Tengo que admitir que tengo un nivel bajo de tolerancia hacia autores que hacen del sarcasmo y del insulto el eje de sus discursos. De ahí que no sea un asiduo lector de Fernando Savater. Pero, de vez en cuando, le leo porque es representativo de un amplio sector de la intelectualidad conservadora no perteneciente a la órbita del PP, centrada en Madrid, que reproduce frecuentemente la sabiduría convencional de lo que en España se autodefine como “centro” en el espectro político, pero que en Europa correspondería a la derecha liberal.
Uno de los componentes de tal sabidura convencional es su supuesto antinacionalismo, y digo supuesto porque lo considero a l profundamente nacionalista, aunque de signo contrario al de los nacionalismos que denuncia y critica (el cataln, el vasco y el gallego). El suyo es el nacionalismo espaolista, que dificulta, en la prctica, el desarrollo del resto de identidades nacionales existentes en el estado espaol. Su deseo es que Catalua, por ejemplo, se convierta en una regin de Espaa, semejante a lo que es la Catalua francesa en Francia (en que la mayora de la poblacin catalana, en el pas vecino, no sabe, ni siquiera, hablar cataln). Fernando Savater, como muchos otros “anti-nacionalistas”, est intentando imponer su nacionalismo centralista y uniforme a toda Espaa. No es sorprendente, pues, que haya sido uno de los inspiradores del partido de Rosa Dez, un partido cuya principal caracterstica identitaria es su antinacionalismo perifrico y su profundo nacionalismo centralista.
Pero lo que motiva mi artculo no es esta incoherencia, sino la incongruencia expresada en su artculo de El Pas (22.04.10), titulado sarcstica y ofensivamente “Las sectas en pie de guerra”, en el que, con una narrativa predecible, lanza una enorme retahla de insultos y aseveraciones, los cuales constituyen elementos importantes de la sabidura convencional de los crculos conservadores y nacionalistas espaolistas.
Adems de las predecibles aseveraciones de equidistancia en las atrocidades cometidas por los dos lados durante la Guerra Civil Espaola y equiparar el comunismo con el fascismo (afirmaciones requeridas como indicador de ecuanimidad y equilibrio), concluye que, an siendo bueno que se ayude a los familiares de los desaparecidos a encontrar a sus muertos y enterrarlos, encuentra mal que se quieran buscar responsabilidades en base al argumento de ser “crmenes contra la humanidad”, pues adems de cuestionar la existencia de tal categora de crmenes en el mundo, cree que la bsqueda de responsabilidades rompe la placidez y concordia que hemos alcanzado en este pas, basada en el respeto a la ley de Amnista, aprobada por los dos bandos del conflicto civil, que nos obliga a no mirar al pasado. Encuentro esta aseveracin sorprendente, pues ignora la historia de este pas. La Ley de Amnista no fue una ley de punto final, Alianza Popular no la apoy, fue propuesta por las izquierdas para sacar a los suyos de las crceles, y excluy “actos de violencia grave contra la vida o la integridad de las personas” (artculo 1コ (a) Ley de Amnista, 15 octubre 1977). Supongo que Fernando Savater admite que un asesinato es violencia grave contra la vida. Pero asume, adems, que esta supuesta concordia no tiene costes. Pero es fcil demostrar que los tiene. El gran retraso social que tiene Espaa (que se demuestra en los indicadores tan bajos de gasto pblico social, entre otros indicadores), su enorme fraude fiscal (que deriva primordialmente de las rentas superiores), su bajsima carga fiscal, su escasa cultura democrtica y muchos otros indicadores negativos se basan en el enorme poder que los vencedores de la Guerra Civil y sus descendientes tienen en Espaa, y que se resisten a perder. Parte de este poder se materializa en que ha tergiversado la historia de Espaa, resistindose a que se corrija. Trivializar el proyecto de recuperar la Memoria Histrica (que debiera titularse, la correccin de la Memoria Histrica), como hace Fernando Savater, es aceptar la historia que se ensea y muestra como vlida, siendo ella, precisamente, la que da gran poder a las derechas. Por lo visto Savater tambin desconoce que no se han podido presentar en las televisiones espaolas, hasta muy recientemente, documentales crticos de aquella dictadura y la presentacin de sus horrores (como “Els Nens Perduts del Franquisme”).
En cuanto a la supuesta equidistancia en las salvajadas (predeciblemente el punto que siempre aparece cuando se quiere diluir la responsabilidad de las derechas), una mera lectura del nmero de asesinatos por razones polticas de 1939 a 1978 muestra una ventaja abismal a favor del bando golpista. Es ms, los asesinatos cometidos durante el periodo 1936-1939, fueron muchos ms los cometidos por el estado fascista que por el estado republicano. Y no digamos ya durante el periodo 1939-1978, a lo largo de la dictadura, en la que prcticamente todos los asesinatos los cometieron los vencedores de aquel conflicto. ソDe qu equidistancia est hablando Savater?
La misma incoherencia se da entre la tan promovida equivalencia entre el comunismo (PCE) y el fascismo (La Falange), incoherencia basada en la misma ignorancia. El comunismo en Espaa (aunque cometi errores que deben denunciarse) ha sido una fuerza poltica que ha favorecido histricamente la democracia y la expansin de los derechos sociales y laborales. El fascismo ha sido precisamente lo contrario.
Y ello es fcil de mostrar.
Una ltima observacin. Sera de desear que los rotativos de mayor difusin del pas tuvieran un cdigo de conducta que limitara el nmero de insultos por artculo. He vivido en muchos pases en mi largo exilio y en ninguno se alcanza el nivel de estridencia, sarcasmos y ofensas al adversario como en Espaa. Sera bueno que los medios no contribuyeran a la excesiva tensin existente en la vida poltica. Es un sntoma caracterstico de los que pasaron el “sarampin” de ser de izquierdas en su juventud, que se pasen el resto de su vida intentando “lavarse” de aquel pasado, a base de un vulgar anti-izquierdismo rentable en una cultura, como la espaola, que es profundamente conservadora.
Vicen Navarro es Catedrtico de Ciencias Polticas y Polticas Pblicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University