nos harían tantos desprecios como agora, porque somos más miserables que ellos en todo» (…)
(…) «Si se permitiese exportar los granos, aumentarían los diezmos y las rentas de los eclesiásticos, y el decoro de las iglesias. Venderían mucho más los comerciantes y mercaderes (porque los labradores podrían comprarles) y aumentarían la riqueza y el bienestar del Reino.»
AMENAZAS DE LOS LABRADORES
«Si no se permite la extracción, (exportación de productos agrarios) pediríamos, si nos fuese lícito, dos cosas, las más bárbaras: primera, matar todos los niños expósitos, porque su vida, no habiendo extracción, (exportación), es ruinosa para nuestros hijos.
La razón es clara: todos los niños de la inclusa los piden a la aldea para lactar, y sólas las niñas quedan en la inclusa; todos ellos toman el oficio de los nodrizos, que regularmente son los labradores, y como no habiendo extracción (exportación) no hay ganancia, ellos (los expósitos) sobran.
Todo lo que ellos ganan cuando grandes (cuando son mayores) nos quitan o tenemos de menos nosotros y nuestros hijos; pero si hay extracción habrá labor y ganancia para todos, y los expósitos nos serán utilísimos.
»La segunda barbaridad: que se premita que, en junta que hagan los labradores en cada lugar, determinen no sembrar en cuatro o seis años más trigo que el necesario para el pan de los mismos labradores, y que todos los demás mueran de hambre o paguen cada robo de trigo una onza de oro.
¿Y qué tal entonces?».
Firman este escrito, a 14 de mayo de 1817, «Garro. Terrentena, Goñi, Burdinerreca, Marruca, Ferranch, Zopolo. Champes, Mardi, Bertol, Zarcume, Vuruzuri… (Siguen las firmas hasta diez mil)».
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NOTA: Lo aquí escrito está recogido de un trabajo de José María Iribarren mucho más extenso y jugoso. Recomiendo que os lo bajéis del enlace que he sugerido más arriba y lo leáis. Os gustará.
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http://ujue-uxue.blogspot.com.es/2013/01/peticiones-de-los-labradores-del-reyno.html