Nuestra mano presenta una particularidad única entre las especies vivas de primates. La longitud del pulgar, su notable musculación y la gran cantidad de terminaciones nerviosas de la yema del dedo se han modificado a lo largo de nuestra genealogía, para conseguir una adaptación de una enorme importancia: la pinza de precisión. La yema del pulgar puede oponerse fácilmente a los demás dedos y en particular al índice. Con esta adaptación anatómica somos capaces de realizar trabajos de una enorme precisión, que ha permitido el desarrollo de una tecnología cada vez más compleja, desde las primeras herramientas hasta los microprocesadores más sofisticados.
El equipo del Profesor Salvador Moyà-Solà, que desarrolla sus investigaciones en el Institut Català de Paleontología, ha realizado un trabajo muy detallado sobre las falanges de especies fósiles de primates del Mioceno. Muchos de estos fósiles se vienen localizando desde hace años en yacimientos catalanes y están teniendo una enorme importancia en el estudio de la evolución del antecesor común que compartimos con gorilas, chimpancés y orangutanes. La especie Pieralopithecus catalaunicus, descubierta y nombrada en 2004 por el equipo de Salvador Moyà-Solà, vivió hace unos 12 millones de años en el área que hoy ocupa el territorio de Cataluña, cuando
Moyà-Solà y su equipo han observado que las falanges de los dedos de esta especie no son tan largas como las de los chimpancés, que únicamente pueden realizar una pinza de presión, sujetando los objetos con fuerza entre un pulgar muy largo y menos fuerte que el nuestro y los demás dedos de la mano. Los chimpancés, gorilas y sobre todo los orangutanes (los más arborícolas) tienen una gran capacidad para trepar y su mano tiene la anatomía necesaria para esta función. Los australopitecos todavía no habían conseguido una mano como la nuestra, pero su mano ya no era como la de los chimpancés, sino que recuerda más a la de Pieralopithecus.
La conclusión más lógica para explicar estas evidencias del registro fósil es que tanto los orangutanes como los chimpancés y los gorilas han modificado su mano a partir de un modelo primitivo. Este modelo está en Pieralopithecus y fue heredado por los antecesores de nuestra genealogía. Hace menos de tres millones de años comenzamos a modificar la anatomía de la mano para conseguir la pinza de precisión. Aún así, nuestra mano parece estar más próxima al modelo primitivo que la mano de los chimpancés o de los gorilas.