La crisis del coronavirus y el debate sobre el estado de alarma han acabado llevando unos cuantos pájaros más a las manos del autogobierno vasco. Una jaula bastante llena. Ciertamente, en esta partida el gobierno vasco y el PNV tienen buenas cartas. Algunas se les ha dado una historia convulsa, a un precio muy alto. Otras tienen que ver con su peso económico y su medida demográfica: suficientemente grandes para ser viables, lo suficientemente pequeños para que su excepción no ponga en cuestión la viabilidad del sistema español. Y, juegan bien las cartas en la estrategia del pájaro en mano. Lo hacen con astucia, pero también con frialdad. Una de las claves del éxito negociador vasco es la absoluta extranjeridad mental respecto a España: les importa un bledo quién y cómo gobierna España. No se sienten ligados ni al PSOE ni al PP. Pueden llegar a votar junto a Ciudadanos. Van estrictamente a la suya. Y mientras los catalanes tienen fama de fenicios, son los vascos los que aplican una máxima mercantil en la negociación. Si lo que tú tienes (unos votos, por ejemplo) interesa a más de un cliente, el precio lo marcarás tú. Si sólo te lo puede comprar un cliente, el precio te lo marcará el cliente. Y si no le interesa a nadie, o lo pueden encontrar en otro lugar mejor de precio, no tienes nada.
ARA