Hola, soy un idiota. Soy un idiota, un cretino, un estúpido, un zopenco, un corto de entendederas. Pido perdón a todos por ser así. Porque sí, porque mira, porque no llego. Porque tengo cerebro de escarola de siesta de verano. Pido perdón al mundo, a todos, porque yo no soy de la burguesía catalana. Ya lo he dicho. Yo soy catalán vulgar. Ni siquiera me siento independentista. Soy catalán a la manera de Joan Sales: “Me siento catalán sencillamente como un albaricoque se siente albaricoque y no melocotón”. Sencillamente. Pero soy como un criminal. Bajo sospecha. No puedo decir nada. No puedo sentir. Porque soy una criatura creada en el laboratorio. Soy un invento genético de la burguesía I + D. Gu, gu, ga, ga… Soy un niño replicante a quien los blade runner le azotan el culito.
Es triste vivir así. Paso los días poniéndome aceite en el engranaje. Y me arreglo a medias con cuatro hostias que me atizo con la llave inglesa. Todo en su sitio. Pero, ay, no sé por qué soy un robot al que de repente le florecen los sentimientos. Como unos sofocos. Mira, aprovecho para asar unos pollos, que me quedan muy buenos. Como soy retrasado siempre ando tarde. Me falta un hervor. Y leo lo de hace semanas como si pasara hoy. Vivo liofilizado. El otro día leía lo que publicó el escritor Javier Pérez Andújar que decía que “Ser español es de pobres”. Ay, yo soy un robot. Pero tú Javier que eres más humano nos decías que te picaba eso de que UGT Y CCOO apoyaran a Òmnium por el derecho a decidir. Que esto de Òmnium es la oligarquía, la burguesía, el demonio ensartado, la maldad consagrada de los más malos del mundo mundial. Ay, ay, soy un robot. Como Quim Torra, que es un replicante más avanzado que yo, ya te lo dijo muy claro (http://www.elsingular.cat/cat/notices/2014/04/els_oligarques_d_Omnium_100363.php). Pero yo soy idiota. No sé si ya lo había dicho. Pues eso, que soy idiota. Iiiidioootaaaa…
Soy un burro con orejas de palo y herraduras de trapo. ¡Iha-iha! Yo soy de esos. De los que en casa tenemos el “Calendari dels Pagesos”. Nada, nada, cuatro hojas mal contadas que se siguen publicando desde 1861. Nada, cosas para aldeanos como nosotros. Nos dicen cosas de esas imbéciles como que si San Jaumot del Estaquirot hace el mercado del brócoli confiado el 13 de mayo; que si el precio de la rata escabechada ha subido este año porque ha habido un ataque de un comando de gatos; que si te cortas el pelo al -0,5 por la luna menguante pellizcándote tendrás cabellera por toda la eternidad; que si San Pedrol de las Campanas nos ha metido un milagro y nos ha dejado una cerda de trigo de regalo… Nada, cosas de analfabetos. Nada, cosas del pueblo. De la mayor parte de la población catalana. Pero, chico es lo que teníamos. No teníamos nada más. En el país no había nada. Pasémonos por el forro los Juegos Florales Garden Center, los libros de poesía con títulos como “Desde el principio sois alguien”, y todo lo que quieras…. todo ello no vale un real. Cosas de cuatro gatos escaldados. El “Calendario de los Campesinos” sí es importante: fue nuestro tele noticias, nuestro twitter, el diario de masas cuando no había masas, cuando todos campábamos como conejos asustados. Era de todos. Era la red social. Era el país pop. Porque we are the pop. Toda la gente popular leyendo como podía. Ya ves que debemos ser muy idiotas porque era una cosa (¡de los cientos que había!) para todo el país humilde, del país humilde, se continuó publicando desde 1861 y en catalán. Y todavía hasta 1941 en catalán.
La argumentación de los editores era buena: decían que los agricultores no entenderían que se pusiera “guisante” en vez de “pèsol”. Pero en 1941, guisante… hasta 1976. Esto ya te dice si somos un país o no.
Pero habíamos quedado en que somos idiotas. Claro, hemos sido creados por la burguesía. Como bien dijo en 1967 Jordi Solé Tura en ‘Catalanismo y revolución burguesa’. Ay, los sofocos…. ¿Cómo puede un libro que sólo leyeron cuatro gatos sectarios hacer tanto daño? Todavía pagamos las venenosas y falaces consecuencias de esta obra de ciencia ficción. Básicamente lo que dice la cosa es que el catalanismo es un invento de la burguesía. Vamos, que más del 90% de la población catalana no existimos. Vamos, que sólo eres catalán, catalanista, si eres burgués. Genocidio de papel, libro de falsedad inmensa porque es científica y sideralmente demostrable que el catalanismo no se lo inventa la burguesía. Muchos lo sabemos: desde los que llevamos siglos aquí, hasta los que llevan cuatro días. El malogrado Josep Termes, fue de los primeros que lo demostró históricamente en nuestros días de confusión permanente (http://www.tornaveu.cat/edicio-42/tribuna). Pero claro…. que acaba quedando en el estúpido imaginario colectivo de país estereotipado… Solé Tura. Nuevamente: unos pocos juegan a explicar unos muchos. Pero claro, me había olvidado de que somos idiotas. Perdón. Son los sofocos. Soy un replicante que sólo bebe salfumán.
Eso, somos un feto de laboratorio. Todo el mundo lo ha dicho. Incluso el que quizás ha sido el periodista español más brillante del siglo pasado: Manuel Chaves Nogales. Este tampoco lo supo ver. Mira que el tipo era bueno, brillante, panorámico, honesto, pero cuando llegó aquí durante la República dice esto: “El separatismo es una rara substancia que se utiliza en los laboratorios políticos de Madrid como reactivo del patriotismo, y en los de Cataluña como aglutinante de las clases conservadoras”. Y muchos años así. Hombre, pues no, ¡porque we are the pop! Pero, ay, yo soy idiota.
Sí, quizá sí somos idiotas. Y muy idiotas. Mucho. Pero quizás somos idiotas al modo Lars von Trier. El director danés hizo una película que se llamaba “Los idiotas”. El argumento puede parecer muy idiota: un grupo de gente se hace pasar por idiotas, precisamente, para así liberarse de la opresión de la sociedad. Sí, seguramente, nosotros también hemos fingido ser idiotas, porque no teníamos más remedio, porque no sabíamos más y por todo lo que quieras. Porque siempre lo hemos tenido todo en contra. Entre otras cosas un Estado opresor para todos. Porque nos hemos tenido que cerrar en casa. Una vida de puertas adentro. Como los idiotas de la película. Pero realmente no somos idiotas. Porque sabemos de dónde venimos y venimos de la puta miseria. Sí, de la puta miseria. Que venimos de la mina, de la aldea, y de los muelles. Y ser catalán es de pobres. Y, hombre, no creo que vinieran pueblo por pueblo, casa por casa, comandos de la burguesía con una jeringa para inocularnos el virus del catalanismo. Y ya no te digo hacer lobotomías. Más que nada porque ya éramos catalanes. Ya éramos catalanes pop.
Ya es curioso, Javier, que tú puedas reivindicar tus raíces. De una familia andaluza en Sant Adrià. Que yo te leo. Y me gusta. Y mira, este año te han dado incluso el premio Ciudad de Barcelona (¡Feliciddes!). Pero, hombre, cuando hay que reivindicar nuestras raíces populares catalanas, que son las de la inmensa mayoría del país, se nos pasa, como poco, el velo de la ignorancia. Hombre, que hay quien lo intenta leer todo y otros sólo un trozo y encima nos quieren explicar quienes somos. Ya te digo yo: no somos idiotas.
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