Imagen del Monumento a Los Caídos (Paula Santos)
Ninguna ciudad se merece el oprobio y la vergüenza de mantener una construcción fascista como esta. La segunda más grande de todo el Estado.
Ante todo, ese enorme insulto arquitectónico, no se nos olvide, era también el mausoleo de los golpistas Emilio Mola y José Sanjurjo. Al igual que el del Valle de los Caídos lo fuera de Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera.
El régimen franquista, el mismo que asesinó y arrojó en simas, barrancos y cunetas a más de 3.700 civiles, navarros y navarras, en cambio, rescató, contabilizó y dio entierro a los muertos de su bando. Incluso repatriaron desde Rusia los restos de numerosos españoles muertos y enterrados allí. Habrá que recordar también la reciente exhumación del carnicero Gonzalo Queipo de Llano de la Basílica de la Macarena de Sevilla… y ahora, algunos piden resignificar este mausoleo.
Que nadie se llame a engaño, muchos de esos que ahora piden la resignificación sólo lo hacen porque la inmensa mayoría de las asociaciones memorialistas de Navarra están reclamando el derribo. Por cierto, ¿quiénes se creen para hacerlo? ¿Acaso son familiares de asesinados/as y represaliados/as, como muchos de los miembros de estas asociaciones? El conjunto de la sociedad navarra no fue consultada para levantar este edificio, ¿y ahora se debe consultar a los herederos de los vencedores? Después de décadas de oprobio, sobre todo, toca opinar a los vencidos.
¿Dónde estaban todos esos resignificadores para pedir la exhumación de Mola y Sanjurjo? ¿Dónde estaban estos defensores del maquillaje del mamotreto para pedir a la Hermandad de los Caballeros de la Cruz, dependiente del Arzobispado de Pamplona, el fin de sus celebraciones eucarístico-fascistas? Esa misma Hermandad creadora e impulsora de las Javieradas que aún persisten.
Cuando hace ya 20 años la Iniciativa Ciudadana para la Defensa del Patrimonio/ Hondearen Alde Herri Ekimena presentamos el Proyecto de Museo Histórico de la Ciudad de Pamplona, con el respaldo de miles de ciudadanos/as contrarios/as al aparcamiento de la plaza del Castillo, aprovechando el enorme tesoro ahí surgido, ¿dónde estaban esos sesudos señores de la plataforma que, ahora sí, defienden un proyecto de Museo de la Ciudad en un tétrico panteón como ese, totalmente inadecuado, por sus propias características, para ningún otro uso?
A este respecto, no deja de ser también una afrenta sangrante que, así como la Institución Príncipe de Viana sí ha declarado Bien de Interés Cultural el Monumento a los Caídos, en cambio, no lo hizo con el mayor yacimiento arqueológico de Navarra. Yacimiento con un abanico histórico-arqueológico de varios miles de años.
Así pues, algo aquí resulta muy sospechoso, han tenido todo el tiempo del mundo para pedir una resignificación, y qué casualidad, no lo han hecho hasta ahora. Hasta el día de hoy les ha bastado con un simple cartel de PVC donde pone Sala de Exposiciones, colocado sobre el de Navarra a sus Muertos en la Cruzada, manteniendo también toda la estética y simbología fascista del edificio, incluidas las pinturas murales de Stolz y hasta la cripta. Hasta desfiles de modelos se han realizado en esa insultante sala de exposiciones. Toda una indecencia y un agravio. ¿ Se imagina alguien algo así el Valle de los Caídos o en la Macarena?
Tampoco unas luces de neón o unos rayos láser pueden ocultar, tal como algún iluminado pretende, la historia y el propósito con el que se construyó el monstruo.
Igual tenemos que recordarles también a más de un desmemoriado que uno de los arquitectos del edificio fue Victor Eusa, uno de los miembros de la Junta de Guerra en Navarra.
Hace mucho que algunos no creemos en las casualidades y por ello me parece clarificador recordar aquí el derribo en 2012 de la cárcel provincial de Pamplona, auténtico lugar, este sí, de memoria, construido por el arquitecto Julián Arteaga en 1900. Llegó a albergar a más de 2.000 presos políticos, contando también con una sección de mujeres. De aquí salieron más de 425 presos para ser asesinados en simas y cunetas. El derribo se hizo a traición sin ningún tipo de consenso ni consulta ciudadana y en solo diez días, siendo alcalde Enrique Maya.
No recordamos que nadie hablase entonces de resignificación de este edificio, y este sí era un conjunto de edificaciones y patios que podrían haber albergado un gran Museo de la Memoria. Diez años más tarde, fue repuesta la antigua puerta de la cárcel en su antiguo emplazamiento y se declaró el sitio como Lugar de Memoria, con la cínica presencia de Enrique Maya en este acto. En uno de los informes perpetrados para justificar dicho derribo, Luis Tena, profesor de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra y vocal de la Delegación Navarra del Colegio Oficial de Arquitectos Vasco-Navarro, llegó a usar el argumento de que el “edificio es antipático y poco amable”. Por lo visto, el Monumento a los Caídos les parece mucho más simpático y amable a los que nos lo quieren seguir imponiendo por los siglos de los siglos.
También fue derribado el Colegio de los Salesianos en cuyo patio fueron encarcelados numerosos presos políticos, pero aquí tampoco nadie habló de resignificación.
Nuestra ciudad, que fue pionera en las exhumaciones de golpistas como Mola y Sanjurjo debe terminar ahora con lo empezado, esto es, con el derribo de su mausoleo, que, por algo será, tanto les duele a sus herederos políticos.
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