Los siete errores que no debemos cometer de aquí al 9 de noviembre

Como dijo aquel: ‘Alea iacta est’. Hemos entrado en la recta final. Este año no hay vacaciones. La batalla final ya ha comenzado. Y me parece que tenemos la suerte de empezar con una ligera ventaja. La debemos aprovechar. Lo principal será no cometer errores. Un error nuestro será aprovechado vorazmente por el adversario. Debemos mantener el control del balón. Y, si podemos, volver a avanzar. Pero la pelota tiene que correr y que se cansen ellos. Si perdemos la pelota, que sea en campo contrario. Y si podemos no perder ninguna, aún mejor. Al estilo de Cruyff: la mejor manera para que el adversario no marque un gol es que nosotros tengamos siempre la pelota. Por eso hace falta que sobre todo no cometamos estos errores:

– Plan B.

Evidentemente, hay alternativas previstas si España impide completamente de la consulta el 9 de noviembre. No tener alternativas sería un mensaje fatal: ‘Si impedís la consulta, detenéis el proceso’. Y no. El proceso no se acabará si por desgracia no se cumplen las condiciones mínimas para realizar una consulta con unos resultados legítimos. ¿Hemos de explicar los planes B, C, D o E? No. No tenemos ninguna obligación. ¿Es un crimen y nos hace mucho daño explicarlos? Tampoco. Me parece que todos somos lo suficientemente mayorcitos como para entender que habrá que encontrar la mejor vía para conseguir la independencia. Insisto en lo que ya he dicho otras veces: para mí, el objetivo es la independencia y la consulta es el mejor camino. Pero si hay que ir por un camino diferente, igualmente democrático y pacífico, ningún problema. Ninguno. Por lo tanto, crear un problema donde no debería haber ninguna es uno de los errores que no debemos cometer. Mejor consulta que elecciones, sí. O consulta o nada, no.

– Unidad y transversalidad.

La unidad y la transversalidad son valores aparentemente positivos. Pero prefiero la transversalidad que la unidad. Los catalanes tenemos una obsesión preocupante por la unidad. Y los verbos ‘sumar’ y ‘unificar’ no quieren decir exactamente lo mismo. Todas aquellas acciones que sumen, bienvenidas. Y a veces la unidad puede restar. El ejemplo más fácil de entender es éste: si un individuo muy cansado de la política de CiU y de los recortes y de eso que algunos llaman neoliberalismo piensa que la independencia consiste necesariamente en alinearse con Artur Mas, quizá se se lo repensará. Y exactamente igual a la inversa. Si a alguien que ha hecho crecer su negocio con mucho esfuerzo y sacrificios le dicen que para lograr la independencia debe votar gente que propone que la administración regule hasta el último detalle de su vida, lógicamente también se lo repensará. Hay que entender que lo más importante es la coordinación y el respeto a la transversalidad. La unidad es un sacrificio que hay que reservar para muy pocos momentos y muy determinados.

– Legalidad.

Lo dicen los que más entienden: sólo se podrá hacer una ruptura legal. Por ello es sumamente importante acertar el momento. Se debe romper la legalidad con la desobediencia a la ley Wert? ¿Hay que romper con la consulta? ¿O se debe romper con la declaración de independencia? El momento es muy importante, porque las consecuencias son definitivas. Si no queremos convertir el proceso en un caos donde sólo los más convencidos y puros se sientan cómodos, es necesario que rompamos la legalidad en el momento preciso, que únicamente puede ser el de la declaración de independencia. El proceso puede quedar descabezado o roto si nos precipitamos en algo tan determinante.

– Serenidad y alegría.

Lo hemos dicho una y otra vez. Hay sonrisa hasta el último segundo. Justo después ya podremos llorar de emoción. Pero mientras no consigamos el objetivo, hay que invitar y seducir. No podemos perder los estribos. Si mantenemos la serenidad en todo momento, nadie nos podrá hacer salir del camino que queremos hacer. Ahora vienen los meses más complicados. Los ataques serán salvajes y la presión parecerá inaguantable. Pero tendremos que saber llenar los pulmones, aguantar la respiración y dejar pasar los momentos críticos. Las embestidas de este otoño pretenderán que nos salgamos de quicio. Buscan nuestra reacción irreflexiva. No debemos caer en las provocaciones. Recordemos que no debemos perder la pelota.

– Iniciativa.

El ritmo de juego debemos marcarlo nosotros. La campaña del sí-sí no debe detenerse por mucho que griten. Marcar el compás es la manera más segura de obtener la victoria. Septiembre comenzará fuerte y con una serie de iniciativas y acciones que no se detendrán hasta el 9 de noviembre. Es muy importante que sean los contrarios quienes persigan la pelota. Es cierto que hasta el verano hemos centrado la batalla en el ‘derecho a decidir’, poder votar y la consulta. Pero la campaña del sí-sí ya no puede esperar más y es la que debe marcar el debate de los dos meses que van del 11 de septiembre al 9 de noviembre. No emprender la campaña del sí-sí sería un error grave. El resultado no es tan claro como pensamos y hay que reforzar el bloque independentista para que no se debilite en caso de un posible juego de manos -no una oferta que España puede hacer-.

– Equilibrio.

Hemos llegado hasta aquí por una razón principal: la ambición popular y el ritmo político corren paralelos. Ciertamente, el proceso lo empuja el pueblo. Sin la manifestación del 2012 y la cadena humana de 2013, más los miles y miles de actos que se organizaban en todos los rincones del país, no estaríamos donde estamos. Pero si el presidente Mas, Oriol Junqueras, la CUP y muchos más no lo hubieran entendido, tampoco estaríamos donde estamos. La clave del proceso es que el tiempo político y el tiempo popular en la cuestión nacional se han nivelado. Y uno no funcionaría sin el otro. Este equilibrio entre la calle y las instituciones no se puede romper. Y si se rompe, se ha terminado el proceso. Que todo el mundo sea consciente.

– Solidez.

Como ya hemos dicho, los meses que nos esperan serán duros. España sabe que ha vivido durante muchos años de los recursos producidos en Cataluña, el País Valenciano y las Islas, principalmente. Si Cataluña se desconecta, el Estado español tal como funciona ahora no es viable económicamente. Por tanto, los ataques serán feroces y habrá que ser firmes. No podemos dejar que siembren cizaña. La crítica interna siempre es positiva y debe ayudar a hacer las cosas más bien hechas. Pero la crítica, en un momento como éste, debe hacerse desde la lealtad. En todas direcciones. Si nos dejamos llevar por las peleas y las disputas que nos separan, ellos habrán dado el golpe más efectivo para ganar. Y nosotros, para perder.

A estos siete errores que no podemos cometer pueden juntarse muchos más. La lista puede ser muy larga. Pero me da la impresión de que si respetamos estos siete principios tendremos la victoria casi garantizada. Y sí, nos tendremos que arriesgar. Y en algún momento nos podrá parecer que todo se va a perder. Y que las tensiones internas son más fuertes que lo que pensábamos. Y habrá que actuar con serenidad. Y contar hasta diez siempre que sea necesario. Y parar fuerte cuando convenga. No perdamos la ventaja. No perdamos el camino. Y sobre todo, no perdamos el objetivo. La independencia.

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