Es comprensible la preocupación que existe acerca de las disputadas elecciones presidenciales de Afganistán. Para poner fin a la violencia en el país se necesitará un gobierno que cuente tanto con la legitimidad como la capacidad de enfrentar las causas subyacentes de la insurgencia talibán.
Sin embargo, para lograr el éxito en Afganistán -definido como alcanzar un régimen democrático sostenible que sea capaz de contener la violencia política, impedir la reconstrucción de una base terrorista con alcance global, y debilitar una insurgencia financiada por los narcóticos que amenaza a los países vecinos- se requiere una mayor armonización de políticas entre las potencias mundiales que tienen interés en este resultado.
Gran parte de la atención reciente se ha centrado en cómo las fuerzas de seguridad afgana, pakistaní y de la OTAN pueden colaborar para derrotar la insurgencia e impedir que el país se convierta en un refugio terrorista nuevamente. Pero los últimos años han puesto de relieve la incapacidad de la OTAN para lograr mejoras sostenidas en los ámbitos político, económico y de seguridad en Afganistán sin una colaboración internacional más eficaz, en particular con China y Rusia.
A lo largo de varios años, los representantes de la Organización de Cooperación de Shangai (SCO, por sus siglas en inglés), cuyos miembros predominantes son China y Rusia, han identificado el tráfico de narcóticos desde Afganistán como un importante factor de inseguridad regional. La OTAN debe usar estas inquietudes para explorar una colaboración potencial en torno a los temas de seguridad afganos. Es imperativo asegurar la ayuda adicional de China y Rusia para complementar el apoyo que ya proveen los miembros de la SCO pertenecientes a Asia Central, así como Pakistán e India, que son estados observadores de esta organización.
Afganistán es un área de vital interés para la SCO. Sus miembros están muy dispuestos a ayudar al gobierno afgano a contrarrestar el terrorismo y el tráfico de drogas regional. El presidente Hamid Karzai ha sido un invitado regular a las cumbres de la SCO desde 2004, y la ha llamado a hacer del combate al tráfico de drogas una prioridad. Sus miembros han creado un Grupo de Trabajo afgano-SCO para proveer un mecanismo de coordinación para la gran cantidad de iniciativas de la SCO relacionadas con Afganistán.
La realización de una conferencia especial bajo el auspicio de la SCO en marzo de 2009 confirmó aún más el estatus único que ha recibido Afganistán. Los gobiernos de la SCO y el afgano hicieron una declaración conjunta que expresó apoyo a los esfuerzos de la Fuerza de Seguridad Internacional (ISAF) encabezada por la OTAN para luchar contra el tráfico de narcóticos regional.
Los miembros de la SCO no manifestaron interés en contribuir tropas para la ISAF, pero la declaración recomendó a “otros países… a participar en los esfuerzos colectivos” para combatir el terrorismo regional y “considerar formar parte de los envíos de material no militar que la ISAF necesita”. Varios miembros de la SCO ya están ayudando a los países de la OTAN a enviar suministros a Afganistán, mientras Rusia permite a Estados Unidos transportar material militar a través de sus fronteras con Asia Central en dirección a Afganistán.
Esta colaboración se debe profundizar, porque China y Rusia, quizás más que cualquier otro país, comparten intereses comunes con Occidente en Afganistán. Una importante ruta de la droga va desde Afganistán hasta Asia central en dirección a Rusia y Europa. Los débiles controles fronterizos en las fronteras de Rusia con las ex repúblicas soviéticas de Asia central facilitan el contrabando de narcóticos y otras mercancías. Los talibanes, y especialmente al-Qaeda, también han utilizado sus posiciones en Afganistán para apoyar a otros movimientos terroristas de Eurasia, especialmente del Movimiento Islámico de Uzbekistán y sus distintos derivados.
Si bien China no se ubica a lo largo de la “Ruta del Norte” a través de la que tradicionalmente ingresan los narcóticos afganos a Asia Central y Europa, desde 2005 se han desarrollado nuevas redes de tráfico que transportan drogas ilícitas desde Afganistán hacia China a través de Pakistán y Asia Central. Las autoridades chinas sienten preocupación acerca de los vínculos de los talibanes con los grupos extremistas islámicos que buscan la independencia de la región de Xinjiang.
Más aún, China se ha convertido en un importante actor económico en Afganistán. De acuerdo con cifras dadas a conocer por el gobierno chino, hasta el año pasado había 33 proyectos en Afganistán con participación de compañías chinas. En mayo de 2008, China dio un paso económico importante en Afganistán cuando empresas chinas ganaron un contrato de $3,5 mil millones de dólares para desarrollar el enorme yacimiento de cobre de Aynak. El contrato también incluye la construcción de una planta de energía y un ferrocarril que conecte las minas con China a través de Pakistán. Representa el mayor proyecto de inversión directa extranjera en la historia de Afganistán y crea cientos de empleos.
No obstante, los empresarios chinos son reticentes a invertir en Afganistán debido a la violencia generalizada que existe allí. Los ataques insurgentes han matado 11 trabajadores chinos desde 2004. Probablemente los inversionistas chinos se apresurarían a adquirir recursos naturales adicionales en Afganistán si la situación de seguridad mejorara. Por ejemplo, el norte de Afganistán posee reservas no exploradas de gas natural y petróleo que podrían ayudar a satisfacer las necesidades energéticas chinas.
Puesto que los miembros de la SCO han manifestado que no están preparados para proporcionar tropas de combate a la ISAF encabezada por la OTAN, una colaboración más estrecha debería concentrarse primero en revitalizar la economía afgana y dar medios de sustento alternativos a quienes forman parte de la cadena del narcotráfico. La viabilidad económica de largo plazo de Afganistán depende del desarrollo de mejores redes de transporte, comunicaciones y otros para integrar mejor el país a la economía regional.
China y Rusia podrían brindar asistencia económica a Afganistán e invertir en el país, creando más proyectos que generen los empleos e ingresos que tanto se necesitan. A su vez, la OTAN y las fuerzas afganas podrían asignar tropas para proteger estos proyectos e impedir que sufran ataques, idealmente con algún tipo de ayuda financiera por parte de rusos y chinos, a fin de acallar las posibles objeciones de que se sacrifica soldados occidentales en aras del enriquecimiento de compañías extranjeras. Los estrechos vínculos de China con Pakistán también podrían demostrar su utilidad para apoyar las iniciativas europeas y estadounidenses para mantener aliados a los servicios de inteligencia y militares paquistaníes en el combate contra los talibanes.
Mientras tanto, todos estos actores internacionales podrían ayudar a financiar y entrenar al ejército y la policía nacional afganos. A fin de cuentas, los mismos afganos tendrán que sostener el progreso económico y la seguridad que los aliados extranjeros sólo pueden contribuir a iniciar.
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Richard Weitz es Investigador senior y Director del Centro de Análisis Político-Militar del Instituto Hudson.
Copyright: Project Syndicate, 2009.
www.project-syndicate.org
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen