Paradojas móviles

“Malditas las guerras y quién las hizo” Anónimo

Ahora que cierra el Mobile, tratemos de hackearlo un poco. La otra cara de la luna, dialéctica de contrarios y complementariedad no encajable, desde las otras miradas y algunas reflexiones (im)pertinentes. Cosas que hacen pensar y surcar dudas dentro de la realidad más real que virtual. En interrogantes desnudos e inquietudes crudas.

Uno. La devastadora guerra del coltán y la omertà respecto a la implicación criminal de la industria de la telefonía. ‘Blood in your mobile’: cinco millones de muertos en el Congo y 200.000 violaciones sexuales desde 1994, y trabajo infantil en abundancia en las minas. Que la realidad no te estropee el MWC. Silencio, dinero.

Dos. Pasarse la soberanía del país por el arco del triunfo, dado que desde el 2013 el Parlament reclama la apertura de un espacio de debate dentro del MWC que aborde estas responsabilidades y todo es, todavía, oídos sordos y desprecio arrogante. El mercado impone y calla la democracia: no estorbéis el negocio. La ley del silencio, de nuevo. ‘Business friendly’.

Tres. Los suicidios en Shenzhen, del estrés del ‘call center’ o de la esclavitud moderna, mutis general. Precariedad extenuante en tiempo de ganancias: 2.735 millones de euros en beneficios netos para Telefónica el año 2015, campeona en subcontrataciones de escándalo en nuestro país. Y también: cuatro euros a la hora a las trabajadoras de la limpieza de los hoteles, cuando la vida nunca tiene recambio.

Cuatro. Demostrado cinismo soberbio, también, en relación a la prostitución: los que se desgarran todo el año estigmatizando el trabajo sexual en la ciudad miran hacia otro lado, hipócritamente, cuando este otro negocio proxeneta se dispara a la sombra del MWC. En qué quedamos, ¿a ver? Denso silencio espeso, también.

Cinco. La técnica nunca es neutra y no queda claro si la actual condición pantállica a la que nos invitan nos acabará convirtiendo en mutantes digitales. La revolución tecnológica ya está aquí, pero ¿cuál será el precio? En San Cosme, en El Prat, las abuelas dicen que la conversación en el patio de la escalera es su chat. Sociedad de la imagen, la apariencia y la infoesfera, los avisos hace tiempo que llegan (Fernández Durán, ‘Tercera piel’, Virus, 2010). El simulacro sepultará la realidad, diría Baudrillard.

Seis. Doble uso poco visible, la tecnología móvil dispara en paralelo el control social, el ciudadano de vidrio, la monitorización a la carta, la pesadilla de Orwell, dolor mezclado con el egosurfing narcisista digital. Por cierto, hay listas negras de trabajadores en las empresas auxiliares del MWC, las hay, señorías.

Siete. Metáfora metropolitano-urbana de qué modelo para qué ciudad. ¿La parquetematización que socializa inversiones y privatiza las ganancias? En el debate sobre economía colaborativa chocan frontalmente -Rifkin vs. Chul Han- dos tesis opuestas: un nuevo modelo incipiente cooperativo o la reproducción bestial del capitalismo posmoderno de obsolescencia programada. ¿Trabajo gratis en el pajarito del dinero? Todavía habrá que averiguarlo. Veremos. Pero no pinta bien.

Ocho. La cantinela de los beneficios reportados a la ciudad es, eso, pura cantinela, con permiso de unos taxistas que también ven, ‘black vans’, piratas en el sector. Inversión pública, beneficio privado: 100 millones de euros públicos se comprometieron en 2012 con el MWC. Pero, como con la industria del turismo, ¿a dónde va a parar y cómo se redistribuye la riqueza finalmente? Incluso, Enric Truñó, que sabe de lo que habla, lo aclara: el Mobile no está ni ha venido para eso.

Nueve. Alarmante suspenso de la cultura democrática en relación al derecho de huelga, que si se ha dicho mucho por qué se producen paros estos días, también habría que preguntarse por qué algunos sólo negocian en la puerta del MWC y se olvidan el resto del año. Huelgas en la ciudad de las huelgas -y sí, la de la Canadiense también dejó Barcelona sin luz, pero se conquistaron las 8 horas- en una desmemoria que da miedo y vergüenza: extraña amnesia selectiva que mitifica el pasado para abolir el presente y negar el futuro.

Diez. Hay alternativas al monocultivo congresista y turístico, como hay móviles éticos diferentes (Fairphone), software libre y conexiones alternativas (ETICOM). No son las esperanzas invitadas ni las apuestas estrella. O cambiamos el mundo o lo reproducimos, ‘as usual’. En medio de la brecha digital global, porque habría que olvidar que tablets, 5G e hiperconectividad son exclusiva del 16% del mundo rico.

Y, sin embargo, hay que decirlo, nunca como antes las otras voces se han abierto paso gracias al movimiento popular y el tejido asociativo, un término bastante menos neutro que el de sociedad civil. Este año el Congreso de Soberanía Tecnológica impulsado por la izquierda independentista, Mobile Social Congress dinamizado por Setem, la carrera de 800 kilómetros del ‘Correscales’ para denunciar la precariedad en Telefónica, la Federación de ONG invitando a las víctimas del Congo y unas cuantas voces en la ciudad los prodigios, las modas y los desastres.

En fondo y forma, el MWC nos pone un espejo sobre el modelo urbano, sobre la economía local y sobre nosotros mismos. “Peor sería que no estuviera”, espeta la versión del poder, en un discurso entre perverso y nefasto de callar y acatar. A los pregoneros posmodernos de la miseria en nombre del hambre se les podría responder que sí, que de acuerdo. Que si quitamos las víctimas de la guerra, las condiciones de esclavitud precaria, el cinismo con la prostitución, el papel mojado del Parlament de Cataluña, el derecho de huelga azotado, el Tecnocontrol represivo, la parquetematización metropolitana que nos convierte en figurantes de feria o la inversión pública que remacha las ganancias privadas, tal vez sí… que el Mobile luce bastante, es muy chic, nos proyecta al mundo (en nuestros silencios cómplices) y deja dinerito. Es decir, que si permanecemos mudos, sordos y ciegos, todo es maravilla. Y todo queda inmóvil.

“El que no se mueve no nota las cadenas”, escribía Rosita Luxemburgo. Y el MWC tiene las suyas. Y nos recuerda, a golpe de gran acontecimiento, aquel otro Foro que tenía que mover el mundo y sólo movió dinero, cemento, una placa tardía a los fusilados del Camp de la Bota y un informe de la Sindicatura de Cuentas pleno de irregularidades con tufo de corrupción. Tiempo al tiempo, que las modas siempre pasan. ¿Quedarán, otra vez, sólo los escombros?

ARA