En estas últimas horas los tres partidos políticos independentistas con representación parlamentaria se han adherido a la protesta convocada en Barcelona el próximo día 19 contra la cumbre franco-española convocada por Pedro Sánchez y Emmanuel Macron. La indignación parece ser creciente y, tras la convocatoria hecha por la ANC, Òmnium y el Consejo de la República, podemos pensar que ésta puede llegar a ser una manifestación tan importante como esclarecedora. Pero hay un aspecto sobre el que me gustaría llamar la atención, ahora que estamos a tiempo.
Macron no será, o no debería ser, el extranjero invitado el próximo día 19 a Barcelona. Es evidente, y es comprensible, por la inmediatez de los hechos y la geografía de la mayoría, previsible, de los manifestantes de que Pedro Sánchez sea el local –dejémoslo así– y Macron el invitado. Pero precisamente desde la catalanidad deberíamos rechazar de lleno esta posición. Por coherencia y conciencia.
Macron y Sánchez, ambos, son equiparables al representar a los dos estados que impiden la construcción nacional de nuestro país. De “nuestro país” que es uno solo: son catalanes en Perpinyà y son catalanes en Barcelona. Y son tan catalanes en Perpinyà como en Barcelona. Y la opresión nacional es la misma, no son dos, en Perpinyà y en Barcelona. Y el futuro debería ser el mismo –con los ritmos y etapas que cada caso reclame.
A este respecto, en el Principado todavía pesa demasiado el mapa de la región española que lleva el nombre de Cataluña y la identificación acrítica entre comunidad autónoma española y nación. Y como la ola independentista de la década pasada explotó a partir del paso de los simpatizantes de CiU y del PSC al independentismo, mucha de la gente que hoy lo tiene tiene asumido, contradictoriamente, el mapa mental de lo que España dice que es Cataluña. Y ésta es una dificultad importante para entenderse colectivamente como una nación, para pensarnos como una nación que se explica sola al margen de cualquier otra.
Reducida a comunidad autónoma, Cataluña sólo se explica por referencia a España y en España. Reducida a puro departamento, Cataluña sólo se explica por referencia a Francia y en Francia. Pero Cataluña, si quiere ser una nación –y quien dice Cataluña dice Països Catalans– debe explicarse por sí sola. Unilateralmente. Y eso sólo puede hacerlo si prescinde de las fronteras artificiales y se piensa más allá de Francia y España. Sin ser subalterna de nadie.
Este factor liberador el independentismo digamos más tradicional lo entendió popularizando aquel grito de “Ni Francia ni España, Països Catalans”. Y la manifestación del día 19 es una buena oportunidad para repensarnos y presentarnos de nuevo en conjunto. Contra Sánchez y contra Macron a la vez, la gente del sur y la del norte unida.
Porque cualquier agresión al norte –que prohíban a los ayuntamientos expresarse en catalán o que escondan el nombre del país bajo la etiqueta “Occitania”– debería ser vivida como propia por los ciudadanos del sur, al menos por los que se llaman independentistas. Como ocurre ya al revés. Porque hoy hay que recordar que en estos últimos años Catalunya Nord nos ha dado importantes lecciones al sur. Sin el esfuerzo personal de muchos norcatalanes, como explicábamos por ejemplo en este reportaje (1), el Primero de Octubre no se habría podido hacer.
Y la solidaridad desplegada al norte de las Alberes contra la represión española, ellos mismos nos han dicho un millón de veces que no es solidaridad –una solidaridad que por definición llega desde fuera–, sino autodefensa. En el norte no nos han defendido todos estos años para que los del sur seamos catalanes sino que han defendido al país precisamente porque ellos son catalanes. Y esta lección, este ejemplo tan importante, estaría bien que se hiciera visible de alguna manera también el día 19, en la manifestación de Barcelona. Para seguir avanzando.
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