Navidad banal

Michael Billig, judío londinense y psicólogo social, publicó en 1995 ‘Banal nationalism’, obra de la que Editorial Afers y la Universidad de Valencia hicieron la versión catalana en 2006 (1). Desde entonces, el concepto de “nacionalismo banal” se ha abierto camino y hoy es comúnmente empleado, como referencia y autoridad, sobre todo para aquellos que somos sus víctimas.

El nacionalismo banal es aquel que lo es sin que lo parezca, porque de tanto ocupar espacios públicos, día tras día, noche tras noche, por el derecho y por el revés, con toda la sutileza, ha acabado siendo normal y, ay, invadiendo también la vida privada. Se trata del conjunto de prácticas, hábitos, creencias y signos que los estados imponen -“para que se note el efecto, sin que se advierta el cuidado”- de una forma aparentemente inofensiva en sus límites territoriales, incluidos los territorios nacionales que no coinciden con la nación propietaria del Estado; territorios que tienen, también, sus propias prácticas, hábitos, creencias y signos, distintos de los de el Estado, cuyo objetivo siempre es la sustitución progresiva de la cultura nacional no estatal por la estatal, hasta su extinción o desaparición, lengua incluida. Envolver con la inscripción de Gobierno de España las vacunas europeas es una muestra de ello. Y hacer pasear por todo Quebec, el día del segundo referéndum, el nuevo diseño de las furgonetas de correos con una gran bandera de Canadá, también.

Ningún ámbito público escapa a la actuación del nacionalismo banal, nacionalismo que los estados nunca reconocen y que, siempre, lo adjudican a los otros, a los que no tenemos Estado. El alcance de la banalidad aparente de este nacionalismo de lobo agresivo, vestido con piel de oveja, es absoluto: administrativo, político, militar, judicial, policial, mediático, arquitectónico, deportivo, musical, gastronómico, religioso, ferroviario… y también, muy particularmente, cultural. Si algo está presente, está siempre y está por todas partes, al final acaba siendo normal y, lo que es peor, lo único que es normal. Esta Navidad hemos podido volver a comprobar la intensidad de esta banalidad que nos empapa y que más de uno admite, con una ingenuidad indescriptible, de forma candorosa, aceptando primero una cosa y luego otra, sin darse cuenta de que, poco a poco, son todas unas formas culturales ajenas las que acaban instalándose con comodidad en nuestras vidas, repantingados en el sofá del comedor de casa, de donde costará ya mucho sacarlas. Quien hace un cesto, hace un costal, y el fin de año es cestero.

En los Países Catalanes, ‘Nadal’ sólo nos llega una vez cada año y por ello sólo lo celebramos una vez cada 365 días. Por lo tanto, ‘els Nadals’ es un calco basto de ‘las Navidades’, en plural, porque no tenemos dos o tres anualmente. En el País Valenciano ya ha perdido vigencia, pero al día siguiente de Navidad sigue siendo una fecha señalada en nuestro calendario festivo: sant Esteve (san Esteban) en Cataluña, sant Esteve o ‘segunda fiesta’ de Navidad en Menorca, la ‘segunda fiesta’ en Mallorca y la ‘fiesta media’ en Ibiza. Es de esperar que dure y, ojalá, que los valencianos puedan recuperar la fiesta perdida con todo el esplendor de antes.

El 24 por la noche es Nochebuena, pero no la “nit bona”, ni la “nochebuena”, porque todas las noches pueden ser buenas con la compañía adecuada y la imaginación suficiente. “Esta nit fa bona nit/ i demà serà Nadal./ Que nos donen les estrenes/ per les festes de Nadal” (“Esta noche hace buena noche / y mañana será Navidad./ Que nos den ‘les estrenes’ (los regalos) / por las fiestas de Navidad”, dicen en Alicante, el día antes de la gran fiesta familiar. Y ‘les estrenes’, no “el aguinaldo”, que ya se sabe que “Para navidad, quien nada ‘estrena’, nada vale”. Y mientras hay culturas, como la española, que celebran que se acaba el año -nochevieja, final de año-, hay otras como la catalana (‘nit de cap d’any, cap d’any’), la inglesa (new Year’s Eve, new Year), la italiana (vigilia di Capodanno, Capodanno) o la vasca (Urte berri bezpera, Urte berri) celebramos justo lo contrario, que empieza uno nuevo. por lo tanto, ¡nada de “nochevieja”, ni “nit vella”!

Cada uno de estos casos mencionados, analizados aisladamente, uno por uno, pueden parecer detalles minúsculos sin importancia, pero es evidente que tienen y mucha, porque no son detalles aislados, sino partes de un paquete de dimensiones más grandes y, en ningún caso, atribuibles al azar o a una simple coincidencia en el tiempo. Las formas de cultura tradicional y popular que más resisten el paso del tiempo y la acción banalizadora los estados dominantes son aquellas que no necesitan la lengua para expresarse, como bailes y danzas, castillos, ‘muixerangues’ (2), etc. Por lo tanto, cuando una comunidad nacional conserva todavía una lengua nacional distinta a la de las naciones vecinas, el objetivo del Estado siempre es la desaparición de este idioma distinto sustituyéndolo por completo por el del Estado, pero de manera que no se note, con formas amables, simpáticas, incluso agradables.

Lo he podido comprobar, nuevamente, esta Navidad, visitando unas figuras gigantes hechas con arena de la playa, en una experiencia ya tradicional en estas fechas. Durante todo el tiempo que estuve con los nietos, haciendo de abuelo, todas, absolutamente todas las canciones de Navidad que se escuchaban eran en castellano, y ni una en catalán, como si estuviéramos en una playa de Marbella, Torremolinos o Zahara de los Atunes. El “tamborilero”, pues, ha borrado al rabadán. Y lo mismo ocurre, con frecuencia, en unos almacenes, un mercadillo navideño o por los altavoces de una calle comercial y, de tanto oírlo, llega un momento que ya no nos llama la atención, ni nos sorprende, porque ya lo encontramos normal, de tan cotidiana como se ha convertido esta práctica banal.

Soy consciente de que la banalidad está tan extendida que, denunciarla o combatirla, te hace ser incluso antipático a los ojos de los que no se dan cuenta y aparecer como un exagerado, un intransigente o algo peor. Pero, si de lo que se trata es de proyectar una imagen abierta de cosmopolitismo sincero, ¿qué es esto que de reducir al uso de un solo idioma que, además, no es el propio del país y, encima de no emplear el catalán y el occitano de Aran, no se escuchan villancicos en las otras lenguas europeas de lugares donde también celebran esta fiesta cristiana, como el inglés, el alemán, el francés o el italiano?

Por consiguiente, nada de nada de cosmopolitismo. Y de apertura mental, menos aún. Para desmentir esta Navidad banal espero con ansia una lluvia de vídeos y audios, venidos desde Madrid, donde se escuchen en los altavoces de la calle, villancicos en catalán, en vasco, en gallego, en occitano, en aragonés, en asturiano y en leonés. Será la mejor demostración de cuán equivocado voy en mi planteamiento, por el contrario estaremos ante una pura y simple operación más de sustitución cultural, de una cultura nacional que resiste por otra que se impone por todos los medios, violentos y banales, a menudo imperceptibles.

La eficacia de la acción desnacionalizadora del Estado queda reflejada en la poca conciencia lingüística de tantos catalanohablantes y en nuestra escasa capacidad de resistencia y de reacción. Sé muy bien que la opresión nacional es, justamente, eso: ir debilitando los vínculos nacionales propios y, al mismo tiempo, asumiendo los que impone el Estado, con la misma ingenuidad que los corderos van hacia el matadero. No basta con cargar el mochuelo, todos los mochuelos, al Estado, y con quitar importancia a hechos aparentemente menores si nosotros mismos ya hemos desistido de hacernos valer y afianzar nuestra cultura nacional.

Si resistimos al franquismo, debemos ser capaces de resistir esta nueva ola agresiva, pintada de santa inocencia y naturalidad. Al fin y al cabo, se trata de una faceta más de la misma opresión cultural y lingüística que Josep Benet denunciaba en un libro y resumía en una sola palabra. Comienza con una “G”… (3) ¡Que tengamos un buen año!

(1) En español: https://capitanswing.com/libros/nacionalismo-banal/

(2) https://es.wikipedia.org/wiki/Muixeranga_(danza)

(3) Nota del traductor: Genocidio

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