Manual para políticos que quieran evitar la abstención (y el ridículo). 8 pasos fáciles

“Les veo tan perdidos, que aunque defiendo que el 23-J debemos quedarnos en casa, les echaré una mano con unos sencillos trucos para no hacer el ridículo del todo”

Querido político, querida gente que conforma su órbita en los medios y en las redes. Hace días que digo que este artículo mío de hoy se escribe solo. Yo entiendo que estén tan desesperados después del primer toque de atención que han sido las elecciones municipales de mayo que quieran combatir la abstención con todas sus fuerzas, pero es que les veo tan perdidos, están haciendo tanto lo contrario de lo que hay que hacer para evitarla, que aunque defiendo que el 23 de julio debemos quedarnos en casa y lo seguiré defendiendo, les echaré una mano con unos sencillos trucos para no hacer el ridículo del todo.

1. Recuerden que su votante es independentista

Sé que les cuesta, porque ha vaciado la palabra independencia de contenido hasta tal punto que ya quiere decir para ustedes lo mismo que calamar o que gramófono. Pero normalmente un independentista busca en los partidos a los que vota algún indicio de correlación entre lo que dicen que van a hacer y la consecución de la independencia. Si ya es complicado explicar qué tiene que ver la independencia con ocupar 48 escaños en el caso de ganarlos todos en el congreso de los españoles, que son una séptima parte del hemiciclo que no puede ser decisiva, porque en lo que consideren importante los españoles siempre se pondrán de acuerdo, parece bastante evidente que no ofrecer nada más que ser españoles no sería un argumento de peso para ir a votar. Si desean nuestro voto, puede que tengan que venir a llamar a nuestra puerta para ofrecernos algo.

2. Asuman que su credibilidad está bajo mínimos

Han acatado toda extorsión que ha venido del Estado español, pervirtiendo el significado de “no aceptar” hasta convertirlo en una simple cara de enojados, e incluso en todo lo que no les han impuesto los uniformados han terminado haciendo lo que conviene al invasor, que es pactar con los partidos del 155 en todos los niveles administrativos, en una suerte de competición para dirimir quién es el más sumiso. Es lo que están haciendo el diputado de Junts Joan Canadell y la portavoz de Esquerra Marta Vilalta, por ejemplo. No parece, pues, una gran idea basar el contrato que desean hacer con los votantes en la confianza en su palabra, que no tiene ningún tipo de valor, como intenta Gabriel Rufián cuando habla de “subir el precio ”de la investidura de Pedro Sánchez”. Hacer dimitir a todos los que nos han traído hasta aquí quizá haría algo de limpieza, pero claro, es difícil colocar a tanta gente en tertulias, organismos público-privados y otros cementerios de elefantes.

3. Piensen que su electorado sabe sumar

Como decía, 48 escaños que se deciden en Cataluña son una minoría en el Congreso español, que tiene 350 en total. Decir que serán decisivo contra el fascismo o para condicionar una investidura se refuta haciendo un simple cálculo mental o cogiendo una calculadora. Además, aunque piensen que no, porque les han votado hasta ahora sin que les hayan ofrecido resultado alguno, la gente también tiene memoria y recuerda que a la candidata a la alcaldía de Barcelona que se llamaba de izquierdas la hizo alcaldesa un político con ideas de extrema derecha, algo que puede ocurrir perfectamente en España, por muchas efímeras portadas en Europa que esto pueda provocar. Por tanto, establecer como marco “autodeterminación a cambio de investidura” como defienden en Junts (empezando por Toni Castellà) es lo mismo que hablar de “fascismo o Cataluña” como hace Gabriel Rufián: hacer ver que Cataluña tiene un peso que no tiene en España, porque el anticatalanismo es transversal.

4. Insultar al electorado no sólo es feo: es que no funciona

Ya no hablo de insultar la inteligencia, como hacen habitualmente desde hace años, sino insultar de forma literal, como ha hecho por televisión el propio Francesc-Marc Àlvaro, flamante candidato de Esquerra al Congreso, llamando estúpidos a los que quieren ejercer su derecho a no votar, o como ha hecho algún perfil cercano a la CUP en Twitter (después de haber defendido ellos la abstención en el Congreso hasta hace 3 años). Seguro que piensan que si lo hacen con ciertos perfiles, como yo o gente con un discurso parecido, esto no les supondrá ningún coste, pero el asunto ‘basket of deplorables’ de Hillary Clinton insultando a los votantes de Trump debería indicarles lo contrario. Los votantes a menudo tienen cierto sentido de comunidad, y si insultan a unos, otros muchos se sienten interpelados. Además, los insultados tenemos amigos, compañeros, familiares, conocidos y saludados con los que hablamos todos los días.

5. No olviden que su votante es mayor de edad, no un niño de P3

Parece una tautología, porque por ley su votante debe ser mayor de edad, pero no está de más que lo recuerde cuando utilizan argumentos para niños de guardería, como el ‘y tú más’, los tuits con banderitas de Gabriel Rufián con cada vez más retuits que votos, o el ‘nada volverá a ser igual’ si gana Junts de Míriam Nogueras. O cuando traten a los que le fiscalizamos con condescendencia porque ‘todo es más complicado’ o directamente nos mienten con cosas que vemos con nuestros propios ojos. Como dije una vez a un dirigente de Esquerra después del referéndum: está acostumbrado a pensar que la única forma de no perder votos es mentir, haga el experimento de decir la verdad bien explicada de forma honesta y se sorprenderá de la reacción de la gente.

6. Querer suplantar a otro partido que ya existe termina mal

Resulta delirante, pero estamos viendo cómo la CUP hace de ERC, Junts hace de CUP y ERC hace de Podemos. Todos los partidos a los que emulan van cuesta abajo. No hace falta, pues, ser muy listo para ver que no sería la mejor estrategia. La gente que comulga con las ideas de un partido vota ese partido, no un sucedáneo, que ve como un impostor. Intenta defender ideas genuinas, sin parasitar las de los demás, pocas y bien explicadas, llevadas a cabo por gente con un mínimo de talento y que puedan medirse.

7. La gente que critica lo que hacen no tiene ninguna obligación de hacerles el trabajo

Una sociedad sana democráticamente tiene unos políticos que rinden cuentas a los votantes y unos votantes que les piden cuentas, y no sólo cada 4 años. Marcar de cerca a los políticos es una forma de participar en democracia tan legítima como votar, hacer un boicot o una manifestación o montar un partido nuevo. Por tanto, hagan el favor de no quitarse responsabilidades de lo que hacen diciendo a los que se las piden que se pongan ellos. Ellos no han adquirido compromisos con la ciudadanía, ustedes sí. Ellos no cobran por hacerlo, ustedes sí.

Además, resulta por completo cínico que sostengan esto y cuando aflora una alternativa digan que divide o quieran silenciarla con todas sus fuerzas, desde los medios de comunicación y desde el sistema electoral, que por eso ya les viene bien que sea el español, porque privilegia a los partidos del sistema y pone altísimas barreras al fuego nuevo. Basta con recordar lo que ocurrió con Frente Republicano o Primarias, que podría haber utilizado los derechos electorales de Unió a través de Demócratas en los debates y lo vetó. Y a la contra, tener presente como sólo la ‘nueva política¡ apoyada por el ‘establishment’ (Ciudadanos, Podemos, Barcelona en Común, VOX, etc.) ha sido aceptada en el club.

8. El chantaje emocional es por la otra puerta, gracias

Ciertamente, debían de estar convencidos de que éste era un chicle que podía estirar para siempre, pero supongo que notan que ya no da para mucho. Nuestras instituciones son un teatrillo, el catalán retrocede día tras día y nuestro desarrollo económico está cada vez más ahogado por Madrid. No nos digan que mantener sus sillas sirve para algo más que conservar sus nóminas porque no puede demostrarlo, no nos digan que ceder nuestra representación a los españoles será terrible porque nunca nos ha defendido de ellos.

En definitiva, si desean evitar la abstención, bajen a la realidad. Hablen con menos políticos y con más gente normal. Acepten que han hecho todo al revés y pongan sus partidos boca abajo para volver a conectar con la gente a la que, cuando le hablan claro, responde. O asuman que la abstención es inevitable y visibilizará un espacio que dentro de poco les disputará algún otro.

EL MÓN