Manuel Castells: “Enfrentamos desunidos la más grave amenaza que ha tenido la humanidad”

“Ningún estudiante va a perder el curso por razón de la epidemia”

Su vida es un laboratorio. Analiza y concluye. Sociólogo, honoris causa por un sinfín de universidades, premio Holberg, considerado el Nobel de las Ciencias Sociales, Manuel Castells (Hellín, Albacete, 1942), ahora ministro de Universidades, aboga por una gobernanza global y lamenta que afrontemos divididos la pandemia de la Covid-19 en esta entrevista realizada por correo electrónico.

-Un virus ha puesto en jaque al mundo. ¿Por qué cree que no estábamos preparados para hacerle frente? ¿Qué lección puede extraerse de ello de cara al futuro?

-Subjetivamente, por arrogancia, por creer que nuestra tecnología lo puede todo. Objetivamente, por los recortes sustanciales en los sistemas sanitarios durante las políticas suicidas de austeridad tras la crisis financiera. La principal lección es que la sanidad es nuestra infraestructurade vida y requiere cooperación global.

-Y ha pillado a Occidente y al mundo sin un claro liderazgo, dado que los Estados Unidos de Trump han renunciado a ejercerlo…

-Trump es un nacionalista norteamericano. Pretende liderar el mundo pero en el interés exclusivo de Estados Unidos, de modo que no puede se un líder mundial.

-China, donde nació el nuevo coronavirus y donde no hay prácticamente ni un momento de la vida cotidiana que escape a la vigilancia digital, parece tener bajo control la situación y saca ahora pecho. ¿Se convertirá en la nueva superpotencia?

-China ha sido capaz de controlar, no de superar, la pandemia y, aún así, puede crecer al 2% este año. Y tiene capacidad para producir, exportar y hasta donar material sanitario al resto del mundo.Hay que reconocerlo. Ya es una superpotencia, pero no la superpotencia porque no puede compararse militarmente con Estados Unidos.

-Los ciudadanos de Corea del Sur y Taiwán, que a diferencia del régimen chino, son países democráticos, han aceptadoser monitorizados, a través del uso de la tecnología y la inteligencia artificial, para combatir la pandemia. Han perdido libertades y privacidad. ¿Acabará ocurriendo también en Occidente? ¿Acabarán perpetuándose este tipo de cesiones? ¿Hay que perder libertades para estar seguros?

-Históricamente, en todas las situaciones de emergencia, los estados restringen los derechos de la gente, por necesidad o, en algunos casos, aprovechando la situación. Y los ciudadanos lo aceptan por convicción o por miedo. Pero hasta un cierto límite que es peligroso sobrepasar.

-Nadie en Occidente pareció intuir el peligro que representaba la Covid-19 hasta que entró en el salón de sus casas… ¿por qué?

-Porque el cierre de la economía y la vida social es algo muy duro y no se pensaba necesario hasta que una buena parte de la población estuvo infectada. Se decía “no somos China”. Pero eso el virus no lo sabe.

-Italia afronta la situación de una manera, Alemania de otra, Francia, de otra, y España, también, por no hablar del Reino Unido, Estados Unidos o Brasil… el virus es el mismo pero las políticas contra él difieren en cada país. ¿Hubiera sido necesaria una gobernanza global?

-En esto, como en todo. Un sistema global interdependiente requiere gobernanza global, no necesariamente un gobierno global . Pero los estados nación se resisten a perder su poder y cadauno utiliza los mecanismos degobernanza supuestamente global para defender sus intereses nacionales.

-En Europa resucita la brecha norte-sur. ¿Qué le parece la manera en que está abordando esta crisis la UE? ¿No cree que alimenta el desencanto entre los ciudadanos que ven como se diluye el principio de solidaridad, uno de los principios fundadores del proyecto europeo?

-Estamos otra vez en el mismo debate que se planteó en la crisis financiera del 2008, demostrando la ausencia de identidad europea, excepto en algunos sectores sociales, más educados y jóvenes. Algo que llevo mucho tiempo estudiando y publicando. Esta vez, al menos, el Banco Central Europeo, y la Comisión Europea están en una postura mucho más solidaria, pero el Reino Unido está fuera y Alemania y sus aliados más estrechos requieren permiso de intervención en las políticas económicas de cada país que rescaten. Obviamente, la Europa del sur y Francia no lo aceptan, y, por tanto, enfrentamos desunidos la más grave amenaza que ha tenido la humanidad desde la II Guerra Mundial.

-¿Cree que habría que hacer algo para que situaciones como la que estamos atravesando no vuelvan a ocurrir o, al menos, estemos mejor preparados para hacerles frente?

-Tomar en serio los aplausos a los sanitarios y traducirlos en políticas de financiación, de formación, de equipamiento, de investigación y de salud preventiva. Es nuestro salvavidas en el mundo en que entramos. Cualquiera que sea el coste es más barato que la muerte y el colapso económico.

-La Covid–19 se ha extendido como una pandemia en un momento de auge de los populismos y las democracias iliberales. ¿Cree que irá a más, que uno de los grandes perdedores de esta crisis será la democracia liberal?

-He publicado un libro reciente sobre la crisis de la democracia liberal, que ha ido perdiendo legitimidad en la ciudadanía por razones profundas comunes a todas las sociedades. La extensión de la pandemia en intensidad y en el tiempo puede poner en cuestión todavía más un sistema político que había traído una relativa civilidad a nuestra vida institucional.

-No hubo revueltas en la crisis del 2008 porque nuestros mayores y la familia sirvieron para aguantar situaciones desesperadas. Ahora se recomienda que no se pongan respiradores a pacientes de más de 80 años. ¿Qué reflexión le suscita?

-Miseria de la especie humana que, si de verdad fuera así, tal vez no mereceríamos sobrevivir. En algunos sectores hay poca solidaridad con las generaciones venideras, como muestra la indiferencia relativa al cambio climático. Y ahora hay indicios, minoritarios, de que empieza a fallar la solidaridad hacia los viejos. Afortunadamente, la mayoría de la gente muestra generosidad y empatía. Aún aguantan las familias, pero protegiendo sobre todo a los suyos. Nos encontramos como humanos en el aplauso de las ocho.

-¿Cómo cree que cambiará el mundo?

-Ya ha cambiado y nunca volverá a ser como el que vivíamos. Lo que no sabemos es cómo será. Tal vez lo mejor sería que lo decidiéramos y lo hiciéramos en lugar de resignarnos al destino.

-La universidad online ha ido creciendo durante los últimos años. De hecho usted ha sido profesor en una de ellas, la UOC. ¿Cree que la Covid-19 potenciará los estudios universitarios online, y que irán remplazando paulatinamente a los estudios presenciales?

-La pandemia ha demostrado la extraordinaria utilidad de internet en todos los ámbitos. Y, particularmente, en las universidades, que completarán el curso, mayoritariamente, mediante la enseñanza online de calidad. Ha habido un curso acelerado de formación práctica de estudiantes y profesorado en este sentido en el espacio de semanas, sobre el que podemos construir hacia el futuro. No sólo para emergencias, sino para un sistema en que ambas modalidades se complemente en todas las universidades. La enseñanza presencial nunca desaparecerá porque su ancho de banda es mucho mayor que el de la mejor red de fibra óptica. Esta articulación debe ser un proyecto de futuro inmediato cuando acabe la guerra.

-Muchas universidades han tenido que adaptarse de la noche a la mañana para dar clases no presenciales, con dificultades tecnológicas y no todo el profesorado preparado para ello… ¿Está garantizado el mínimo de calidad de las titulaciones en este curso?

-Lo van a controlar y garantizar, coordinadamente, las agencias de calidad de cada comunidad autónoma y la Aneca, la agencia del Estado español. No tengo la menor inquietud en este tema, que sigo de cerca.

-¿Cómo van a evaluar los profesores con garantías?

-Con flexibilidad de procedimientos propios a las condiciones de cada universidad. Hay sistemas de evaluación continua, que practican las mejores universidades online como la Uned y la UOC, hay herramientas informáticas para exámenes online y tal vez pueda haber también exámenes presenciales en la medida en que se vaya restableciendo la posibilidad de contacto social.

-¿Cree que en esta situación todos los universitarios gozan de igualdad de oportunidades? ¿O hay algunos que lo afrontan con carencias tecnológicas?

-Hay desigualdad tecnológica como hay desigualdad social en todos los ámbitos. Y por tanto las universidades tendrán que tener en cuenta esas situaciones particulares y ayudar a los estudiantes desfavorecidos. Ahora bien, la difusión de internet es muy amplia, también lo es el uso de ordenadores. Y, algo que no se piensa, la inmensa mayoría de estudiantes tienen un ordenador en el bolsillo, que llamamos teléfono móvil. La cuestión es desarrollar protocolos de enseñanza que pueden ser adaptados al uso de los móviles como terminales. Lo que llamamos m-learning . En eso están varias universidades, por ejemplo, según mi información, la Universitat de Barcelona.

-Los universitarios abordan con incertidumbre su futuro, tanto aquellos que están en la universidad, como aquellos que preparan su acceso… Estamos acabando el curso y va a empezar el 2020-2021. La Covid-19 marcará el último trimestre del primero y, cuando menos, el primero del segundo… ¿Cómo cree que serán? ¿Se retrasará el próximo curso universitario?

-Hay incertidumbre en esto y en todo, porque ese es el tiempo de virus que nos ha tocado vivir, sería paternalista y engañoso decir lo contrario. Pero sí puedo decir algo cierto en el ámbito universitario: ningún estudiante va a perder el curso por razón de la epidemia. Las universidades, las comunidades autónomas y el Ministerio de Universidades estamos trabajando coordinadamente en ese sentido, en colaboración con estudiantes, enseñantes y personal administrativo, y vamos a asegurar que se complete el curso en los plazos habituales o con algunas semanas más si la pandemia se prolonga. Y el curso que viene se iniciará como siempre, esperando que no tengamos que crear un sistema online para ese momento. Pero si hace falta lo haremos y lo haremos bien. La calidad de la UOC no es inferior a la de otras universidades catalanas. Pase lo que pase, tenemos que asegurar que la vida sigue. Y la universidad también. Palabra de ministro.

-Alcanzado el pico de contagios, el Gobierno está planteándose ya escenarios de desescalamiento del confinamiento… ¿Cuándo cree que se reanudarán las clases presenciales? ¿Serán los jóvenes los últimos en salir?

-Es aventurado predecir nada a corto plazo. Varias comunidades y universidades ya han decidido que no habrá más clases presenciales este curso. Así lo ha anunciado, por ejemplo, Andalucía. Por eso, lo más importante es la flexibilidad y el desarrollo inmediato de una variedad de fórmulas y tecnologías para cubrir todas las eventualidades. Creo personalmente que hay más posibilidades de contacto para los jóvenes en un plazo no muy lejano que para la liga de fútbol y otros eventos congregantes de grandes muchedumbres.

-Usted no es el ministro de Educación, pero ¿sabe si se alargará el curso escolar a julio?

-Depende de cada comunidad en consonancia con las medidas de confinamiento ?total o parcial que dicte el Gobierno. Es posible que se alargue a julio, pero no es probable. Se prevé que la EvAU esté completada en todo el Estado hacia el 10 de julio, por tanto el curso tendría que haber terminado antes.

-¿Qué huella va a dejar la Covid-19 en la universidad?

-La capacidad de liberar el potencial de la enseñanza virtual que estaba injustamente menospreciada y la exigencia de unadigitalización más avanzada del conjunto del sistema universitario. Una gran frontera de innovación pedagógica y de inversión económica.

LA VANGUARDIA