En el atardecer del día de nochebuena un grupo de jóvenes sacaba en andas a Olentzero y cantando coplas alusivas pedían la colación por las casas. La comparsa se componía de los cuatro porteadores, el bolsero y el koplari y salían tantas comparsas como el número de jóvenes vecinos permitiese formar. Nunca fue una fiesta infantil sino juvenil, de muchachos a un paso de la edad adulta dotados de cierta autonomía para organizarla, desarrollarla y disfrutarla. Se caracterizó por la postulación y posterior ingesta colectiva de lo recogido y por los rituales en torno al fuego como símbolo solar y las ceremonias de protección. Las cuestaciones protagonizadas por adolescentes en la Nochebuena están documentadas desde el siglo XVI pero su práctica puede ser anterior.
El compañero de hambre insaciable es el pretexto que refuerza la petición de alimentos en la puskabiltzea. No pedimos para nosotros, parecen decir los jóvenes, sino para este colega hambrón. La postulación era una práctica sustancial a la fiesta pero impracticable hoy en las ciudades en las que habita la mayoría de la población. Hay noticia de que en ocasiones, quizá por falta de previsión y tiempo para preparar el muñeco, salía un muchacho disfrazado de Olentzero. También hubo costumbre de atar el muñeco a la chimenea o exponerlo en la ventana.
A veces se representaba Olentzero por un monigote de paja que luego se quemaba al igual que a otros personajes inanimados representativos de un ciclo que se cierra, como los carnavalescos. La quema de Olentzero no fue una práctica general ni siquiera confirmada pues las noticias que nos han llegado son aisladas y contradictorias. Hoy parece incompatible con su actual personalidad. Pero como se verá, es una referencia importante al vincularse al fuego, elemento ritual.
Baiona, años 30 siglo XX Saint Pansard. Document Photo du Photographe Pierre Gelly
transmis par Mousieur Laulhé, présentant le Géant SAN PANSART.
Olentzero es en la tradición un amenazador gigante de grosero aspecto y nada ejemplares costumbres, glotón, bebedor y fumador, que poco tiene que ver con un Papa Noel bonachón. Desde su llegada a la ciudad, estimulado por los medios de comunicación Olentzero ha pasado por el salón de belleza, se ha redimido de sus adicciones y ha asumido la novedosa tarea de traer a los niños vascos los regalos navideños con agradecido adelanto al comienzo de las vacaciones. Es una función que, sin duda, le ha dado popularidad y entrada en el currículo escolar y a la cual debe mucho de su éxito actual, pero también ha modificado su misteriosa y primigenia naturaleza. ¿Cómo puede ser peligroso un ente mágico que trae la ilusión a los más pequeños?
La costumbre del regalo en torno al solsticio es muy antigua. Los romanos hablaban de “estrenas”, regalo, y era señal de buen augurio. Todavía usamos, con el mismo significado, la palabra celta “aguinaldo”. En Euskal Herria, como en otras partes de Europa, fue la de San Nicolás o Samikolas, el 6 de diciembre, la fecha en la que los niños recibían obsequios, mucho antes que los Reyes Magos o Papa Noel. Todavía pervive en numerosas localidades vascas y en otras donde desapareció queda el recuerdo de los versos y cantos. Se trata de una importante festividad compartida con los niños de Francia, Gran Bretaña, Austria, la Suiza alemana, Baviera, Tirol, Alsacia, Eslovaquia, Países Bajos o Rusia. Los emigrantes europeos llevaron a los Estados Unidos estas viejas personificaciones navideñas donde, ya en el siglo XX, fueron fundidas en la mercantil y poderosa imagen de Santa Claus o Papa Noel. Nótese que frente al origen pagano de nuestro mítico carbonero el de estas es cristiano. La de Olentzero es una evolución que sorprende por su celeridad y preocupa, con motivo, a los vigilantes de la tradición. Se trata de un fenómeno de traslación del contenido ritual de una fiesta a otra, y es también una prueba de que Olentzero, obediente, se adapta a los caprichosos deseos de los humanos.
Pero volvamos a la pregunta del título. ¿Es Olentzero un personaje del Carnaval? Más allá de la intuición, para este propósito quiero recordar a un autor poco citado en este punto y que tiene indudable interés: Pío Baroja. Ya en 1931 el célebre escritor cuenta cómo un joven vestido de Onentzaro sale en cuestación por el centro de Donostia, recuperando una antigua tradición olvidada. Más tarde, en su obra El País Vasco, explicaba la fiesta que conoció de primera mano y analizaba así al personaje:
“La fiesta se reduce a pasear en andas un pelele de paja, sentado en una silla, que va fumando una pipa, entre ramos de laurel, cantarle unas coplas y después pegarle fuego” (…) “no parece que existe más que en una zona de Guipúzcoa, que desde la frontera alcanza hasta Zarauz y a la parte septentrional de Navarra. El personaje no llega a Vizcaya ni a Alava. El tipo de Olentzero tiene como dos avatares; en el uno probablemente el primitivo, es un personaje importante y sombrío que da miedo a la gente; en el otro, en el secundario, es un tipo cómico que hace reír.”
Sugiere que el carácter primitivo es precristiano, un semidiós, y el secundario tras la evangelización, un personaje cómico y ridículo que “interviene con el tiempo en el nacimiento de Jesús de una manera subalterna” (Olentzero joan zaigu) y “en el avatar cómico, que yo supongo el segundo, Olentzero es una especie de Baco grotesco”. También don Pío se pregunta sobre su significado y subraya el mito del fuego, una representación solar propia del solsticio de invierno, carbonero, ojos rojos y brillantes, al que se le pega fuego… Respecto del nombre, da por buena la alusión a las Olerías.
Carnaval de Biarritz 1928 Le Char de Zan Pantzar-San Pançar.
Pero la información que despierta mi atención es cuando afirma que su país de origen es Francia donde, dice, “existe con más extensión que en España”. Se refiere a la Vasconia continental o Iparralde y subraya el dato importante y cierto de la pequeña extensión del culto a Olentzero en la Vasconia peninsular o Hegoalde. Habla del gigante de paja al que se prende fuego fiestas del centro de Europa en los solsticios y en la primavera según observó Frazer en La rama dorada. Y aventura una época: “hacia el milenario cuando la Vasconia francesa que formaba parte de la Aquitania Tercia o Novempopulania estaba intervenida por los normandos”. Y concluye “También se podría aceptar que la extensión del culto de Olentzero dependió en parte de la extensión de la iglesia de Bayona, que según el cartulario de Arsius, llegaba más allá de San Sebastián y Hernani y comprendía las Cinco Villas de la montaña navarra y el Valle de Baztán. Todo hace pensar que la evangelización del País Vasco en el campo fue muy tardía y que, probablemente, no se realizó hasta los siglos XIII y XIV.
Copio una curiosa información que Eusebio Zubillaga de Rentería daba a J.M. Satrústegui hace medio siglo: “Olentzero es de siempre en Rentería. Los jóvenes salían a postular de puerta en puerta. Recogían castañas, nueces y manzanas. Antes, en tiempo de mis padres, solían cantar y les daban presentes. Se empezaba aproximadamente a las siete y se acababa a eso de las nueve. También lo hice yo. Vestían a un mozo con pipa y ademán de arlote (…) Ahora es diferente. Han empezado a vestir el Zanpantzar y lo queman” ¿Qué quiso decir?
Los ciclos festivos de Navidad y de Carnaval están vinculados y pivotan sobre el solsticio de invierno en el que ambos coinciden. Plantean y resuelven la tensión entre el invierno y la primavera. Un pasaje al año bueno. Desde el inicio de noviembre, Todos los Santos –reimplantada como Halloween-, hasta Pascua pasando por San Nicolás –léase Santa Claus-, la costumbre tradicional era que los jóvenes desarrollaran diversas actividades en las que sobresalen las cuestaciones y la de Olentzero es una más de ellas.
El investigador Thierry Truffaut publicó en 2011 un cabal y magno inventario de tres mil quinientas páginas de las tradiciones carnavalescas de Laburdi con testimonios de los informantes, películas y una monografía por cada localidad – cuarenta- que analiza la fiesta, la música y la indumentaria a lo largo del tiempo e incluye todas las referencias documentales conocidas además de las encuestas que el propio autor realizó y abundantes fotografías (la primera foto de carnaval en Lapurdi es de 1887).
Carnaval de Biarritz 1928 Le Char de Zan Pantzar-San Pançar.
Documentado desde el siglo XVI, Saint-Pansard o Zanpantzar –el santo panzudo- es paseado, juzgado y condenado a la hoguera como símbolo del fin del periodo de opulencia y comienzo de la abstinencia, la Cuaresma. Su desarrollo corría a cargo de los jóvenes varones solteros en lo que Truffaut ve un claro rito de paso hacia la edad adulta (Truffaut, 2011, 137). Pues bien, examinando su colosal obra se descubre con facilidad la asombrosa semejanza formal – identidad – de Olentzero y el personaje de Saint-Pansard. Son varios los ejemplos gráficos que aporta Truffaut y alguno de ellos muy elocuente como el de Biarritz en 1928 o Baiona en los años 30 del pasado siglo que me permito reproducir aquí.
Acreditada la coincidencia ¿podríamos deducir, en sentido contrario, que Saint-Pansard es heredero de Olentzero? No parece probable. La extensión, arraigo y marcada personalidad de Saint–Pansard a lo largo y ancho de Francia frente al reducido espacio natural de Olentzero no avala la deducción.
Olentzero se resistió al cristianismo y a los agravios de la jerarquía eclesiástica y logró sobrevivir cristianizándose. Luego abandonó su pacífica y serena vida rural que la literatura etnográfica para comprometerse con la custodia de la identidad amenazada y llegar hasta su ajetreado y muy mercantil compromiso anual. En ese recorrido Olentzero ha experimentado llamativos cambios que nos asombran incluso a sus devotos. Los folcloristas colaboramos en la innovación de las tradiciones incorporándolas a nuevos contextos que son diferentes, bien en el tiempo o bien en el espacio, a los de las comunidades donde se originaron. Y el folklorismo, entendido como actitud reverencial hacia la tradición, nos explica cómo se entienden ahora las tradiciones y pide cuentas. Perplejos le respondemos que el ritual sigue siendo un acto mágico que hace concreto lo abstracto y real lo ficticio y que el folclore es elaboración social en continua transformación sometida en cada momento a la combinación de factores que se presentan. Un proceso complejo que en todo caso precisa conocimiento.
Bibliografía:
BAROJA NESSI, Pío:
– Familia, infancia y juventud. Ed. Caro Raggio. Madrid. 1982.
– El País Vasco. Ediciones Destino. Barcelona. 1953. Pp. 471-476
TRUFFAUT, Thierry (2011): Vers un inventaire des traditions carnavalesques et hivernales de la provincie du Labourd / Euskal Herriko Lapurdi probintziako inauteri eta negu ohituren zerrendatze bati buruz. Fundación José Miguel Barandiaran Fundazioa.