Después de la sentencia sobre Kossove de la Corte Penal Internacional, la jurisprudencia internacional ha dejado claro que no hay nada en la legislación global que pueda impedir la independencia de un país. Y también quedó claro que la pretendida ‘inviolabilidad de las fronteras’ que aparece en tantas constituciones sólo se puede entender en referencia a otro Estado pero no a un movimiento nacido en el interior del mismo y que busca modificarlas.
A la vista, pues, de que la legislación internacional no sirve para defender las actuales fronteras españolas como permanentes los últimos días desde diversas instancias políticas del Estado, ha reaparecido el discurso sobre la ‘naturalidad’ de las mismas y que dice que son las fronteras más antiguas de Europa. Dos mitos más que discutibles que quieren usar para negar la posibilidad de que la independencia del Principado las cambie.
La frontera entre España y Francia es de 1984
El 90% de las fronteras de Europa tienen menos de un siglo -que habla por sí solo de la movilidad de los estados-. Es cierto que la frontera de España con Portugal, una parte de la frontera de España con Francia, la mayor parte de la frontera de Suiza y la delimitación de Francia y Bélgica son las fronteras más antiguas del continente que siguen vivas en su mayor parte. Pero aun así la delimitación actual de las mismas es sorprendentemente cercana.
El mito español afirma que la frontera del Pirineo es ‘de siempre’ porque es natural. Pero la actual frontera entre España y Francia data de… 1984.
Analizar las fronteras como un todo fijo es siempre un error. Cualquier frontera del mundo es dividida en fragmentos y es muy extraño, especialmente en Europa, que una frontera entre dos países haya sido trazada de golpe y una sola vez. Por eso hay que analizar los fragmentos y por eso la diplomacia internacional toma como fecha de existencia de una frontera no el momento en que se formó el primer tramo que aún pervive sino del momento en que se ha formado el último.
En el caso de la frontera franco-española se toma como referencia de su fijación el Tratado de Bayona de 1856. Pero el último tramo delimitado, el que define el trazado actual, pertenece a 1984. ¿Por qué? Porque ese año la frontera anterior fue modificada en el trazado entre los pueblos vascos de Arete y Isaba, en las dos Navarras. 0,27 hectáreas ‘van cambiaron de país’ en virtud de un acuerdo entre los dos estados que rectificaba el trazado de la frontera, que está cuidadosamente marcado por 602 piedras a lo largo de su recorrido.
En cualquier caso, la frontera franco-española no se puede considerar como un todo porque responde a situaciones políticas muy diferentes a lo largo de su trazado.
En el caso del Principado y parte de la Franja, el Tratado de los Pirineos de 1659 significó el paso de parte de las comarcas catalanas del norte al Estado francés y al establecimiento de una línea de frontera. Pero posteriormente, entre 1812 y 1814 el resto de comarcas del Principado pasaron también a ser parte directa de Francia y por tanto la frontera entre España y Francia se estableció en Alcanar y Mequinenza, que en aquel momento fue incorporada al departamento de Bocas del Ebro.
Durante dos años el primer imperio francés tuvo cinco departamentos catalanes, el de los Pirineos Orientales, que aún existe hoy, el del Ter, el del Segre, el de Montserrat y el de las Bocas del Ebro. En 1814 la parte de frontera entre España y Francia que pasa por Cataluña se convirtió en la que todavía es reconocida internacionalmente hoy.
En la banda vasca de la frontera las cosas tampoco son tan claras como aparentan. Es cierto que la delimitación oficial de los mapas recoge el trazado actual desde hace siglos. Pero la aduana no se instala en el Bidasoa hasta 1872, porque antes de esa fecha era en el Ebro.
Efectivamente, aunque la división política fuera la actual, las provincias vascas a ambos lados de la raya mantenían privilegios de comercio entre ellas y la aduana española, en cumplimiento de los fueros vascos, no estaba en territorio vasco sino fuera, en la raya del río, al sur de Álava (y Navarra. Nota del traductor). Fue el Convenio de Vergara, firmado por Espartero y los generales carlistas, el que lo cambió. ¿Y hasta qué punto se podía considerar frontera una frontera que permitía la libre circulación de personas y mercancías entre los territorios vascos?
Precisamente en este sector perviven todavía dos situaciones muy peculiares, las de la Isla de los Faisanes y el País Quinto.
La Isla de los Faisanes es una isla deshabitada situada en la desembocadura del Bidasoa que cada año cambia dos veces de país. Medio año es española y medio francesa. El acceso a la isla está normalmente prohibido pero en ocasiones se ha celebrado algún acto. Es el único caso en Europa de lo que se denomina ‘soberanía secuencial’.
El caso del País Quinto es aún más peculiar. El País Quinto (Kintoa en euskera) es un territorio oficialmente español en Baigorri, pero que es administrado por Francia. Básicamente se trata de un bosque donde actualmente viven seis familias que son oficialmente francesas, pese a estar en territorio oficialmente español. Las familias pagan sus impuestos en España excepto las tasas derivadas de la vivienda que van a Francia. Reciben el correo y la electricidad de Francia pero la policía que interviene si es necesario es la guardia civil española.
Una república entre Portugal y Galicia y un conflicto por resolver todavía
El fenómeno del País Quinto tenía un paralelismo aún más sorprendente en la frontera entre España y Portugal: el llamado ‘Couto Misto’. Hasta 1864 tres poblaciones en la frontera entre Galicia y Portugal formaron lo que de hecho era una república independiente. Meaus, Santiago y Rubiás eran tres poblaciones teóricamente españolas pero sus habitantes tenían derecho a elegir si eran españoles o portugueses. Para garantizar este derecho las tres poblaciones mantenían un sistema propio de gobierno que, de hecho, las convertía en independientes. En 1864, sin embargo, España y Portugal se repartieron el territorio quedando toda la zona habitada del Couto en territorio español.
Teóricamente la frontera entre España y Portugal, de 1.290 kilómetros, es la frontera más antigua de Europa que aún sigue existiendo. Y de hecho lo es en buena parte. Pero cuando España la reivindica así suele obviar que lo es precisamente por la voluntad de los portuguesas de no ser anexionados por España.
Aun así, la raya actual data de 1926 y es incompleta porque Portugal reivindica de forma oficial Olivença, una población de la actual comunidad española de Extremadura, de habla y tradición portuguesas. La última vez que lo hizo fue en 1995 y en los mapas oficiales portugueses la frontera simplemente desaparece cuando llega a esta población. España afirma su soberanía sobre Olivença y ha rechazado siempre discutir sobre este asunto, que periódicamente ha envenenado la relación entre los dos países pues en Portugal hay un apoyo popular notable a la reivindicación sobre Olivença.
Las otras fronteras
El mito español sobre la permanencia en el tiempo de sus fronteras todavía se hace más difícil de sostener si se tienen en cuenta las otras fronteras, con Andorra, con Gibraltar y sobre todo con Marruecos.
Con Andorra, España aún reivindica un pequeño paraje que no fue contemplado en la delimitación oficial realizada entre el 1858 y 1865 y la frontera, por lo tanto, no es oficial.
Con Gran Bretaña la frontera de Gibraltar es un contencioso permanente. Como España no reconoce que el Peñón pertenece a la Gran Bretaña tampoco reconoce de forma oficial la existencia de ninguna frontera. De hecho la frontera funciona con normalidad, con el detalle añadido de que se trata de la frontera menos extensa del mundo, pero España no la reconoce como tal de manera oficial. Toda la literatura oficial española cuando tiene que hablar de la frontera y el paso fronterizo utiliza la expresión ‘la verja’.
Esto no impidió, sin embargo, que durante trece años, entre 1969 y 1982 esta frontera estuviera completamente cerrada. Durante este periodo nadie podía entrar o salir de Gibraltar en dirección a España y viceversa por una decisión unilateral del gobierno español que establecer un muro de separación.
Pero si estas fronteras son disputadas aún lo son más las que delimitan España y Marruecos, que incluso causaron el incidente armado de Perejil. Es el caso a la inversa de Gibraltar. Aquí es Marruecos el que no reconoce la soberanía española sobre Ceuta, Melilla y las demás posesiones. Pero incluso si las reconociera, la frontera actual no se podría datar con anterioridad a 1956, ya que no fue hasta la desaparición del protectorado español sobre Marruecos que los límites actuales fueron creados.