Malo conocido o bueno por conocer

Me ha llegado a las manos un interesantísimo artículo académico antiguo de los profesores W. Samuelson y R. Zeckhauser, que, al menos cuando lo publicaron, en 1988, trabajaban en las universidades de Boston y Harvard, respectivamente. Publicado en el ‘Journal of Risk and Uncertainty’, el artículo ‘Status quo bias in decision making’ estudia, como indica el título, la fuerza conservadora que tiene lo que estamos acostumbrados a la hora de tomar decisiones que lo podrían cambiar. El artículo, por decirlo así, estudia científicamente la verosimilitud del viejo refrán “más vale malo conocido que bueno por conocer”.

La actualidad del artículo me parece obvia. Ahora que estamos a la espera de tomar grandes decisiones que pueden cambiar radicalmente el statu quo político de Cataluña, hay que contar con el hecho de que, ante el riesgo y la incertidumbre que conllevará el nuevo horizonte, la tentación de renunciar al mismo para conformarse con lo que ya se conoce, por malo que sea, pesará más de lo que esperábamos. Es decir, existe el peligro de que, junto a las grandes dosis de entusiasmo que empujan a algunos ciudadanos a desear el cambio asumiendo todos los riesgos que conlleva, pueda haber un cierto repliegue a última hora. Después de todo, casi toda la estrategia del Estado, la más sutil y la más burda, se centrará en esta posibilidad: presionar sobre la propensión conservadora en favor del statu quo.

Hay que admitir de entrada, y siguiendo las conclusiones de los profesores Samuelson y Zeckhauser, que, a la hora de tomar una decisión racional, la propensión al statu quo tiene un peso muy significativo. Ellos la llegan a cuantificar con mucha precisión en determinados casos que son estudiados a fondo. Pero, sea como sea, está claro que, cuando decidimos, nos condiciona el hecho de conocer bien la situación de partida, una situación que, por insatisfactoria que sea, ya sabemos cómo encarar. Y también tenemos en cuenta tanto los costes de abandonar una situación conocida como los que -a menudo difíciles de medir- podrían generar las alternativas, que, por mejores que parezcan, también presentan sus propios inconvenientes.

El peso del ‘statu quo’ es tan grande que los estudios muestran comportamientos en la toma de decisiones que desafían los axiomas de la teoría de la utilidad. Así, se descubre que el sesgo hacia el status quo produce aversión al riesgo frente a las ganancias del cambio y, por el contrario, un apego al riesgo a pesar de las pérdidas que conlleva la situación presente. Se trata de una percepción cognitiva equivocada, como la que también produce el llamado ‘anchoring’, que conduce a hacer análisis parciales de las verdaderas oportunidades que ofrecen las alternativas a la situación presente. Además, hay toda una serie de vínculos de tipo psicológico que condicionan de manera conservadora la toma de decisiones. Uno de los más interesantes es el llamado ‘regret avoidance’, que aplicado a nuestro caso podríamos definir como la actitud producida por la incomodidad que sentimos a la hora de reconocer errores pasados, como el de haber perdido tantos años buscando, con la autonomismo, un encaje imposible en España.

En definitiva, tal como bien señalaba esta semana la presidenta de la ANC al acentuar la responsabilidad de los mismos ciudadanos en el éxito del proceso, el principal adversario de una Cataluña independiente seríamos nosotros mismos si nos dejáramos arrastrar por sesgo del statu quo. Es cierto que a favor del proceso está el nulo atractivo que ofrece el actual modelo autonómico. No es que España no tenga nada para ofrecer a los catalanes: es que a estas alturas tampoco ofrece ningún proyecto de regeneración ni a los propios españoles. De modo que es posible que estemos viviendo uno de los períodos en los que la propensión a preferir lo malo conocido ante lo bueno por conocer sea la más baja de nuestra historia. Pronto lo podremos medir.

Salvador Cardús
ARA