Uno de los trabajos principales de los gobernadores de las colonias es tenerlo todo ordenado y listo para cuando haya visita de las autoridades de la capital, muy principalmente (como es de suponer) si esta visita es la del rey en persona. Miguel Romero no es el gobernador de Puerto Rico, pero sí el alcalde de la capital de la isla, San Juan de Puerto Rico, y se ha encontrado en el aprieto de que, justo antes de la visita oficial del rey de España, Felipe VI, una banda de activistas independentistas e indigenistas se han cargado la estatua de Ponce de León, que hace un par de días apareció tumbada en el suelo y hecha pedazos. El motivo de la visita del Borbón español es la conmemoración del quinto centenario de la fundación de San Juan, como consecuencia del “descubrimiento” de América (hay que ser un poco petulante para afirmar que has “descubierto” un continente: el continente ya estaba, si tú no lo habías visto es tu problema). Juan Ponce de León sí fue el primer gobernador español en Puerto Rico: colonizador y esclavista, reprimió a sangre y fuego las revueltas de los indios que no se resignaban a verse reducidos a la esclavitud. Según un comunicado del grupo Fuerzas Libertarias de Borikén (nombre originario de la isla, antes de ser bautizada como Puerto Rico), “Juan Ponce de León, primer gobernador impuesto por la tiranía de España, representa lo peor”.
“La tiranía de España” es, sin duda, una expresión muy repetida a lo largo de los últimos 500 años a ambos lados del Atlántico. Ponce de León la justificó bien: las víctimas de su sofoco de las revueltas de los indios se contaron por cientos y no discriminaban entre mujeres, hombres, ancianos ni niños. Como curiosidad, vale la pena resaltar que Ponce de León no pasaba del metro y medio de altura (bastante más pequeño que la imagen que han derribado en San Juan, por tanto) y que estaba verdaderamente obsesionado por encontrar la llamada Fuente de la Eterna Juventud, unas aguas fabulosas que, según la leyenda, volvían a quien las bebía inmune al paso del tiempo. Todo indica que, por mucha sangre que derramara a su paso, Ponce de León no logró su objetivo y ni siquiera tuvo una vida larga, ya que murió relativamente joven, entre los 46 y los 61 años según las distintas cronologías.
Por su parte, el alcalde actual de San Juan de Puerto Rico, el mencionado Miguel Romero, debe ser un tipo jovial, a juzgar por cómo ha afrontado el compromiso del icono colonial vandalizado: “Prepararemos la base, los pernos, y ya es cuestión de volver a montarla. No es nada complicado”, ha declarado, en un tono que recuerda a las historietas de Pepe Gotera y Otilio. Haciendo gala de ese carácter desenvuelto, Romero, mientras le hace la entrega de las llaves de la ciudad, podría aprovechar la ocasión para preguntarle a Felipe VI por la familia: no tanto por la ruptura matrimonial de Cristina y Urdangarin, por ejemplo, como por la carrera delictiva protagonizada por ese matrimonio en sus días buenos. O por el amigo del padre de Felipe, Juan Carlos, dedicado al tráfico de armas. Seguro que todavía reirían un rato.
ARA