Llevo varios años siguiendo el desarrollo del affaire, tanto el desenvolvimiento de los acontecimientos como la cobertura mediática que ha generado en prensa y foros de Internet. Al comienzo, cuando salieron las primeras noticias sobre los “hallazgos excepcionales”, como seguramente ocurrió en el caso de mucha gente, la noticia de los descubrimientos arqueológicos me parecía muy interesante y hasta muy importante por las ramificaciones históricas que podrían tener una vez que las piezas fueran estudiadas con cuidado. Pero al principio no me fijé mucho en los pormenores de lo que transcurría por razones del trabajo, la familia y otras obligaciones que me tenían ocupada.
Confiaba en que con el tiempo saldría más información sobre los hallazgos y también el debate sobre ellos que ya se vislumbraba en el horizonte, a partir de finales de 2006. Lo que observaba era que la controversia arreciaba, tanto en los foros de Internet como en los medios de comunicación tradicionales, hasta culminarse en el dictamen del 19 de noviembre de 2008, fecha en que supuestamente por “unanimidad científica” determinaron que las piezas eran falsas, e incluso falsificaciones recientes, en torno al momento del descubrimiento.
Dado mi interés en el euskera, que se remonta a la década de los 70, empecé a seguir más de cerca el debate provocado por los descubrimientos y a la vez prestar más atención a la polémica que despertó la decisión subsiguiente por parte de la Diputación Foral de Álava de interponer una querella contra el ex director del yacimiento, Eliseo Gil. Poco a poco iba enterándome de más detalles relacionados con los sucesos y sobre todo con las pruebas que, supuestamente, habían motivado las acciones tomadas en contra del ex director y su equipo de Lurmen.
Casi exactamente un año después del primer dictamen emitido por la DFA, supe por un reportaje de prensa que era en base a un peritaje caligráfico que la DFA había formulado su querella contra Gil. Era un informe muy breve, de unas veinte páginas escasas presentado como prueba de la presunta falsificación y cuyo texto apareció disponible en Internet poco después. Al leer la cobertura mediática dada al informe y luego el informe en sí, me di cuenta de otros detalles: que el informe se fundamentaba en unas presuntas similitudes halladas entre las letras de unas inscripciones grabadas en la tapa de una réplica de un retrete romano, y las letras de algunos de los óstraca encontrados en el yacimiento arqueológico. Dicho de otra manera, esa letrina de madera se había convertido en la prueba material clave de la parte acusadora para probar la presunta culpabilidad de Gil.
Ante lo extraordinario de los sucesos, mi consternación iba en aumento al descubrir que al no considerarse suficientemente concluyente el primer informe caligráfico, la DFA había contratado dos peritajes más, aparentemente en busca de conclusiones más contundentes (trabajos cuya copia me consta que a día de hoy no conoce la defensa) y que han sido comentados solamente en la prensa. Para entonces, al darme cuenta del papel fundamental de la letrina y por tanto de las periciales caligráficas practicadas sobre ella, decidí indagar más en el tema y el valor probatorio que podían tener los resultados de estos peritajes. El resultado de esta indagación ha sido un trabajo de más de cien folios (Informe sobre los peritajes grafológicos de Iruña-Veleia) que acaba de entregarse al Juzgado de Instrucción nº 1 y una vez debidamente depositado, se ha colgado en www.sos-veleia.org y www.veleia.com para obrar con la mayor transparencia posible. Es decir, esta vez el anuncio en la prensa de la existencia del nuevo estudio va acompañado de acceso directo al mismo en Internet, con el fin de ofrecer la oportunidad de juzgar a cada cual la validez de los argumentos que plantea.
Todos los peritajes hechos hasta ahora cotejan las letras y dibujos de la réplica con los de los grafitos. Pero al llevar a cabo una pericial caligráfica forense se exigen dos elementos: una muestra indubitada y otra dubitada. La primera la consigue el perito tomando muestras de la escritura del escribiente cuya letra va a ser cotejada con la firma o el documento dubitado. Sin tener este cuerpo de escritura indubitado, autentificado, el cotejo no tiene ningún valor. Aunque Eliseo Gil admite ser autor de los dibujos, mantiene que no recuerda quién hizo las inscripciones de la réplica. No obstante ni la DFA ni los peritos caligráficos han tomado muestras de su escritura. Por eso los peritajes contratados por la DFA parten de una premisa no fundamentada, derivada de un hecho no probado, que los grabados de la réplica fueran hechas por una mano única. Y sin haberle pedido una muestra indubitada de su letra, asumen que Gil hizo todos los grabados de la letrina, mientras que él alega que ha sido una obra colectiva.
Por eso la premisa de la DFA se basa en una pericial caligráfica que no se ha hecho: la que habría probado que los grabados de la réplica fueran hechos por solamente una mano. Y para validar esta premisa habría sido necesario llevar a cabo un peritaje grafológico previo de los grabados para determinar si intervino o no más de una mano, algo que no hicieron los peritos, estudio que sí se ha hecho en el contrainforme y con un resultado que favorece la versión de Gil: que la réplica fue una obra colectiva en que participó más de una persona. Por otra parte las periciales asumen también la hipótesis, no demostrada, de la conexión entre la réplica didáctica y los grafitos, nuevamente en base a una única presunta autoría.
El contrainforme resume las conclusiones a que he llegado, entre ellas la escasez de valor probatorio del primer informe y al parecer del más reciente, ambos peritajes fundamentados en las mismas premisas altamente cuestionables y jurídicamente débiles, falta de muestras indubitadas, ausencia de una metodología científica junto con otras debilidades si no irregularidades, todas detalladas en este trabajo. En fin, espero que la investigación sea de interés y que contribuya en alguna medida al esclarecimiento de la verdad del affaire Iruña-Veleia.
Dra. Roslyn M. Frank, * University of Iowa