La Navidad como conmemoración del nacimiento de Jesús de Nazareth fue instaurada en el año 354 por el papa Liberio, el 25 de diciembre. Una festividad que en época del Imperio Romano fue inicialmente pagana, vinculada al solsticio de invierno, Natalis Solis Invicti (nacimiento del sol invicto), luego cristiana y actualmente profana. Incluso el actual pontífice Benedetto XVI ha deplorado la banalización de la Navidad manifestando: “en la sociedad de consumo actual, este período se ve afectado desgraciadamente por una especie de contaminación comercial…”.
Aprovechando que coincide temporalmente con un período de aborrecible bullicio y consumo indisimulado, se recogen algunas reflexiones. Es preciso distinguir entre los hábitos colectivos provenientes de una tradición religiosa muy arraigada en nuestro país, con una actitud social propia de carácter etnográfico como pueblo singular, frente a la creciente y agobiante invasión de una exterminadora globalización. Para mayor desgracia, por el calendario laboral español al que estamos sometidos, este mes de diciembre nos viene desorganizado por unos días en los que nada hay que celebrar. Empieza con una festividad impuesta, el 6, la Constitución española, que a los vascos nos resulta agresiva, sigue con el 8, la Inmaculada Concepción, de exacerbada y misteriosa credibilidad, y dura hasta la Epifanía, el 6 de enero, cuando el resto del mundo hace ya cinco días que está produciendo. Además del descalabro económico para las empresas, la desorganización de la administración y los servicios fundamentales de una sociedad y los numerosos muertos en carretera para moverse precipitadamente unos días, se producirá un gigantesco despilfarro económico.
El primer despropósito urbano comienza con la precipitada y cuestionable iluminación callejera, cada vez con más antelación por presiones de los grandes almacenes y comerciantes que actúan como inductores del calendario, de las estaciones y los dichosos días del padre, la madre etc., creando un continuo paisaje de escaparates ofertadores de felicidad artificiosa, adquirible y excitada por una abrumadora publicidad para incitar a un consumo desenfrenado.
Tradición
Hemos sido educados masivamente, al menos generaciones anteriores, en un ambiente impregnado de religiosidad cristiana católica. Una religión basada en una milenaria tradición oral a partir de ciertos comentarios transcritos y transmitidos por nuestros antepasados, que crearon a lo largo de la historia un importantísimo, en cantidad y calidad, patrimonio cultural de iconografía representativa del nacimiento de Jesús. Un relato, algo increíble, pero justo socialmente y de gran belleza espiritual. La festividad más importante para el mundo occidental, el cristiano, con todas sus religiones, es la Natividad, la que regula su ciclo anual con la Pascua. Esta celebración parte de un contenido arraigado en la civilización humana con una representación tradicional muy respetable que merece persistir por su reconocida aceptación. El llamado belén, o simbología relativa al nacimiento.
Navidad debe ser un período de identidad personal y colectiva donde predominen los valores de la tradición, la manifestación de creencias espirituales de rango universal y costumbres propias de un pueblo como los ritos, los cánticos o la comida. No este repudiable mercadeo alterado con árboles talados para colgar paquetes y bombillas, colgajos iluminados y una iconografía importada de gordinflones personajes bufones con trajes rojos, barbas blancas en trineos con campanas, canciones en inglés y gustos alóctonos. La primera estupidez, inducida por unas emisoras que emiten sin rigor contagiando a la población, es utilizar el plural Navidades como si hubiese más de una.
Las instituciones políticas, Ayuntamiento, Diputación y Gobierno Vasco, que en las capitales tiene una paupérrima representación física, al menos en Bilbao, prescinden de esta significativa fiesta conmemorativa y revistiéndose de un manierismo y pasajero laicismo evitan o esconden en esta ocasión cualquier detalle figurativo frente a un hecho tan ecuménico. Quizá pretendan que estos sencillos figurantes del Belén se conviertan en modelos para aumentar el repertorio de enanos de escayola para adornar el jardín de horteras chalets.
En Gasteiz existe un magnífico Belén Monumental con más de 300 figuras en tamaño natural perfectamente ambientadas, entremezclado con la vegetación del Parque de La Florida. En Donostia, además del interior de la Diputación, en los jardines de la Plaza Gipuzkoa hay muy otro bello. En Bilbao no hay ningún belén de tipo institucional o exterior público; sus autoridades embriagadas de poder y el afán por el dinero han asumido una pose iconoclasta. En cambio, cuando les interesa la hagiología, en un acto de espectacular cinismo, acuden al santoral como en Santo Tomás y al repertorio de festividades de la virgen, más conocida como “amatxo”, y los santos celebrando patrones locales y provinciales con misas, procesiones y aurreskus, que les amparen en sus prebendas localistas. Organizan un cóctel por San Ignacio, donde acuden todos los aduladores y bufones de la villa, con comerciantes, futbolistas, ciclistas, tasqueros y gentes de cabaret, lo que definen como más representativo de la sociedad bizkaina. Es el populismo que les mantiene en el negocio del poder.
En Bilbo por ejemplo, desde finales de noviembre serán casi 40 días de contaminación lumínica del firmamento, despilfarro energético además del costo de instalación, 790.000 €, y la tala de 21 abetos a que nos obligan a contribuir para satisfacer a unos determinados influyentes comerciantes de Bilbao Centro, que en nada se preocupan por un mejor trato al público. En Donostia, con acertado criterio, hace dos años este presupuesto se redujo admirable y drásticamente.
Los políticos de nuestro país frente a estos actos han demostrado, una vez más, su personalidad. José Ángel Cuerda, quizá el mejor alcalde de Euskal Herria del período llamado democrático, hace años manifestó: “Hemos transformado la Navidad en un inmenso bazar. La hemos trivilalizado y convertido en algo que no recuerda para nada el mensaje cristiano. La Navidad aquí son calles iluminadas y publicidad. Ya no somos ciudadanos sino consumidores. Los mercaderes se han vuelto a apropiar del templo y han convertido todo en compras. El misterio del nacimiento de Jesús es algo banal, sin sentido”.
El alcalde de Blbao, Azkuna, en cambio cuando hace unos años encendió las luces, en noviembre, se sintió satisfecho proclamando con total atrevimiento: “Comienza la navidad y deseo a todo el mundo que pueda vivirla en paz y fraternidad, y a los comerciantes de Bilbao les deseo que les vaya todo lo mejor posible durante estas fechas”, y los vecinos que aguanten como puedan. Patético. Inaudita frase y curioso cambio de un ciclo litúrgico por unas rutinarias bombillas. La entonces viceconsejera de Comercio y Turismo Belén Greaves remataba tan brillantes aportaciones intelectuales infundiendo sus deseos al decir: “Las luces navideñas embellecen y contagian a la gente y este tipo de iniciativas demuestran que la navidad está relacionada con el comercio y con el consumo” Quizá como reconocimiento a tan magistral pensamiento de esta eminencia fue posteriormente nombrada diputada de Cultura de Bizkaia. ¡Menudo porvenir soportar esta calamidad!
Identidad
La visita en nuestra infancia a alguna ermita, iglesia o catedral para contemplar la representación del Belén ha sido sustituida por el viaje y prolongada estancia en el supermercado como catedral del consumo. Padecemos, al parecer irremediablemente, como seres pasivos sometidos a los pregoneros del consumo el insoportable síndrome de la felicidad ficticia cuya ideología estimulante es que habrá mayor felicidad, como un acto mensurable, cuanto más se gasta. El lema: ¡Vivir es consumir! En este período demasiadas personas se dejan arrastrar por modas perdiendo los más arraigados sentimientos y símbolos de idiosincrasia en una vorágine de despilfarro obscenamente falso, consumista y antiecológico. Costosas cajas y papeles de envoltorios que se tirarán rápida e indiscriminadamente, regalos de lujosos lotes para agradecer corruptelas y prevaricaciones en muchas administraciones. O desde las cosas que se comen, la noche del langostino, hasta los que echan cohetes con afán imitativo igual que otras civilizaciones.
Soportamos la permanente presión de la insoportable e insultante demostración de poderío monetario, especialmente los recientemente enriquecidos. Una escenografía callejera repleta de gestos de inercia ritual social, exhibiéndose para celebrar la opulencia hasta la saciedad masticando marisco y escupiendo los restos, bebiendo y brindando bobadas con la pretenciosidad de la brutalidad sacando abrigos de pieles aunque haga viento sur. Un alarde de derroche e hipócrita alegría circunstancial rellenada con una serie de pseudo piadosas palabras prestadas, dichas como si las sintiesen, sin más significado que la insustancial rutina, ¡Zorionak!, traducción del banal ¡felicidades!, que intrínsecamente no significa absolutamente nada, o los más cortos diciendo ¡pasarlo bien!, ¡prospero año nuevo!, y donde todos los buenos deseos se resumen en una frase tópica para una noche, llamada buena, de felicidad fabricada, facturada y fingida. Navidad no es banalidad.
Discriminación
Los ayuntamientos de las capitales y municipios grandes de Euskal Herria prefieren una celebración de carácter español, Magos de Oriente, manipulados como reyes magos, antes que Olentzero personaje mitológico vasco instaurado a partir de los años 70 en un trascendental período de recuperación de tantas tradiciones culturales de nuestro país.
El Área de Cultura del Ayuntamiento de Bilbo, como cada año, discrimina la celebración de Olentzero para la que concede una subvención de 60.010.00 €, idéntica al año pasado y en cambio para el disfrute de los niños de la numerosa colonia española residente en la Villa con su cabalgata de Reyes, casi el triple, 166.900 €, con un cortejo espectacular de ocho carrozas cada una con 10.000 vatios de luz y 3.000 de sonido. Sin embargo, obliga a Olentzero a un fugaz y casi semiclandestino recorrido e inoportuno horario matutino, cuando empezó el pasado año, a las diez de la mañana del día 24 la temperatura era 0º, y los policías municipales, fui testigo, con su habitual holgazanería, por no bajarse del coche admitieron riesgos y provocaciones de automovilistas que no toleran ninguna interrupción y si tiene carácter vasco menos. A los comerciantes ni les inquieta, más bien les molesta su paso, distrae el escaparate, lo desprecian. La misma miserable desproporción hace ETB con la transmisión. Es preciso recordar, ya que por los síntomas no se demuestra, que la alcaldía de la villa no es del PP sino de gente apuntada al Partido Nominalista (de las nóminas) Vascongado. Ser nacionalista es otra cosa mucho más comprometida. ¿Qué justificación tiene la participación de la Fundación Athletic y varios jugadores en este festejo y el desprecio por Olentzero? ¿Por qué no se atendió la propuesta que en su día hizo Gontzal Mendibil para un Olentzero con más dignidad y calidad como espectáculo musical y representativo?
En Gasteiz Olentzero recorre, como debe ser, el anochecer del día 24. En Iruñea tiene que luchar contra todos los problemas, fianzas y prohibiciones que impone el fascismo etnicida antivasco de UPN con el apoyo de CDN, todo eso si no son apaleados por las salvajes fuerzas de ocupación y hostigamiento, Guardia (in)Civil, las mismas que en Areso robaron y destrozaron en Nochebuena Olentzero para reprimir cualquier manifestación de la cultura vasca. En marzo de este año se ha multado, por incurrir en una falta tipificada “como muy grave”, a los vecinos de siete barrios de Iruñea participantes en Olentzero, que fueron fotografiados el pasado año como si fuesen delincuentes por parte de una represora y fascista Policía Municipal; hay que padecerlos para conocerlos. En Baiona, Olentzero llega en barco por el río Errobi, pasea por la ciudad y los comerciantes ofrecen degustaciones de chocolate caliente. Desconozco los presupuestos discriminadores de otras capitales pero es un asunto que debería provocar ya una inmediata y enérgica reacción de los grupos culturales, los intelectuales y aquellos partidos políticos que se definen como vascos.
Celebración
Este mes tiene en nuestra tierra en cambio un acontecimiento de enorme interés social, cultural e identitario: Durangoko 41 Euskal Liburu eta Disko Azoka, organizado ya en plena dictadura por Gerediaga Elkartea y que durante cinco días expresa la inquietud creadora e intelectual de un pueblo en la difusión de parte de su cultura autóctona en forma de libro y expresión musical. Es asombrosa la indiferencia con la que los lehendakariak han prescindido de este certamen, especialmente el lamentable Ardanza, en su larga y estéril legislatura, el que dijo sobre el cierre de Egin “que era un acto de higiene democrática”, en cambio jamás les falta tiempo para ir y saturarse en las matanzas de toros por todas las plazas del país o a los estrenos de la ópera, máximas muestras de la cultura oficial del país. Idéntica actitud que el PP-PSOE.
En este contexto de no es preciso insistir en la conveniencia de beber más cava catalán que nunca para contrarrestar la infame campaña dirigida por la presidenta de esa artificiosa comunidad de Madrid, la impresentable fascista Esperanza Aguirre del PP de lamentable recuerdo para Euskal Herria por su indisimulado odio a todo lo vasco y cualquier otra cultura que nos sea la suya, muy especialmente en su incomprensible época de ministra de Cultura.
Finalmente, para completar el mes de España y acabar bien un año más no olvidemos comprar Lotería Nacional de España, contribuyendo voluntariamente a engrosar las cuentas de su Ministerio de Hacienda que servirán para mayor represión de nuestro pueblo, contribuyendo a financiar a su temible y terrible Guardia Civil y a mantener a todos los numerosos parásitos y holgazanes de la casa real española. Una sociedad compuesta por personas que se declaran abertzales y que como media gastan 78 euros en lotería es una incomprensible vergüenza. Su retrogrado sorteo con esa repudiable tonadilla se puede seguir en directo con el entusiasmo pasional indisimulado, al borde del delirio y reiterado anualmente de la locutora de Radio Euskadi (radio egun on), que en su programa matutino de nombre afrancesado, pero de profundo españolismo, vivirá una de sus más gloriosas jornadas de vibrante patriotismo al estilo de las emisoras falangistas. Una vergüenza pública. Para finalizar el año si te sientes español o deseas serlo ya, no hay cosa mejor que tomar las dichosas uvas, también te lo recomendarán insistentemente en dicha emisora, a la vez que suenan unas malditas campanadas en un sitio de Madrid donde tradicionalmente se ha torturado a todo tipo de insurgentes, en la capital europea de la tortura, la xenofobia y la intolerancia
Si no fuese porque Euskal Herria ya está infectado por numerosas policías, entre ellas la aparentemente autónoma, quizá al igual que en Afganistán sea necesario crear un Ministerio del Vicio y la Virtud para defenderse de la contaminación occidental. Ante la inoperatividad del Departamento de Cultura, debería crearse alguna organización de salvaguardia de los valores de la tradición y rechazo de las intoxicaciones alóctonas, el eje del mal, especialmente de las de Estados Unidos de Norteamérica y España.