Mikel Zuza Viniegra Historiador y escritor. Autor de ‘Libro Redondo de Leyre’
Este domingo junto con DIARIO DE NOTICIAS se puede adquirir por 18,95 euros un nuevo título de Pamiela, una colección de relatos de la mano de Mikel Zuza
Mikel Zuza, con un ejemplar de su nuevo libro, a la venta con este periódico. Patxi Cascante
Mikel Zuza (Pamplona, 1970) es un hombre conocido en el mundo editorial navarro, tanto en su faceta histórica como narrativa. Autor de más de una decena de libros da ahora un nuevo paso literario con Libro Redondo de Leyre (Pamiela), compuesto por más de medio centenar de relatos cortos a partir de personajes históricos. Zuza lamenta que si no conocemos nuestra propia historia “no habrá manera de quererla”.
¿Por qué esta obra? ¿Qué propone a los lectores?
–De los primeros reyes de Pamplona no se sabe apenas nada. Lo poco que se conoce viene de documentos en su mayor parte falsificados. Como historiador me ha tocado leerlos y ver que no podían ser reales. Como narrador, mi otra faceta, eso me permite un amplio abanico de historias con personajes reales como Iñigo Arista, Sancho I o la reina Oria, a la que le dedico más cuentos, inspirados en Ainhoa, mi mujer. Oria era la mujer del rey Fortún, pero apenas es un nombre en un documento de genealogía. No se sabe nada más de ella. Eso me permite imaginar muchas historias y ponerlas en relación con algunos lugares. También hay un relato sobre la Mano de Irulegi, porque lo escribí en el momento en que esta apareció.
Usted, como dice, reúne dos vocaciones, la histórica y la literaria.
–Sí, escribo de historia científica pero también narraciones, cuentos o novelas de la historia de Navarra, que me gusta tanto y que domino. Quien lea estas leyendas creo que las deslindará fácil. La mayoría de mis libros son de este estilo, que te dejan la duda.
Con Leyre como lugar referencial.
–Del siglo VIII hasta el X, Leyre fue el corazón del Reino. San Eulogio de Córdoba pasó por allí en el año 849 y alabó en una carta la biblioteca que tenía el monasterio. El lugar donde tenía que desarrollarse el libro siempre lo tuve claro, aparte de que sigue existiendo. Fue un emplazamiento donde monarquías diminutas como las de Pamplona hallaban refugio en medio del bosque.
Hablando de leyendas, Leyre alberga una muy popular y fascinante, la de Virila. Usted tira de ese hilo en una de las historias de su libro.
–Sí, de las leyendas que quedan de aires canónicos de la historia de Navarra probablemente la de San Virila, que pasó 300 años oyendo el canto de un pájaro, es de las más bonitas, y le quise dar un giro.
Los historiadores navarros suelen lamentar el desconocimiento histórico existente.
–Como historiador francamente me da mucha pena que la mayoría de navarros y navarras no sepan nada de su historia. La gente domina tres o cuatro cosas: Sancho el Fuerte en las Navas, el príncipe de Viana, que suena por la plaza o por el centro de salud… y poco más. Pero como narrador precisamente ese desconocimiento me viene muy bien para imaginar las historias y puedan pasar por reales. Nunca he entendido que en una comunidad que ha tenido las competencias educativas desde hace tantos años se permita el despilfarro de despreciar su propia historia, tan potente como la nuestra, que ya la querrían pillar en cualquier otro sitio.
¿Ahora tampoco?
–Apenas. Yo no di historia de Navarra ni en la escuela, ni en el instituto, y en la universidad era una optativa de un año nada más; ni siquiera estudiando para ser historiador la historia de Navarra era demasiado valorada. Ahora sé que se dan unas mínimas nociones, pero eso no basta. En cualquier conferencia veo a gente de generaciones anteriores sorprendida cuando cuento cosas que desconocían. No lo entiendo. Es una forma de actuar como para que se no se sepa lo que fuimos, pero si no lo desvelamos nosotros, ¿quién lo va a hacer? Desde fuera no van a venir a revelarte tu propia historia.
Los libros nos ayudan a conocerla.
Son una forma de iniciación, tanto los de historia científica como novelada. Creo que a la historia de Navarra se le puede sacar mucho más partido. Iniciativas como esta, de relatos que se leen muy fácil, pueden proporcionar la curiosidad de indagar. Muchos de los escenarios en los que transcurren nos rodean, podemos ir a verlos andando diez minutos.
¿Nos falta masa crítica? Somos una comunidad pequeña y segmentada en compartimentos.
–Pero al final la historia es una de las pocas cosas que nos une a todos; si desde pequeño nos metieran la conciencia de que esa historia nos pertenece, incluso la de cada pueblo… El pasado, su historia, nos pertenece a todos. Pero aquí, por ejemplo, tengo la impresión de que nunca se le ha hecho demasiado caso a los castillos. A los punteros como el de Olite sí, de los pocos que quedan, pero en general la espina dorsal de la defensa del Reino, a los castillos nunca le han dado una importancia como la que tuvo. Ahí está Iñaki Sagredo siempre en la brecha y ahí seguimos unos cuantos también con libros como este.
Y sin embargo, es hablar de Vasconia, de los vascones o de los orígenes del euskera y nuestras visitas en internet se disparan.
–Sí, interés claro que hay, pero es por lo desconocido. Alguna vez me preguntan por qué desde pequeño me gusta tanto este tema. Pues precisamente porque nadie me habló de ello. Una de las cosas que no he entendido nunca de esta especie de desconocimiento perenne de la historia de Navarra es que no haya unas placas en determinados sitios. Los lugares de memoria histórica deberían ser mucho más amplios. El campo de la batalla de Noáin, el de la batalla de Aibar… con carteles para que el visitante o habitante recuerde qué pasó. La memoria histórica es crucial, pero me da pena de que se pare en lo que pasó hace cien años. ¿Por qué no se va más atrás? Ya sé que hay gente que piensa que el siglo IX o el XIV no le conciernen nada, equivocadamente creo yo. Pero eso no es motivo para arrumbarlo, como creo que muchas veces parece que ocurre, y más desde las instituciones oficiales, desde Cultura, que creo que podría hacer más. Espero también que en la ponencia sobre la reforma de la Lorafna se defienda cambiar el preámbulo que obvia el pasado milenario de Navarra, y empieza así: “Navarra se incorporó al proceso histórico de formación de la unidad nacional española”, muy del estilo de Del Burgo. Si en tu propia ley fundamental ignoras un pasado como este, cómo vas a promover su aprendizaje. No sé si conseguirán modificarlo, vamos a ver.
Usted trabaja de bibliotecario…
–Los libros me gustan mucho, no podía ser de otro modo, y los antiguos los que más. Me permiten manejar unos conocimientos que consiguen hacer creíble que esta obra que publico existiera. El título viene de dos textos reales: Libro Redondo de la Catedral de Pamplona, del siglo XII, y El becerro antiguo de Leyre, del mismo siglo, dos de las obras más antiguas que se conservan en Navarra. Esos libros recogían donaciones al monasterio de Leyre o a la catedral. Muchas veces para demostrar donaciones de reyes en el pasado. Los primeros autores de ficción de la literatura navarra, por lo menos la que se conserva, serían monjes anónimos. Los redactaban con el fin de convencer por ejemplo a Sancho el Sabio de que su tatarabuelo había hecho donaciones, para que él hiciera lo mismo. Le ponían en esa tesitura. En toda Europa los monasterios lo hicieron. Aquí pasó con los primeros reyes de Pamplona. Ahora este libro es el final del hilo; formamos parte de una cadena de ficciones.
Vuelve a publicar con Pamiela, editorial que ha marcado impronta.
–Sí, es un hito en la cultura navarra con 40 años a sus espaldas. A mí me acogieron desde el principio muy bien, y es un placer siempre colaborar con ellos.
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