Miquel Sellarès: “Ninguno de los dirigentes actuales llega a la suela del zapato del president Pujol”

Entrevista a uno de los cuatro fundadores de Convergència Democràtica de Catalunya, impulsor de los Mossos d’Esquadra

Miquel Sellarès i Perelló (Barcelona, 1946) es uno de los cuatro fundadores de Convergència Democràtica de Catalunya, el único que fue expulsado, él dice que por desavenencias con Lluís Prenafeta, mano derecha del presidente Pujol. Ahora está próximo a Esquerra Republicana de Catalunya. Pero tampoco es militante. Dice que el único carnet que tiene es el del Partido Socialista de Mallorca, ahora integrado en Més. El abanico parece curioso, pero dice que es justo lo que necesitamos ahora: construir nación con gente de todas las sensibilidades. Sellarès lamenta la puerilidad con la que considera que se luchó por la independencia, critica lo que considera buenismo y alaba a Pujol, de quien dice que ninguno de los dirigentes actuales le llega a la suela del zapato. Utiliza un tono duro, y la conversación se vuelve brusca a veces con algunos despropósitos. Fue director general de Seguridad Ciudadana de la Generalitat con el primer gobierno de Pujol y, después, secretario de comunicación del primer tripartito. En el primer caso acabó cesado y, en el segundo, dimitió a los pocos meses.

— ¿Con qué estado de ánimo sigue la actualidad política?
— Después de sesenta y tres años de acción política, no me desanimo. Cuando lo digo, sorprende, pero nunca habíamos estado tan bien como ahora. Esto no lo entiende la gente, pero nunca había habido tantos independentistas. Nunca habían existido las instituciones que tenemos, ni esa fortaleza, a pesar de la irresponsabilidad de gran parte de nuestra clase política, que no las valora. No valoran, por ejemplo, la fuerza de nuestra policía y que la Guardia Civil se haya retirado en muchos ámbitos. Esto, cuando empecé, eran fantasías.

— ¿En qué momento cree que se ha dejado de valorar todo esto?
— A la gente se le vendió que los españoles se irían y que seríamos independientes sin una gota de sangre. Les llegamos a convencer de que todo estaba preparado, y en realidad estábamos en calzoncillos y no habíamos preparado nada. Aún no ha habido en el mundo ninguna independencia sin violencia. No es que yo, que saqué adelante la policía de este país, pida violencia. Es algo lógico: los estados no se retiran. Todavía hay gente que se sorprende de que el Estado vigile a grupos independentistas. Los estados son esto, ¿eh? ¿Qué hace Francia? ¿E Inglaterra, que asesinaba a militantes del IRA? Aquí han hecho lo mismo que los franceses contra los argelinos. Es muy brutal, pero los estados imponen la violencia. Los catalanes no somos conscientes de lo que representan unas fuerzas armadas. Subvencionamos todos los grupos pacifistas habidos y por haber, que se dedican a estudiar una paz que no se sabe cómo es. No se prestigia a los cuerpos de seguridad de nuestro país.

— ¿Por qué cree que el independentismo no ha sido consciente de esa violencia inevitable que decía ahora?
— “Inevitable” es muy bestia tener que reconocerlo. Pero cuando te jubilas, dices las cosas por su nombre. ¿Qué pensaban? Si no hubiera habido el fallo de declarar la independencia y retirarla de inmediato, habrían asaltado el parlamento. Habría habido veinticinco muertos. Los GAR, las unidades más preparadas de la Guardia Civil, estaban en el aeropuerto. Los catalanes nunca podemos volver a cometer el error de pensar que podemos hacer buenismo con la cuestión de la defensa. Deberíamos haber creado algo o haber participado en las fuerzas españolas. ¿Por qué no? En Bélgica, el ejército es doble. Hay uno valón y otro flamenco. Y aquí, en cambio, quitan las escopetas a los mossos que rinden honores. “¡Sobre todo, no demos la imagen de que tenemos espíritu militarista!” Un dirigente de segunda fila del govern me dijo: “Sellarès, los fusiles no entrarán nunca más en el Palau de la Generalitat”. Y le contesté: “Sí que entrarán. Los de la Guardia Civil”. El problema es siempre este complejo de inferioridad. ¿Cuánta gente tenemos en las academias militares, preparándose para el futuro?

— ¿Este buenismo dice que le ha hecho cambiar el parecer sobre la independencia? ¿Todavía es independentista?
— ¡Yo nací independentista! Y me moriré independentista. Creo que la única salida que tiene el pueblo de Cataluña es la independencia nacional. Ahora lo que no podemos hacer es el ridículo. Cuando voy por Israel o Irlanda, todo el mundo me lo dice: “¿Qué queréis, que os lo regalen? ¿Que os lo pongan en un hatillo?”. Los españoles tienen su monarquía, su Iglesia, sus fuerzas armadas, y nunca han permitido tipo de fisura alguno. Debemos hacer un gran cambio mental. No avanzaremos si no somos conscientes de dos cosas. La primera, que no tenemos Estado si no tenemos nación. Luchando por tener Estado, muchos han olvidado la nación. Hemos de defender cinco ejes, que debemos a la etapa de Pujol: la lengua, la policía, la sanidad, la televisión, los servicios públicos. No podemos perder ni un milímetro en todo esto. Ahora los Mossos han sacado adelante a la policía marítima y la cobertura de los eventos deportivos. Poco a poco. Esto es el ‘pájaro en mano’ de 2023. Hay que avanzar. Y lo segundo es que debemos tener nación con sentido de Estado.

– ¿Cómo se educa el sentido de Estado?
— Trabajando. No todas las formas de hacer de los españoles son malas. España funciona como Estado. ¿Qué les falla? Cataluña, País Vasco, y ahora han conquistado las Islas, donde había habido un avance importante, y el País Valenciano. Pero estos somos los que resistimos. Ahora debemos aprovechar que nunca habíamos estado tan bien, que nunca habíamos tenido tanta gente. Los dos millones y pico de independentistas están ahí, pero hay que darles ilusión y un proyecto. También existe un desgaste de la clase política del Uno de Octubre. A veces nos centramos en una o dos personas y no, es un desgaste general, pero también hay personas emergentes que están ahí y que representarán el futuro.

— ¿Qué cree que deben hacer ERC y Junts en Madrid? ¿Deberían aprovechar para negociar?
— No sé qué decirte. A mi edad, no tengo ganas de volver a vivir el franquismo. Tengo familia en Mallorca y cuando veo las dificultades que pasan en la cuestión de la lengua me da mucho miedo. Sería bueno pactar que vamos a construir la nación, como lo hace el PNV, o ahora Bildu. Deberíamos hacer igual. Dejarnos de grandes quijotadas. Si quieres una independencia debes prepararla. No puedes volver a hacer el ridículo y engañar a la gente como el 3 de octubre.

— ¿La amnistía sería un buen punto para empezar?
— Claro, pero ¿qué significa ‘amnistía’? Si queremos volver a sacar adelante la independencia volveremos a tener presos. ¿Qué queremos, que nos perdonen? Ellos no van a parar de reprimir. Y allí donde no pueden manipular a los Mossos, se ponen directamente ellos, la policía nacional. Debemos hacer ‘la puta y la Ramoneta’ (el doble juego). La línea del PNV es la que me convence. Dicen: “¿Qué nos falta? Esto, eso y aquello. O nos lo dais, o nada”. Debemos conquistar cosas concretas y blindar lo que ya tenemos. La escuela, la sanidad, la policía y la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales, que ahora dará un salto importante. La gente no sabe cómo costó sacar adelante TV3. Y después debe haber una renovación de dirigentes. De ambos grandes partidos. Y algunos que están por Bruselas, también.

— ¿Cómo ve la situación de la lengua?
— Trabajé para implantar la inmersión lingüística. Con Marta Mata, Jordi Pujol y Maria Rúbies, que fuimos los tres que empezamos, y después fui a Mallorca a buscar a Aina Moll. Ahora, la inmersión lingüística está en cuestión. En muchos barrios de Barcelona y en muchos centros educativos existe una inmersión en el castellano. Mi nieto acude a una escuela pública de mil alumnos. Hay seis de origen catalán. Del resto, la mayoría son de origen sudamericano. Mis nietos no pueden hablar en catalán.

— ¿El problema ha sido la falta de inspecciones?
— Josep Gisbert (1) hizo un artículo el otro día hablando de inmigración. Cuando sacamos adelante la inmersión lingüística había sobre todo una inmigración procedente de Andalucía y de Murcia. Muchos venían a buscar trabajo. Siempre he respetado al president Montilla: llegó con una maleta y acabó de president del país. Toda esa inmigración aprendió catalán, se integraron, los hijos se integraron. Hoy, muchos dirigentes independentistas son hijos de esos inmigrantes. Ahora hay una parte de inmigración sudamericana y otras procedencias que no tienen interés en integrarse.

— ¿Cómo vería sustituir la inmersión por un sistema de doble línea?
— Durante muchos años fui el enlace de Convergència con el PNV. Dije a Xabier Arzalluz: “Eso que vosotros hacéis de tener dos líneas es una equivocación brutal. Os romperá la sociedad, porque se enfrentará”. Allí empezaron con un 30% de ‘ikastolas’, sólo en vasco, y ahora están al 80%. Las familias castellanohablantes llevan a sus hijos a escuelas en vasco y se van a las comisiones de padres a aprender vasco.

— Por tanto, ¿cree que aquí nos iría bien este modelo?
— No, no. No digo esto. Solo pido a nuestra consejera y a las entidades que miremos qué hacemos. No podemos seguir engañando con la idea de que el modelo de inmersión lingüística que implantamos nosotros ahora se puede seguir con todo detalle. Debemos ver qué ocurre con la inmigración. Una sociedad como la nuestra, en estos momentos, ¿puede admitir tanta inmigración de golpe? Voy a dar charlas y me encuentro sorpresas. Soy, por así decirlo, de los izquierdistas de Pujol. Y me encuentro algo bestial, sobre todo alrededor de Girona, pero también en Barcelona. No hables mal de la alcaldesa de Ripoll, por ahí. Empieza a haber mucha gente que está hasta los huevos. El feminismo, por ejemplo, también está muy bien, pero las cosas deben hacerse poco a poco y con tacto. Empieza a haber gente que dice: “Frenemos”. Y después está todo esto de abrir el telediario, día sí, día también, con informaciones LGTBI.

— Hombre, no, señor Sellarès. No abren cada día el telediario con informaciones LGTBI.
— Casi todos los días. Créanme. Es que no lo controlan, porque está focalizado.

— Lo único que ocurre es que, cuando hay avances en la igualdad, algunos sienten que pierden el privilegio y se ponen a la defensiva.
— Yo sólo pido que se haga lo mismo pero con mayor tacto. Ahora el consejero de Interior lo hace. En los Mossos está muy bien que haya un 40% de mujeres. Yo lo defendí a muerte. Pero debemos tener cuidado. Lo que no puede ser es que a unos mandos de los Mossos que llevan treinta años esperando para subir de escalón les pasen por delante unas chicas que acaban de entrar. Allí hay 18.000 tipos esperando. En los Mossos hay mandos que son mujeres que están enfadadas. Han llegado a intendentes después de sufrir mucho. Insisto: las cosas deben hacerse poco a poco y con tacto. Que quede muy claro: no estoy en contra.

— Este último año, el president Pujol, que llevaba mucho tiempo sin participar en actos institucionales, lo ha vuelto a hacer. ¿Qué le ha parecido esta rehabilitación?
— Soy el único de los cuatro fundadores de Convergència a quien él expulsó dos veces: me echó de la policía y me echó del partido. Por tanto, no soy un pelota. A veces la gente no lo entiende, pero lo defiendo. Ninguno de los dirigentes actuales le llega ni a la suela del zapato. No sólo él. Miquel Roca, Trias Fargas, Macià Alavedra. Los gobiernos de Pujol tenían diez o doce personas importantes y de un cierto nivel. Los socialistas llevan años sustituyendo a la Moreneta por el Tarradellas, pero fue un desastre, un enorme frenazo para el país. Impidió que el govern de la Generalitat se desarrollara. Con el primer govern de Pujol encontramos carpetas y archivadores. No había más. Nada se había hecho.

— ¿Cómo cree que será recordado, el president Pujol?
— Cada día que pase, después de que se vaya a la otra vida, será más valorado.

— Y Convergència, ¿cómo cree que será recordada?
— Será otra cosa. Habrá dirigentes que también serán más valorados. Como Miquel Roca, que nunca se metió un duro en el bolsillo, y que estuvo siempre en contra de la corrupción. Pero en Convergència hubo lo que se llamaba el “sector negocios”, con una persona a la cabeza, Lluís Prenafeta, con quien yo me enfrenté, y por eso me expulsaron del partido. Aquello era la pedagogía de la corrupción. Esto hizo mucho daño a Convergència. Convergencia ha tenido muchas etapas. Hubo una nefasta, la de Artur Mas y Quico Homs. ¿El president de la Generalitat y el consejero de la Presidencia no sabían nada de la corrupción? ¿Cómo que no? Ahora: en el país sigue habiendo un prototipo de gente que sigue siendo de Convergència, y que esperan que algún día haya una nueva, porque el espacio está ahí, y en estos momentos no hay quien lo represente. Tampoco Junts, que sólo representa una parte.

— Esquerra también lo ha intentado, a su modo.
— Sí, pero hay un componente muy izquierdista y feminista que no encaja con el público convergente. Voto a Esquerra, nunca me he escondido, y estoy en el consejo asesor. Pero el público no es lo mismo.

— ¿Tiene esperanza en el futuro del país?
— Sí, por supuesto. El país necesita reencontrar la ilusión. Las nuevas generaciones necesitamos nuevos Max Cahner. Deben surgir nuevos referentes. Con Cahner, Joan B. Culla, Salvador Cardús, Vicent Villatoro, Pilar Rahola, creamos un grupo, ‘Opinió Catalana’, y organizábamos unas jornadas para reunir a ciento cincuenta chicos y chicas del movimiento scout, de las juventudes de los partidos, etc., y hacíamos esto: construir nación. Cahner decía: “Me importa un pimiento de qué partido eres. Lo que me importa es la nación, el país”. Ahora, esto no existe. No hay nada parecido. Debe reconstruirse.

VILAWEB

(1) https://www.elnacional.cat/es/opinion/no-puede-hablar-inmigracion-josep-gisbert_1084011_102.html

¿Por qué no se puede hablar de inmigración?

Josep Gisbert

¿Por qué hablar de inmigración y de la bomba de relojería en la que se está convirtiendo Catalunya es tabú? ¿Por qué no se puede decir que la inmigración es un problema si realmente lo es? ¿Por qué no se puede decir que este problema, además, se agrava si se trata de inmigración musulmana? ¿Por qué no se puede hablar de los riesgos de radicalización que comporta el integrismo islámico? ¿Por qué no se puede decir que la inmigración musulmana, salvo honrosas excepciones, no tiene ningún interés en integrarse? ¿Por qué no se puede decir que esta inmigración musulmana que no se quiere integrar es un peligro para los valores de la sociedad occidental? ¿Por qué no se puede decir que su objetivo es que dentro de cincuenta años en Europa todas las mujeres lleven velo porque ellos, los musulmanes, habrán conquistado Occidente, como no se privan de proclamar? ¿Por qué no se puede decir que el islam no es tan solo una religión, sino un determinado modo de vivir que lo rige y controla todo?

¿Por qué si los violadores grupales de una chica son alemanes o ingleses se dice y si son magrebíes o sudamericanos no? ¿Por qué cuando los delitos son cometidos por según qué inmigrantes se dice y por según qué otros no, lo que, efectivamente, significa que son musulmanes o sudamericanos? ¿Decirlo es racista? ¿Y no decirlo qué es, si no? ¿Por qué se oculta de dónde son una madre embarazada y sus tres hijos que han sido desahuciados? ¿Por qué no se dice que unos menores que agreden brutalmente a un hombre para robarle son marroquíes? ¿Por qué no se puede decir que un sin techo que duerme en la calle es un inmigrante marroquí irregular, si realmente no tiene papeles, y se miente haciendo ver que es un sin techo a secas y escondiendo que tiene antecedentes por robo con violencia? ¿Por qué se confunde interesadamente inmigración ilegal con pobreza, miseria y vulnerabilidad social dando gato por liebre? ¿Por qué no se puede decir que en algunos casos hay una relación directa entre inmigración e inseguridad ciudadana, si realmente existe y cada vez más? ¿Por qué no se puede decir que la mayoría de los delincuentes detenidos son extranjeros y por qué se esconde su nacionalidad?

¿Por qué no se puede decir que en Catalunya la inmigración sudamericana —también salvo honrosas excepciones— tampoco tiene especial interés en integrarse, puesto que con la lengua castellana le basta para ir tirando? ¿Por qué se permite que esta inmigración sudamericana pueda trabajar y vivir en Catalunya no tan solo sin la necesidad de hablar catalán, sino sin tener la más mínima voluntad de entenderlo, cuando en cualquier otra parte del mundo, si no supieran la lengua del país, no podrían estar? ¿Por qué la lengua y la cultura catalanas no pueden ser conocidas, y por supuesto respetadas, por los inmigrantes, como sucede en cualquier otro lugar con sus señas de identidad? ¿Por qué en todo el mundo es el inmigrante quien debe integrarse en la comunidad que lo acoge, menos en Catalunya, donde son los catalanes quienes deben adaptarse a la manera de ser y de hacer de los que llegan? ¿Por qué no se puede decir que Catalunya tiene el índice de inmigración más alto de España, y casi de Europa, y que roza el umbral de lo que se considera tolerable y asumible? ¿Por qué no se puede decir que en determinados municipios ya son más los nacimientos de progenitores de nacionalidad extranjera? ¿Por qué no se puede decir que mucha gente tiene la sensación, y a menudo la certeza, de que para los inmigrantes existen todo tipo de ayudas y para ellos, en cambio, no? ¿Por qué no se puede hablar de la necesidad, cada vez más urgente, de regular la inmigración? ¿Por qué no se puede decir que la única inmigración tolerada tiene que ser la legal y la que el país pueda absorber y no la que sature sus servicios sociales y asistenciales? ¿Por qué no se puede decir que todo eso no tiene nada que ver con la multiculturalidad?

¿Por qué en todo el mundo es el inmigrante quien debe integrarse en la comunidad que lo acoge, menos en Catalunya, donde son los catalanes quienes deben adaptarse a la manera de ser y de hacer de los que llegan?

¿Por qué los medios de comunicación, públicos y privados, siguen a rajatabla estas reglas no escritas según las cuales quien no las observa es tildado de racista, xenófobo, supremacista e incluso de fascista? ¿Por qué los partidos políticos denominados tradicionales no han querido nunca afrontar el debate de la inmigración y ahora se quejan de que se lo hayan apropiado las fuerzas que califican de extrema derecha? ¿Por qué cuando ha ocurrido un problema siguen haciendo ver que no existe y señalando, no a los responsables de causarlo, sino a los perjudicados? ¿Por qué no se puede decir que ha sido precisamente su inacción lo que ha engordado la bola del racismo? ¡Cuánto daño ha hecho y hace a la sociedad catalana el buenismo malentendido con el que la llamada izquierda woke ha hecho de la imposición de la dictadura de la corrección política la nueva ortodoxia, en definición muy acertada del profesor Joan Ramon Resina! ¡Cuánto daño hace este wokismo que fluctúa entre el llirisme, el postureo, la intransigencia y el sectarismo, y que ha eliminado del debate público ciertas cuestiones con la amenaza de anatematizar a quien ose plantearlas!

“Tenemos a 50 millones de musulmanes en Europa, hay indicios de que Alá concederá la victoria al islam en Europa, sin espadas, sin armas, sin conquista, lo convertirá en un continente musulmán dentro de unas décadas”, pronosticó el desaparecido líder libio Moammar al-Gadafi en 2006, según recogía al escritor norteamericano Selwyn Duke en enero de 2017 en el portal Observer.com. Como él, otros dirigentes árabes no se han privado de repetirlo también públicamente. Y si eso pasa —de hecho, hacia ahí vamos—, será por culpa de los europeos, y de los catalanes, en el caso concreto de Catalunya, que han dimitido de sus funciones. La política migratoria de Europa ha sido un fracaso. Y básicamente lo ha sido y lo es porque no ha existido. De ahí vienen todos los males, porque la imagen cada vez más frecuente de mujeres con todo tipo de velos e incluso con niqabs por las calles de pueblos y ciudades de Catalunya y de niñas bañándose en burkini en las piscinas públicas no tiene nada que ver con los valores de la cultura occidental, de raíz grecorromana y judeocristiana y de base democrática. Y hay que ponerle freno antes de que sea demasiado tarde —Francia acaba de prohibir la túnica islámica, la abaya, en las escuelas—, si no es que en realidad ya lo es.

Una de las últimas gotas que ha colmado el vaso de la paciencia con tanta intolerancia es la campaña orquestada contra la escritora Najat El Hachmi tras ser escogida pregonera de las fiestas de la Mercè de Barcelona de este año. Ahora resulta que quien discrepa no tiene derecho a existir, que es de hecho como funciona el mundo musulmán, pero en teoría no el occidental. No les gusta porque defiende y argumenta por qué el velo es una herramienta de subyugación de la mujer, de dominación patriarcal, y en ningún caso de liberación, como algunos pretenden hacer creer. ¿Por qué matan a las mujeres en Afganistán? ¿Por ponerse el pañuelo o por quitárselo? Pues queda todo dicho.