Marcel A. Farinelli: “Los nacionalistas sardos admiran a Cataluña, pero este interés no es al revés. ¡Cerdeña no es tan mediática como el proceso!”

Marcel A. Farinelli. Historiador sardo especialista en Cerdeña y Córcega.

Marcel A. Farinelli (Alguer, 1978) se define como un “doctor en historia apasionado de las islas”. Una conversación con él lo revela, efectivamente: Córcega y Cerdeña son sus áreas de especialización, pero no deja de repetir la fascinación que siente por los territorios insulares del Mediterráneo, rebosantes de historia y de diversidad, que recorre desde Alicante hasta Creta y desde Génova hasta Túnez. Estando en Barcelona ha publicado dos libros sobre su ciudad natal: El fascismo en el Alguer (Angle, 2010) e Historia de Alguer (Libros del Índice, 2014).

 

-Nationalia: Salvador Dalí, cuando hablaba de Perpiñán, decía que la estación de la capital de la Cataluña del Norte era el centro del mundo. Mirando la historia de Alghero y todas las idas y venidas de pueblos, imperios y estados que allí han ido dejando huella, uno tiene la sensación de que la ciudad catalana de Cerdeña no es el centro del mundo, pero sí quizás es el centro del Mediterráneo occidental.

-Marcel A. Farinelli: Es una metáfora buena. Es un lugar de paso porque es estratégico, tiene un puerto natural, porque Cerdeña y Córcega están en el centro de la región… Varias potencias que querían controlar el Mediterráneo han pasado por allí: pisanos, genoveses, catalanes, españoles, la dinastía de Saboya, los británicos con el almirante Nelson, Italia… En la edad media, cualquier embarcación que saliera de Barcelona o de Baleares se detenía en el Alguer. Y además, es una ciudad que atrae a gente de fuera. Hay personas que no dirías nunca que hayan estado. Por ejemplo, Antoine de Saint-Exupéry, el autor de El Principito, durante la Segunda Guerra Mundial…

 

-N: ¿Qué hacía en el Alguer?

-MF: Alguer tenía un aeropuerto. Él era aviador y, cuando en 1943 el fascismo se tambaleó y la isla se consignó a los Aliados, lo usaba como base. Durante la guerra hacía fotografías de interés militar del sur de Francia y Córcega. Uno de sus últimos vuelos lo hizo desde allí. U otro caso: Elizabeth Taylor rodó allí una película. La generación de mis padres todavía se acuerda.

 

-N: Más allá de Saint-Exupéry y Taylor, todas estas idas y venidas históricas han salpicado las costas de Cerdeña, y también las de Córcega, de islotes lingüísticos y culturales. Alguer es seguramente el más conocido en nuestro país, pero tenemos otros casos curiosos como el de la comunidad lígur de San Pietro y San Antioco el sur de Cerdeña, o los griegos de Carghjese en la costa occidental de Córcega, o los también lígures de Bonifacio, en el sur de esta isla. ¿Por qué ha pervivido esta diversidad?

-MF: Te cuento mi teoría. Cerdeña y Córcega son dos islas grandes. Y aisladas. Más que Sicilia, por ejemplo, a la que es relativamente fácil pasar desde la península itálica. Esto ha hecho que Sicilia haya participado más en la historia del sur de Italia y que también la población sea más uniforme. Pero Cerdeña y Córcega están más lejos, y son como grandes montañas dentro del mar. Cuando las potencias marítimas han llegado a ellas, la parte interna de ambas islas se ha mantenido más al margen, y los intentos de colonización se han concentrado en la costa. Todas estas localidades que has mencionado son colonias creadas ‘ex novo’. Y los colonizadores han reproducido sus tradiciones, usos y costumbres. La relación entre estas localidades y el interior siempre ha sido poco fácil. Uno de los casos más extremos es, efectivamente, el de los griegos de Carghjese.

 

-N: ¿Por qué?

-MF: Porque son los protagonistas de varios intentos fracasados de colonización, tanto en Cerdeña como en Córcega. Los griegos, después de la conquista otomana de Creta (1669), emigraron a diversos lugares del Mediterráneo occidental, como a la Menorca británica. Una parte, sin embargo, se instalaron cerca de Ajaccio, en Córcega, donde fundaron la villa de Paomia y obtuvieron tierras. Durante la revuelta de los corsos contra Génova (1729-1769) los griegos, que gozaban del favor de los ligures, fueron duramente atacados y se refugiaron en Ajaccio. Pero, cuando la ciudad cayó en manos de los rebeldes, los griegos huyeron hacia Menorca, y hacia Cerdeña. Aquí fundaron la colonia de Montresta, un lugar cerca de Bosa, al sur de Alghero. Un lugar que no estaba despoblado: eran tierras de pasto para los rebaños de los pastores sardos. Los griegos duraron poco: estalló un conflicto con los locales y fueron expulsados por la fuerza de las armas, con varias personas muertas incluidas. Entonces, una parte de esta gente volvió a Córcega -ya bajo el dominio francés- y se establecieron en la localidad de Carghjese, en las afueras de Ajaccio. La experiencia dramática de estos griegos muestra la dinámica diferente entre el interior y la costa, una constante en la historia de las dos islas. Aparte de los que has mencionado, están los casos de Ajaccio, en Córcega, con su legado genovés, o el de Cagliari, en Cerdeña, con todo el gótico catalán…

 

-N: De hecho el centro de Cagliari fue catalanoparlante durante la dominación de la Corona de Aragón. Podría haber pervivido un segundo Alghero.

-MF: La diferencia fue que Cagliari era la capital sarda, una ciudad más grande que el Alguer: el cambio de poder fue acompañado de un cambio de clase dirigente y de personas que vivían en el centro de la ciudad. Por eso la lengua catalana se perdió. Alguer tenía rasgos que lo hacían diferente: estaba muy fortificado y se encontraba en la zona norte, un territorio siempre más complicado para el poder establecido que el sur de la isla, que se acomoda más a quien manda. Durante el siglo XIX la ciudad trata de destacar mediante su peculiaridad -por ejemplo pesquera- y esto también incluye la herencia catalana. Pero de hecho, el sardo que se habla en el sur de Cerdeña está muy impregnado de palabras castellanas.

 

-N: Más que el dialecto de Nuoro, que se habla hacia el centro-este de la isla.

-MF: Por eso ya a finales del siglo XVIII eligieron el dialecto de Nuoro como base de una lengua sarda literaria, porque es más puro. Pero en realidad hay más hablantes de la variedad meridional.

 

-N: Hay otra comunidad con una historia similar a la de los griegos de Carghjese, de cierto -digamos- nomadismo, que es la de los ligures que salen de la costa de Túnez y terminan ante Alicante.

-MF: Es una de esas historias que te hace entender cómo es el Mediterráneo. Me fascina. En el siglo XVI los otomanos dan la isla de Tabarka, en Túnez, a una familia genovesa, como feudo. A Tabarka se trasladan gente de Pegli, un pueblo cercano a Génova. Allá comienzan a explotar el coral, y se termina formando una comunidad lígur de comerciantes ricos -rival marinera de los alguereses, por cierto-. Cuando el coral se acaba, la comunidad entra en crisis. El bei de Túnez invade la isla y esclaviza su población, que, sin embargo, al final es liberada y trasladada a San Antioco y San Pedro, las dos islas al sur de Cerdeña que hemos mencionado antes. Allí fundan una ciudad ‘ex novo’. Ahora se dedicarán a la pesca del atún y a las salinas. Y han mantenido su dialecto ligur y su cultura marinera hasta hoy, contrastando con los sardos de tierra firme, que son pastores o mineros. Una parte de esta gente se fue a la Isla Plana, frente a la costa de Alicante. Pero aquí la lengua se pierde.

 

-N: ¿Dirías que el hecho de tener una isla tan diversa internamente ha hecho que el nacionalismo sardo haya tenido más dificultades para emerger y para convencer a todas estas poblaciones de la conveniencia de forjar un proyecto político común de autogobierno?

-MF: Siempre se explica -y no sé si es una leyenda- que el emperador Carlos V decía que los sardos eran “pocos, locos y mal unidos”. El problema es que Cerdeña siempre ha estado poco poblada. Todavía hoy, conduciendo por la isla, verás que entre un pueblo y otro no hay absolutamente nada. Esto siempre ha provocado que hubiera desconexión interna, particularmente con muy poca comunicación entre el norte y el sur y con una gran rivalidad entre las respectivas capitales: Sassari y Cagliari. Esto no ha hecho país. Es un poco como la historia de toda Italia: eran mil capitales, mil dinastías, mil rivalidades.

Pero hablando específicamente del nacionalismo sardo, el factor que ha hecho que no haya nacido fuerte está ligado a la economía de la isla. Durante el siglo XIX, Cerdeña no tuvo desarrollo industrial -la minería exportaba casi toda la producción- ni una agricultura capitalista que diera emergencia a una clase empresarial que se pudiera poner al frente de un movimiento nacionalista. La burguesía siempre ha sido demasiado pequeña, demasiado débil y demasiado ligada al Estado italiano: su poder dependía del hecho de ser diputados en el Parlamento italiano, o alcaldes… Esto les ha arrebatado independencia. En Córcega pasó lo mismo. No se ha estructurado, como sí ocurrió en Cataluña, un movimiento de reivindicación que pudiera construir un nacionalismo propio. Los ‘tempos’ de los estados también han sido diferentes: al mismo tiempo que en Cataluña está la ‘Renaixença’, en Italia se vive la resaca de la unificación, que es un clima poco propicio para construcciones nacionales alternativas a la italiana.

 

-N: A pesar de ello, antes y sobre todo después de la Primera Guerra Mundial comienza a emerger un sardismo político -que desemboca en la fundación del Partido Sard de Acción en 1921, que reclamará unas instituciones propias para Cerdeña- con figuras como Camillo Bellieni, Luigi Puggioni… ¿de qué sectores provienen estas personas?

-MF: Muchos son hijos de propietarios mediano. Son gente de provincias que van a Sassari o a Cagliari a estudiar, y se convierten en abogados, médicos, ingenieros…

 

-N: No están ligados a este poder más fiel al Estado italiano que mencionabas, el de los alcaldes, diputados…

-MF: Son de segunda fila. Entendámonos: tampoco son ni obreros ni campesinos. Pero son bastante radicales, y frecuentan la universidad en una época de cambios sociales, de luchas algo desestructuradas. No hay grandes movimientos obreros en Cerdeña, pero sí hay revueltas, a veces violentas, sin un liderazgo político claro. Los que crearán el Partido Sardo de Acción crecen con el mito de la confrontación con aquellos calificados como “continentales”, es decir, los que vienen del continente: los italianos. De aquella generación, la figura más conocida es Antonio Gramsci, uno de cuyos primeros lemas es “Fuera los continentales”. Esta es una generación que sueña con la liberación de Cerdeña, pero que es ambigua en este punto: no se sabe si quieren echar a “los continentales” porque son símbolo de la monarquía de los Saboya -y entonces quieren fundar una Italia nueva, republicana- o si los quieren echar para independizar Cerdeña. Ni Gramsci ni los fundadores del Partido Sardo de Acción serán independentistas. En 1918 y 1919 Gramsci flirteará con la idea de hacer una revolución campesina en Cerdeña -porque no hay obreros- y proclamar una república federada con Italia, al estilo soviético. Gramsci no es un nacionalista sardo, pero entiende que hay un empuje identitario en la isla, y lo quiere aprovechar. Un ejemplo de ello es el caso de la producción de queso, muy importante en Cerdeña, y que al final del XIX y principios del XX está dominada por empresarios italianos. En la isla emerge una reivindicación para que la producción sea controlada por parte de los pastores mismos, mediante cooperativas, y de esta forma eliminar esta clase de empresarios italianos. Siempre es una batalla muy práctica, más que identitaria. Esto se ve incluso en el mismo Partido Sardo de Acción, que en esta época no tiene un programa de salvaguarda de la lengua o de la cultura sarda, ni pide competencias educativas, sino que básicamente se preocupa de las condiciones de vida de los sardos, de llevar Cerdeña hacia la modernidad.

 

-N: Otro de los federalistas sardos de esta época -y fundador del Partido Sardo de Acción, como Bellieni- es Emilio Lussu, quien escribe que Cerdeña debería tener un estatus dentro de Italia similar al que tienen los cantones dentro de Suiza. Lussu, de hecho, pronostica que después del fascismo musoliniano, Italia no podrá ser otra cosa que una federación. Terminada la Segunda Guerra Mundial se hace evidente que Lussu se ha equivocado en su predicción. ¿Por qué?

-MF: Italia es un país que, aunque muchos no lo admitan, vive una guerra civil de facto entre 1943 y 1945. Una parte de la resistencia de izquierdas apuesta por hacer una revolución, mientras que la Democracia Cristiana y los sectores monárquicos están absolutamente en contra. En principio, la idea de la izquierda, donde militaba Lussu, es hacer un Estado federal. Pero se acaba pactando una autonomía para cuatro regiones -Cerdeña, Sicilia, Aosta y el Trentino-Tirol del Sur- que más adelante serán cinco -Friüli-Venecia Julia. Pero en 1948 la Democracia Cristiana gana las primeras elecciones -permanecerá en el poder durante 50 años- y tiene miedo de que los comunistas puedan controlar partes de Italia si acceden al poder en algunas de estas regiones. Estas autonomías, de entrada, quedan casi congeladas por este motivo. Y los comunistas, que anteriormente habían criticado el modelo federal, la acaban defendiendo.

 

-N: Tanto Bellieni como Puggioni, y también Egidio Pilia, manifestaban una preferencia por el federalismo no sólo como vía para reorganizar Italia, sino también con una perspectiva mediterránea. Eran partidarios de estrechar relaciones con Córcega, con Cataluña, con las Baleares, con Provenza, incluso con Creta, y que a la larga, esto pudiera desembocar en una gran federación mediterránea. ¿La política sarda actual conserva este ideal?

-MF: Para mí esta es la parte más interesante de la teoría sardista. Pero se ha quedado en ese momento histórico. La idea surge porque a los sardistas la etiqueta de “nacionalistas” no les gusta: la asocian al nacionalismo de Estado. Y ellos intentan superarlo. Quieren una hermandad entre pueblos, que bebe de la idea de Mazzini, de hacer una Europa de naciones, de pueblos.

 

-N: Pero la idea mazziniana está mucho más pensada para naciones más grandes: Italia, Alemania…

-MF: Sin duda. Los sardistes la retoman y la aplican a los grupos más pequeños. En todo caso, la idea no cuaja. Quien vuelve a recuperarla es Antoni Simon Mossa, que de hecho es el gran heredero de Bellieni, el gran ideólogo del Partido Sardo de Acción de la primera época. Mossa hace un discurso sobre la necesidad de poner de acuerdo a todos los pueblos oprimidos como alternativa a la Europa de las grandes naciones. Ahora mismo esto no ocurre mucho. Empezando por los políticos sardos y los corsos, que son los primeros que deberían hablar entre ellos y lo hacen muy poco. Creo que a todas estas grandes islas del Mediterráneo les convendría ponerse de acuerdo, porque todas ellas están ligadas a estados continentales y siempre tienen los mismos problemas: la conexión física, el precio de los transportes, la energía eléctrica… Se debería crear un espacio donde todas estas sociedades insulares pudieran acordar una batalla común en el marco europeo. En cuanto a Cataluña, en los diez años que vivo aquí he visto poca sensibilidad de parte de los políticos catalanes y de la Generalitat para hablar con otras instituciones que tienen autonomía. Había un período en que Mas siempre comparaba Cataluña con Massachusetts, o después con Escocia. Y yo siempre pensaba que delante de Cataluña hay dos islas, Córcega y Cerdeña, que están en una situación similar. Los nacionalistas sardos admiran a Cataluña, y no sólo por lo que está pasando ahora, sino también por la política lingüística desde los años 80. Pero a la inversa, este interés no existe. ¡Cerdeña no es tan mediática como el proceso!

 

-N: Antes has comentado algunos de los aspectos coloniales del punto de vista de la historia sarda y corsa. En las décadas de 1960 y 1970, el neosardismo también apunta mucho en esta dirección: critica la instalación de bases militares y de industrias petroquímicas en la isla -no deseadas en otros lugares de Italia-, el nuevo desarrollo turístico en beneficio de las élites italianas… ¡Antoni Simon Mossa llega a comparar Cerdeña con Cuba! ¿De esta crítica colonial, ha quedado algún poso en la Cerdeña actual?

-MF: Cada vez menos. Es cierto que hay todavía la sensación de ser el lugar de vacaciones de una clase italiana más privilegiada. Cuando yo era pequeño me daba cuenta de que los niños que venían de Milán tenían los juguetes de última moda, veías que había una distancia. Algo ha quedado, de todo esto. Pero la retórica anticolonialista se ha perdido mucho, aunque algunos movimientos -minoritarios- de extrema izquierda la mantengan. Los movimientos actuales, más que hacer victimismo colonial, intentan dar un paso más allá, una política real. Pero en la época de Mossa era comprensible: estaban las independencias de Chipre y de Jamaica, que eran islas, como Cerdeña, y fascinaban. También hay sectores de la sociedad sarda que se toman el ‘Piano di Rinascita’ -un plan de desarrollo económico de Cerdeña de los 60- como una propuesta colonialista, porque para hacer fábricas desplazan zonas de cultivo y pastoreo. Figuras como Mossa critican que esto significa implantar un modelo económico extraño a la isla y lo perciben como una imposición. No es extraño por tanto que sea también en estos momentos cuando el sardismo se empiece a preocupar por la cultura y la lengua.

 

-N: Desde esa época y hasta la actualidad, en Cerdeña hemos asistido a una verdadera explosión de partidos independentistas. Uno de los que últimamente había cogido más vuelo era ‘Proyecto Cerdeña’, en torno a Michela Murgia, que antes de las elecciones sardas de 2014 los sondeos apuntaban que podía llegar a ganar. En cambio, el resultado en las urnas fue muy inferior a las expectativas.

-MF: Falta un poco de experiencia política. Fuera de la experiencia del Partido Sardo de Acción en la década de 1980, nunca ha habido una fuerza que haya dicho a los sardos que haga falta un gobierno regional fuerte para oponerse a Italia. Si tú a los sardos les preguntas si se sienten más sardos o más italianos, siempre dirán que se sienten más sardos, y siempre criticarán a Roma. Pero la solución a sus problemas parece que siempre pasa por aliarse con el partido más fuerte en Italia. Durante el berlusconismo esto era evidentísimo. Berlusconi gobernaba en coalición con los postpostfascistas de Alianza Nacional, y en cambio en Cerdeña arrasaba. En esta coalición iban la Liga Norte y el Partido Sardo de Acción. ¿Cómo te explicas esto? Pues es el transformismo italiano, es dejar de un lado los principios y hacer alianzas tácticas que, sin embargo, yo creo que no han llevado a ninguna parte. Cerdeña ha dado dos presidentes a Italia. Francesco Cossiga era uno. Recuerdo que en Cerdeña todos le criticaban no por cómo gobernaba, sino porque no hacía nada por la isla. La gente no se daba cuenta de que Cossiga no era el presidente de un partido nacionalista sardo, sino un democristiano italiano de origen sardo, que hacía su trabajo para Italia.

 

-N: Antes hablaba de la candidatura independentista de Murgia. Un miembro de su lista, Omar Onis, me dijo: “La autonomía sarda ha acabado convirtiéndose en un fetiche y, al mismo tiempo, un lastre, un arma de distracción de las masas”. ¿Estás de acuerdo?

 

-MF: Sí, porque es una autonomía que no funciona en realidad. Los políticos sardos no han podido utilizar la autonomía para ganar más espacios de autogobierno. No han trabajado sistemáticamente, como sí lo ha hecho la clase política catalana, para ampliar el autogobierno. También los sicilianos han sido mucho más hábiles para obtener más autogobierno. Después de 2000 hubo el intento de hacer otro Estatuto en Cerdeña, pero no se ha llegado a ninguna parte. Otro problema, además, es que Cerdeña tiene muy poco peso, dentro de Italia. Sicilia y Cerdeña son ambas autónomas, pero Sicilia tiene el doble de población y envía a Roma más parlamentarios. Por ello el Estado italiano ha escuchado más las voces que venían de Sicilia que a las de Cerdeña. Esto se ve en muchos aspectos: por ejemplo, en las dificultades que Cerdeña ha tenido siempre para conseguir precios más favorables, o descuentos, para los isleños que deben usar medios aéreos o marítimos de transporte. Cualquier victoria sarda ha sido entendida desde Roma casi como una concesión, y esto ocurre en parte porque Cerdeña no ha tenido instrumentos para hacer valer su fuerza. En Córcega, por el contrario, han conseguido mejores condiciones, y esto incluso teniendo en cuenta la historia complicada de las relaciones entre la isla y el Estado francés.

 

-N: De hecho, la vida política corsa experimenta desde hace años unos acontecimientos que en Cerdeña aún parecen lejanos: los miembros de la Asamblea de Córcega -y no sólo los de los partidos nacionalistas corsos- se han puesto de acuerdo con una serie de demandas, como la cooficialidad de la lengua, la demanda de un tipo de ciudadanía corsa, el PADDUC… Esto ha culminado, de momento, con la victoria histórica de los partidos corsos en las elecciones del 13 de diciembre. Ahora hay mucha atención mediática en Francia hacia Córcega. Y eso los corsos lo están consiguiendo teniendo una población que pesa mucho menos en el conjunto de Francia de lo que pesa la población sarda en Italia. ¿Por qué esta diferencia?

-MF: Creo que el tema de la violencia explica muchas cosas respecto de cómo se ha llegado hasta aquí. El Estado francés se preocupa más de Córcega, en general. Estuve en 2012 y aún entonces resonaban mucho en la prensa los atentados del FLNC -sin víctimas mortales- durante lo que se llamaba “la noche azul”.

 

-N: Por tanto crees que por esta vía, el independentismo ha obligado al Estado francés a prestar más atención a Córcega.

-MF: De alguna forma sí.

 

-N: Pero más allá de la violencia, luego hace falta presentarse a las elecciones y que la gente te vote.

-MF: Claro. Y esto, muchos de los que estaban en el FLNC en los años 70 y 80, lo vieron: se pasaron a la política. También ha habido un factor geopolítico. Córcega tiene una marcada huella italiana. No es que recientemente Italia haya reivindicado Córcega -como se hizo durante el Risorgimento y en la época fascista-, pero teóricamente podría ser posible. En los años duros de la violencia en Córcega, los nacionalistas corsos emitían desde una estación de radio en la isla de Elba, frente a la costa toscana. Y los servicios secretos franceses la dinamitaron. Esta cuestión geopolítica puede ayudar a explicar la atención de Francia hacia Córcega. En cambio, Cerdeña nadie la reivindica. También, como factor, se me ocurre el hecho de que muchos franceses continentales acaben viviendo en Córcega. Puede haber un interés del gobierno francés para resolver sus problemas con el nacionalismo corso.

 

-N: Un nacionalismo corso que se ha presentado unido a la segunda vuelta de las elecciones, lo que ha sido clave para la victoria.

-MF: Que haya ganado la coalición de los autonomistas e independentistas corsos es una gran novedad. En los años 50 hay una primera generación de nacionalistas corsos que apuestan por la vía política, pero la reacción del Estado francés es durísima, histérica. La parte juvenil de la Acción Regionalista Corsa pasa al FLNC como reacción. Después vendrá la guerra sucia de Francia contra los nacionalistas corsos, con la creación incluso de una especie de GAL francés, el FRANCIA. Con todo ello, al nacionalismo corso le interrumpen la evolución. Y ahora es como si esta interrupción se estuviera superando y el nacionalismo corso pudiera volver a hacer política.

 

-N: En 2017 Córcega dispondrá de un nuevo ente político, la colectividad territorial única, que el gobierno corso actual quiere llenar de contenido autonómico hasta donde sea posible. En Italia, por el contrario, hace meses asistimos al debate sobre la reforma constitucional impulsada por el primer ministro Matteo Renzi a la que muchas voces en Cerdeña, en el Friuli o el Valle de Aosta le acusan de querer recentralizar competencias.

-MF: Esto arranca de la época de Berlusconi, con aquella idea de extender una especie de federalismo extraño en alianza con la Liga Norte a toda Italia. Parece que Renzi va en la línea de aguar la autonomía de las cinco regiones con estatuto especial. Podría ser que Renzi quisiera hacer un Estado más centralista. Esperemos que sea sólo una idea suya, y no algo más generalizado en la política italiana.

NATIONALIA.CAT

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