Miquel Sellarès: ‘En Cataluña ya tenemos ejército’

Miquel Sellarès es uno de los veteranos independentistas que han visto cómo el paso de los años le iba dando la razón, después de haber estado mucho tiempo como una ‘rara avis’ en la política catalana. Esta es una de las evidencias que aporta el libro de sus memorias políticas, ‘Construyendo un estado nuevo’ (Angle Editorial, 2014), que ahora llega a las librerías. Sellarès repasa sus inicios en el activismo político antifranquista, el compromiso con el independentismo combativo, el paso al pujolismo, la experiencia de la Asamblea de Cataluña -una de las que más le marcó-, las primeras responsabilidades de gobierno para construir la policía de Cataluña, el conflicto con Prenafeta y su expulsión de CDC, el compromiso con el proyecto de Carod, el paso por el gobierno tripartito y el auge del independentismo actual.

En esta entrevista, Sellarès cuenta que estuvo a un paso de implicarse en la lucha armada, de donde le viene la manía por la seguridad y la defensa, la experiencia iniciática de juventud en Israel, habla del futuro ejército de Cataluña y del espionaje y los seguimientos que ha sufrido. También explica cuál cree que es el enemigo principal del proceso de independencia y cómo actúan los servicios de inteligencia internacionales en un fenómeno como el catalán.

– ¿Ya era independentista antes de entrar en política?

– Sí. Yo me movía en torno al Front Nacional de Catalunya, una formación netamente independentista. Luego participé en la difusión del libro del padre José Armengou ‘Justificación de Cataluña’, también independentista, que se repartió en el mundo del escultismo. Cuando entré en la órbita de Pujol yo era independentista sin matices. En ese mundo había algunos independentistas que no osaban decirlo, pero mayoritariamente se seguía la línea de Vicens Vives. Yo era un independentista que actuaba en un entorno no independentista. Luego continué muy influenciado por gente como Xabier Arzalluz, el País Vasco, y Josep Benet, que, aunque no lo dijera abiertamente, con la boca pequeña sí admitía que la única salida era tener un Estado.

– Estuvo a punto de abrazar la lucha armada.

– Sí, pero las cosas no se deben sacar de contexto. En aquel momento estaba la EOKA de Chipre, el movimiento de liberación de Argelia, el IRA irlandés, la ETA, el Frente Bretón, etc. Y el franquismo, todavía en la época dura, mataba sin manías. Por lo tanto, era lógico que, como país que éramos, hubiera gente que considerara que la respuesta debía ser armada. Después de entrar en contacto con Jaume Martínez Vendrell y algunos otros que se implicaron en la lucha armada, si yo no hubiera conocido a algunos responsables de la Ertzaintza del PNV del País Vasco, es posible que hubiera cometido este error. En cualquier caso, aunque guardo un profundo respeto por aquella gente que, frente a la violencia del Estado, trataron de reaccionar. Aquello quería decir que éramos un país normal.

– En el prólogo del libro, Joan B. Culla dice que es un hombre de fidelidades personales y no ideológicas.

– Es cierto. Después de más de cincuenta años de actividad política, he vivido muchas situaciones y muchos movimientos y partidos. He sido fiel a Josep Benet, a Jordi Pujol -con mis altibajos-, a Antoni Gutiérrez Díaz -aunque pueda sorprender-, mi fidelidad ha sido siempre con la gente que trataba de hacer avanzar el país en conjunto. Detrás de las siglas de los partidos siempre he buscado personas. No he sido un hombre de partidos. Entiendo que los países deben funcionar de esta manera y que los partidos son muy necesarios… No los detesto en absoluto. Pero siempre he tenido en mente el país y construir la nación. Es cierto que ahora me muevo en la órbita de ERC, pero, aunque me han hecho propuestas, nunca he querido hacerme militante. Si viviera en las Islas (Baleares), sería del PSM -ya lo soy, de alguna manera-, y si Rull terminara mandando, no me sabría mal el caer en su órbita. ¿Me entiende? Si en ICV mandase Jaume Bosch, estaría con él… Este es mi mundo. Cuando los países están en fase de reconstrucción nacional, no es el momento de hilar demasiado fino en el esquema de los partidos.

– Después de Macià, el general Batet y el coronel Escofet, la tradición militar catalana se truncó con el franquismo… . ¿De dónde sale su interés por la defensa y la seguridad en un país como el nuestro?

– Yo tenía por parte de la familia materna mallorquina muchos militares. Ser militar en Mallorca no tenía las connotaciones que tenía en el Principado. Conocí los aparatos del Estado a través de ellos. Con mis primos y tíos tuve discusiones eternas sobre estas cuestiones, y entendí que el poder político no iba a ninguna parte si no le acompañaba un poder coercitivo. A esta influencia familiar hay que añadir mi primera estancia en Israel, donde en los cuarteles había un cartel que decía ‘Nunca más’ en lugar de ‘Todo por la patria’… Lo que quería decir que nunca más les harían subir a los trenes para enviarles a los crematorios, sino que esta vez morirían matando. También me influyó la relación con hombres como Martínez Vendrell o Txomin Iturbe Abasolo -uno de los llamados generales de ETA-. Y yo leía mucho sobre las luchas de los pueblos del mundo… desde las más cercanas hasta los tupamaros de Uruguay. Eso de ir con un lirio en la mano y el ‘happy flower’ está muy bien. Y estaría muy bien poder construir un país nuevo muy diferente del resto de países del mundo. Pero una nación que no se defiende termina mal. Nosotros lograremos la independencia en el siglo XXI y, por tanto, nos podremos ahorrar algunas formas del siglo XIX y del XX, pero sí que tendremos que tener gente con mentalidad de Interior y de Defensa.

– Uno de los momentos que más marcó su vida política fue esta estancia en Israel que ahora comentamos. ¿Qué encontró?

– Pensemos que cuando fui, hace cincuenta años, encontré un Israel épico -como se explica en la película ‘Exodo’-. Las patrullas de soldados llevaban cinco fusiles diferentes y vestían uniformes de orígenes diversos… Era un pueblo en lucha y que trataba de defenderse en un entorno hostil. Todavía encontrabas gente que llevaba el número del campo de concentración nazi tatuado en el brazo. Yo conocí el Israel de aquella época. Si vas ahora, puedes ver cómo ha avanzado la sociedad, con sus centros tecnológicos, con un ejército tecnificado y moderno. Yo entiendo que el Israel actual quizás no crea esa sensación que yo viví cuando tenía dieciocho años. A mí me impresionó aquel pueblo en lucha que había salido corriendo de Europa buscando una patria y un lugar donde los judíos pudieran sentirse seguros. Aquella experiencia me transmitió un profundo sentido de Estado.

– Siempre ha tratado de construir eso que ahora llamamos estructuras de Estado ‘.

– Nos encontramos con la gran dificultad de que no nos entendía casi nadie. Recuerdo cuando el presidente Pujol me envió escaleras abajo la primera vez que le dije que había que organizar la policía de Cataluña. Me dijo que leía demasiados tebeos de Roberto Alcázar y Pedrín. O el presidente Tarradellas, que me dijo que mientras la guardia civil se le cuadrara, él ya tenía suficiente. Cuando hablabas de cuestiones de defensa, la mayoría de la gente se llevaba las manos a la cabeza. Me consideraban un loco. Espero que a su generación eso ya no le pase. Pero debemos ser conscientes de que no tenemos escuela de interior. Tenemos mucha gente preparada para el Departamento de Cultura, mucha gente para las Universidades, también para Economía… ¿Quien tenemos para interior? ¿Y para seguridad y defensa? La gente está, pero falta que nos mentalizamos para incorporar a esta gente al gobierno y enviarlos a formarse en el extranjero.

– En el libro dice que sin el 23-F probablemente no tendríamos los mossos d’esquadra tal como los conocemos.

– Aquel episodio fatídico hizo reaccionar a nuestra clase política. Se dieron cuenta de que iban completamente desnudos y que había que actuar. Yo espero que ahora, que pasaremos otro momento complicado y excepcional, los diecisiete mil hombres y mujeres de nuestra policía estén preparados. Debemos estar orgullosos de la actuación de nuestra policía en episodios como la protección de la Vía Catalana, pero también por la protección de la movilización unionista del 12 de octubre e, incluso, por el marcaje que hizo a los fascistas que vinieron de España con una clara voluntad provocadora. Tenemos unas fuerzas de seguridad que tendrán una función histórica en este momento de transición nacional. Es muy importante que no haya nadie que tenga actitudes violentas en Cataluña. Lo dice alguien que no es pacifista: lo peor que podría pasar en este momento es que alguien actuara con violencia. Aún más: el primero que actúe con violencia habrá perdido. Los mossos son la garantía de que se actuará contra cualquier tipo de violencia venga de donde venga. ¿Hemos pensado qué pasaría si en un momento como el actual no tuviéramos una policía propia?

– ¿Los mossos están preparados para asumir la seguridad integral del nuevo Estado? ¿Qué les falta?

– Debemos tener los pies en el suelo. Ahora mismo, hablar de qué ejército tendremos o cómo será puede ser precipitado. El debate tal vez no sea éste. Pero si que tenemos que empezar a pensar cómo sustituiremos los cuerpos y fuerzas de seguridad españoles en las competencias que aún tienen reservadas en exclusiva. Al día siguiente de lo que tenga que pasar debemos tener gente que pueda controlar el espacio aéreo, el espacio marítimo, el terrestre y el cibernético. Son cosas que ya tenemos que tener preparadas, dispuestos para actuar. Y debemos tener la gente preparada y formada en el extranjero para poder asumir responsabilidades. No hay que hacer el debate sobre si debemos tener ejército.

– De modo que no debemos hablar del ejército…

– De hecho, ya tenemos de ejército. Mucha gente le hará ascos, pero cuando negociemos el reparto de activos y pasivos con el estado Español, también tendremos que hablar de qué parte del ejército nos corresponde. Si lo pensamos bien, Cataluña ya tiene ejército. A Cataluña le corresponde un 20% del ejército español. Si hemos de hablar, tenemos que hablar seriamente. Tenemos aviones, destructores, carros de combate. Miremos el ejemplo de Suecia y Noruega, de la República Checa y Eslovaquia… que se lo repartieron todo, contando hasta la última bala. Si debemos asumir una parte proporcional de la deuda, también tendremos que quedarnos la parte proporcional de todo lo que hemos pagado.

– El ejército es una cuestión que inquieta a mucha gente.

– El hecho más importante es que nuestros políticos no digan las tonterías que dicen a veces. Que no hablen de Costa Rica, ni de unos cuantos mossos con bazuca… Discutiremos nuestras responsabilidades en defensa sentados a la mesa con los estados vecinos. Lo siento por estos compañeros que sueñan, pero no les podremos decir a los franceses, los italianos, alemanes, británicos -ni tampoco a los españoles- que el 1, 8% o el 2% que ellos gastan en seguridad, nosotros lo destinaremos a hacer escuelas para nuestros niños y para enviarlos de colonias a aprender inglés. Nos dirán que ya nos espabilaremos si pasa algo en nuestros puertos y aeropuertos… En Cataluña, con nuestra dimensión, tendremos que asumir la responsabilidad que nos corresponda.

– Siempre ha conservado buenas relaciones con responsables de seguridad en Israel. ¿Cómo ven el proceso de independencia?

– Israel es un Estado. Y como todos los estados no dirá nada hasta el día siguiente. Israel sabe que la sociedad catalana simpatiza mayoritariamente con su historia de lucha y supervivencia. Una parte de la población catalana es contraria a Israel. Pero ellos saben que hay simpatía. Y ellos también la tienen hacia nosotros. Además, hay intereses comunes en ámbitos industriales y de investigación. Nosotros tenemos que hacer un proceso ejemplar que merezca el respeto de todos. La batalla internacional es muy importante. En este sentido, el ministro Margallo nos ayuda mucho. Le tendremos que dar una medalla. Hace una gran campaña a favor de Cataluña. Sus acciones diplomáticas consiguen que mucha gente se interese por nosotros. Los servicios de inteligencia del mundo, cuando reciben este mamotreto de papeles que envía, hacen algo muy normal: contrastar. Vienen aquí; observan; hablan con todos; ven cómo funciona la sociedad catalana, el tono pacífico y democrático de la reivindicación nacional, la gran capital que es Barcelona… Margallo quizás no entiende que cuando los países reciben un papel no lo dejan encima de la mesa y se lo creen a ciegas, sino que contrastan. Para eso sirven los servicios de inteligencia. Nosotros recibimos muchas visitas de países de todo el mundo para saber qué pasa. Y hablan con todo el mundo, de un extremo al otro.

– A menudo denuncia que vamos con el lirio en la mano en estas cuestiones… ¿Le han seguido? ¿Es usted espiado?

– Sí, a mí me han vigilado y me han hecho seguimientos. Algunos compañeros de la policía de Cataluña me han creado alguna cortina de protección. Pero a alguien de mi edad y con cientos de amigos en la policía, no creo que se atrevan a hacer nada. Además, si ahora mismo me escuchan, ya pueden hacerlo. No me he de esconder de nada de lo que digo. Les hemos perdido el miedo. ¿Qué nos harán? Yo hablo con sensatez y responsabilidad. Y ellos tampoco son monolíticos. Un día me paró un alto mando de la guardia civil en la Rambla de Cataluña. Yo lo había conocido cuando él era capitán. Me dijo: ‘Estamos hartos de ser utilizados políticamente, Sellarès. Esta gente no vive aquí. Yo hace muchos años que vivo en Cataluña. Mis hijos han puesto la estelada en el balcón. Yo no estoy de acuerdo, pero la sociedad ha cambiado mucho. Cataluña es otra cosa’. No todos los guardias civiles y policías españoles son lo que a veces nos imaginamos. Sí que les han inculcado un fuerte sentido patriótico español en las academias. Pero cuando hace veinte años que viven aquí y tienen hijos aquí, la cosa cambia. Y en caso de independencia nos quedaremos sorprendidos de los que optarán por continuar en Cataluña. Nos encontraremos gente del ejército del aire y la marina -en el de tierra no tantos- dispuesta a colaborar. A mí me han llegado a hacer propuestas desde estos sectores.

– En el libro dice que el enemigo principal lo tenemos en casa. ¿Me lo explica?

– El gran peligro es que estemos tan distraídos con el enemigo exterior que nos olvidemos de la quinta columna. Me preocupan los poderosos, me preocupan los que han vivido el negocio de España… Me preocupan las conexiones entre el palco del Bernabéu, la gente del Puente Aéreo, los ecuestres estos… Me preocupan estos que tenemos en casa… Los del grupo de comunicación que tenía la sede en la calle de Pelai [en referencia al grupo Godó]. Aquí también encuentro que nuestra clase política actúa con una cierta inocencia. También hay un sector de estómagos agradecidos que nos debe preocupar… Gente que ha hecho un nivel mientras han vivido de mediar con España. Esta gente se juega mucho. Ven peligrar sus privilegios.

– Termina el libro con un llamamiento a no olvidar el resto de la nación catalana. ¿Cree que la independencia tendrá efectos positivos para los Países Catalanes?

– A corto plazo será terrible para las Islas y Valencia. Hace poco asistí a una reunión en Mallorca donde escuché una intervención muy preocupante. Se decía que había que arrasar el catalanismo en las Islas para que no pasara igual que en Cataluña. ‘Ahora que todavía estamos a tiempo debemos actuar con contundencia’, decían. Si ahora el españolismo ya actúa como lo hace en el País Valenciano y las Islas, imagínese cuando Cataluña se independice. A corto plazo se puede acelerar el proceso de colonización que ya hace años que dura. Quizá a medio y largo plazo, si Cataluña lo logra y mejora su situación, se convertirá en una referencia para las élites políticas, económicas, culturales y sociales del resto de la nación. El Estado español no es viable sin Cataluña y todo se moverá de manera imprevisible. Es muy importante no olvidar el resto del país. Quizás no debemos decir demasiado, pero habrá que enviar salvavidas para que no reciban aún más.

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