Para quienes no pudisteis estar el sábado, el partido C’s hizo un acto muy bonito en Barcelona: la ‘Presentación de nuestro compromiso con los españoles’. Este compromiso tiene el nombre de Movimiento Ciudadano, y de los parlamentos queremos destacar unas palabras de Carolina Punset, hija del conocido ‘divulgador científico’, que traduzco del idioma castellano: ‘¿A quién le interesan las fronteras? ¿Qué importa de dónde se sienta un ciudadano en un mundo globalizado?’ La intervención la terminó con un ‘Moltes gràcies a todos’, así, en idioma ‘ciudadano’, que es el esperanto de esta peculiar comunidad.
Asumamos, pues, que en un mundo globalizado tanto da de donde se sienta alguien, de modo que no explicaremos que la misma Punset se presentó diciendo que se sentía ciudadana catalana por la parte catalana, ciudadana francesa por la parte francesa, y, más adelante en el discurso, que ella, como otros, “nos sentimos ciudadanos del mundo’. Pero en C’s todo esto les importa tan poco que seguro que les daba igual presentar ‘Nuestro compromiso con los españoles’ que ‘Nuestro compromiso con los japonesas’ o ‘con los uruguayos’. Ep, pero del mundo, ¿eh? Así en general, total, global, sin fronteras. Visto, supongo, desde la perspectiva de Marte.
Aclarado este punto, creo que ya deberíamos empezar a concretar: ¿a partir de cuántos kilómetros cuadrados una cultura, una economía, un vaso de plástico, pasa de ser local a ser global? ¿Por qué debemos considerar local -y cerrado, y excluyente, y nacionalista- reivindicar un compromiso con los catalanes y global -y abierto, e inclusivo, y no-nacionalista- reivindicar un compromiso con los españoles? ¿Podemos considerar global un país de cuarenta y siete millones de españoles al lado de otro de mil trescientos millones de chinos? Necesitamos cifras, por favor, para hablar con propiedad.
Y mientras no nos llegan las cifras, quizás la intervención en el mismo acto de la admirada periodista Anna Grau nos puede dar más luz a la cuestión. De ella traduzco un trozo: ‘Nunca pensé que tendría que pedir permiso para ser catalana y española’. Me parece que ya nos empezamos a entender. No se trata de sentirse así o asá, para lo cual no hay papeleo, ni aduanas, ni pasaporte, sino de ‘ser’ esto o aquello, una condición firme, demostrable científicamente. La periodista no especifica a quién debe pedir este permiso, ¡pero qué nos tiene que explicar a nosotros!: Ahora mismo la única entidad que se atribuye la exclusiva de dar y denegar permisos para ser todo eso que ella pide es España.
Así pues, Anna tiene todo el derecho de quejarse, porque tal como están las cosas sólo puede ver satisfecha la mitad de su demanda: para ser española sólo exigen la residencia legal en el Estado durante un número determinado de años, y ya puede obtener el pasaporte, los papeles, la condición científica. Sin embargo, para ser catalana, ya nos lo han dicho de todas las maneras: el permiso no se lo concederán nunca. Damos por entendido que Anna quiere ser catalana de pleno derecho, científicamente, porque para ser menos ya basta con la gilipollez de ‘sentirse’, que no hace cosquillas a nadie. Por eso los que sólo queremos ser catalanes queremos un Estado, Anna para tener la mitad de lo que pides tú.
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