Patria o muerte, ¡perderemos!

Criticaba Víctor Alexandre en una carta en Diario de Noticias la desacreditación sufrida por Joan Ridao en ERC por lo manifestado tras la bomba de Barajas y el asesinato de dos emigrantes ecuatorianos, que puso fin a la tregua: “La izquierda abertzale, en general, y ETA, en particular, han hecho mucho más por el proceso de paz que Zapatero”.

No conozco lo suficiente el peso de las diferentes posturas que pugnan dentro de ERC, pero, dando por buenas las razones que al respecto expone Alexandre, resulta chocante el grado de miopía que muestra al ignorar, bajo la argumentación de su crítica, el análisis de los efectos de la propia bomba. Aunque Alexandre, en realidad, rinde tributo al mismo tabú imperante que impide dirigirse al rey y decirle que está desnudo. Las místicas religiosas empapan muchos comportamientos sociales y crean sus ritos, como el de la incuestionabilidad del “Bombero”.

¿Qué valor puede tener ese “mucho más” en el haber de ETA si la situación a la que nos ha arrastrado en su actividad de los últimos veinte años es el desmantelamiento del poder político logrado por la izquierda abertzale, convirtiéndose, además, en la materia prima fundamental con la que se han alimentado y fortalecido las derechas españolas y los discursos del nacionalismo español? Fortalecimiento tal, que hace de España el único país europeo donde las derecha y las extremas derechas convivan en armonía alrededor del mismo y único partido político, gracias a la argamasa que les proporciona el “terrorismo vasco”.

La afirmación de Ridao denota una frivolidad propia de patio de colegio religioso, y una pérdida del sentido de la realidad que augura un futuro inmediato tan negro como el presente que nos toca.

Tal vez, como argumenta Alexandre, Ridao sea una víctima por su postura de no sumisión al sistema. Bien. Adelante con los faroles. Pero nuestro problema es la incapacidad para analizar, con la misma valentía que Alexandre pondera, las jodidas consecuencias que ciertos planteamientos militares, y ciertas sumisiones políticas a los mismos, nos están trayendo hoy y aquí, para general jolgorio y rentabilidad del nacionalismo español.

¿No existen otras alternativas (incluso ilegales) con algo de sentido común? ¿Creen Alexandre y Ridao que, más allá del papel que juegan y han de jugar los partidos españoles, no existen responsabilidades políticas bien graves en la concreta actividad desarrollada estos años desde “ETA en particular y la izquierda abertzale en general”?

Confundir al “pueblo vasco” con uno mismo, y creer en la infalibilidad política amparado en el paraguas de esa “fe”, ha sido en el último siglo el patrón que nos ha conducido a conseguir un País más dividido y descompuesto que en toda su historia, donde los nacionalismos español y francés han conseguido asentarse hasta el punto de que llevar a la práctica ese reclamado derecho de autodeterminación podría ser su confirmación definitiva.

En medio de la debacle política de Batasuna y de las detenciones a la carta, el reconocimiento a ETA por parte del Gobierno español como interlocutor de unas “negociaciones”, era ya un triunfo, el triunfo. El único posible donde arreglar el problema de los presos (alguien debería hablar sin pelos en la lengua de lo desigual e injusto del papel que se les asigna), y colocar a Batasuna en un nuevo punto de partida para recuperar todo el tiempo estúpida e irresponsablemente perdido. ¿Nadie entre nosotros es capaz de ver que el “logro de la Paz” sería un acontecimiento mediático de tal calibre que las rentas políticas que el PSOE sacaría del mismo irían unidas a las de Batasuna? ¿A quién podría interesarle tensar la cuerda de las negociaciones más allá o poner una bomba “didáctica”? Pues, sencillamente, al franquismo político (los grandes derrotados si esto saliera adelante). Es tan absurdo todo que, a veces, es evidente que el timón del barco lo lleva el enemigo.

Si alguno cree que los milis tienen capacidad para imponer hoy en Madrid el derecho de autodeterminación (ya son ganas de alegrarle el día a upn y a los jacobinos) y la inclusión de Navarra en el proyecto nacionalista (y menos como condiciones previas de una negociación) es que al desconocimiento supino del entramado jurídico-político que habría que cambiar, se une la alucinación de creer ser lo que no se es. Por ejemplo, ¿alguien puede imaginar hoy al Congreso y Senado españoles aplaudiendo la supresión del artículo que hace garante al ejército de la “unidad de la Patria”?. Si éste es precisamente el manantial de votos más preciado de la política española; si durante muchos años ha sido la firmeza ante los terroristas (ampliada a la firmeza contra los vascos, ¡qué gran logro!) la mayor pugna política del nacionalismo español y el de mayor rédito electoral, ahora va a resultar que al PP y al PSOE les va a entrar el acojono por las bombas, y van a levantar las manos para rendirse. La “poética” del “¡Patria o muerte, venceremos!” suena graciosa en los labios de quienes lo ha ganado todo y tiene todo por perder, pero resulta patética en quien ha conseguido menos que nada y no se ha enterado.

Tener un “enemigo” como chivo expiatorio de todos nuestros males puede ser muy reconfortante “espiritualmente”, pero ya es hora de utilizar la política como un instrumento laico para conseguir una sociedad democrática y justa, incluida la utopía posible de la independencia. Salud y dioptrías.