Para el pensamiento liberal y los Estados liberales, cuyo máximo exponente son los Estados Unidos de América, la nacionalidad se adquiere a través de la ciudadanía.
Por tanto, cualquier sujeto puede ser parte de la nación, independientemente de su riqueza, raza, etnia (lengua y cultura), sexo, género, religión o lugar de nacimiento.
Pero ¿qué ocurre con los pueblos sin Estado, o que han sido desposeídos de su Estado? Recordemos que en el nacionalismo cívico-liberal es el Estado quien otorga la ciudadanía.
Cuando se copian las ideas o se estudia la Historia hay que contextualizar: entender dónde, cuándo, cómo y por qué se dieron unos hechos determinados, o bien fructificó y prosperó un tipo de pensamiento. Si no, es muy fácil caer en el presentismo y, al organizar una hoja de ruta, dejarnos llevar por la moda del momento, o cometer el error de confundir los medios con el fin.
En primer lugar, vemos que el nacionalismo liberal o cívico es propio de aquellas naciones que no pueden explotar el componente étnico, al ser sus ciudadanos de orígenes culturales muy diversos. Intenta crear una nueva identidad en base a las ideas liberales, en las cuales se sublima la libertad del individuo por encima de todo, siendo voluntaria la adhesión a la nación.
Los EUA son un caso paradigmático; no podremos entender la idiosincrasia de dicho Estado sin enfatizar su origen. Su génesis fue y es fruto de la inmigración, primero europea y después del resto del mundo. En ella los pueblos originarios no formaron ni forman parte de su configuración político-social; es más, fueron mayormente exterminados, siendo los supervivientes asimilados y/o reducidos a una mínima expresión.
Por ello, en su momento tuvieron la necesidad de conformar una fórmula para que los nuevos ciudadanos de orígenes y estatus tan heterogéneos se adhiriesen con entusiasmo al nuevo proyecto de Estado. Una ciudadanía para aquellos colonos de origen europeo, ya que los “afroamericanos” no contaban; ni tan siquiera eran considerados personas, sino bienes. El preámbulo de la Constitución de los Estados Unidos del 4 de julio de 1776 es un claro ejemplo del nacimiento de dicho Estado y del pensamiento liberal que lo conformó.
Movidos por este pensamiento de corte liberal, los Padres Fundadores -fervientes creyentes en los derechos y libertades individuales- consideraron que el Estado no debía imponer una lengua a sus ciudadanos, sino que cada uno debía ser libre de elegir la suya. Por ello, los Estados Unidos siguen sin tener una lengua oficial, aunque sí oficiosa.
Si es así, no tiene sentido hablar de la lengua nacional, pero no olvidemos cuál suele ser la lengua franca u oficiosa en un pueblo conquistado y colonizado…. Por tanto, si en un futuro se consigue la independencia, a falta de lengua nacional y una política que la proteja, ¿cuál sería la lengua oficiosa?
Si vaciamos de identidad al nacionalismo de un pueblo sin Estado, ¿tiene algún sentido querer crear un Estado propio?
Suele pasar que cuando los partidos de izquierda dejan de hacer política de izquierdas, las clases populares votan a los partidos de derechas. Si los partidos nacionalistas dejan de hacer política nacional, ¿a quién votaremos los patriotas?
Hay un dicho que dice que más es menos, hay ocasiones en las que sumar resta.
¿No os parece que ya va siendo hora de poner las cartas sobre la mesa, y que nos aclaren unos y otros cuáles son sus verdaderos objetivos para con el pueblo que dicen defender?