Los escenarios de la geopolítica del Brexit

La experta en Relaciones Internacionales de la Universidad de Cambridge, Helen Thompson, desgrana el futuro británico, la UE, la OTAN y las relaciones con EE.UU.

El fenómeno complejo del Brexit no se va a quedar sólo arrinconado de los acantilados de Dover para adentro en la configuración también compleja del Reino Unido. Éste es un estado-nacional fuertemente centralizado en la metrópolis londinense con cuatro configuraciones de disímil autoafirmación nacionalista divergente, el caso escocés es el más claro en la actualidad.

Falso consuelo para aquellos que se piensen que el mal gesto de apartamiento del Brexit va a ser sólo para ellos. El Brexit trae del brazo unas enormes incertidumbres que tienen que ver con las relaciones económicas, la defensa, la emigración, las relaciones culturales…

¿Seguirá la defensa del bloque con la OTAN dominada por los EE.UU.? ¿O se creará una modalidad de defensa paralela de la Unión Europea con un estado incierto para el Reino Unido que se desmarque de la OTAN en estos inquietantes momentos trumpianos? ¿Son gestos displicentes de cara a la galería, o hay algo más soterrado y dañino para con el orden internacional llamado “liberal” que la Chatham House celebra?

Asistimos a la sesión especial organizada por la revista ‘Gobierno y Oposición’ (Government and Opposition) dentro de los actos del siglo de la fundación de la prestigiosa organización de la Chatham House.

Flor y nata de las relaciones internacionales de origen británico con presidencia honorífica de la misma Reina Isabel II, de aparición muy ocasional.

¿Qué harán los británicos?

La ponente fue la profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad de Cambridge, Helen Thompson, académica galardonada, seria y respetada, con sus adeptos.

La flanquearon su colega Laura Cram, de la Universidad de Edinburgo, Escocia, especialista en política europea en la curiosa modalidad de “neuro-política,” y Hans Kundnani, investigador vinculado al programa europeo de la Chatham House, con quien conversó después de la ponencia.

Esto de “Europa” en este contexto chathamiano hay que entenderlo bien: estamos hablando casi siempre del cogollo del Reino Unido con Francia y Alemania con escasa o nula presencia de otras naciones. Esta noche estas otras ni se mentaron, lo cual es práctica convencional en espacios angloparlantes. El contexto institucional que arropa el acto es la Universidad de Cambridge que teje su propia red de privilegio relativo a ambas orillas del Atlántico.

Thompson es colaboradora frecuente del meritorio Talking Politics Podcast, cuya audición recomiendo. Está vinculado a la respetable revista London Review of Books que suele dar la pauta a una serie de debates variados plumajes de nivel universitario.

La tarde-noche en cuestión es la conferencia en honor a Leonard Shapiro, politólogo con foco en la Unión Soviética y los totalitarismos del siglo pasado, producto intelectual de la diáspora rusa-judía que se asienta en el Reino Unido.

La conferencia de Thompson tiene el título “¿Qué hará Bretaña con la federación de al lado?” (The would-be federation next door – What Next for Britain?). Estamos, siquiera de manera pasajera, dentro de las relaciones políticas de alcance internacional según los circuitos privativos británicos, en este caso, cerca de la Universidad de Cambridge, siempre en competencia con la de Oxford.

Ambas establecen conexiones con la plataforma global londinense, que a su vez compite con la hegemonía de los EE.UU., cuyo dominio la ponente no dudó en explicitar con flema digna.

Fue un ejercicio de lectura crítica de maniobra factible de política gubernamental británica que se presenta como trasfondo del Brexit. No es tanto un ejercicio de oposición a gobiernos anteriores y al actual, como de verter una serie de observaciones rápidas sobre las tirantes negociaciones gubernamentales dentro del contexto europeo.

Thompson se movió escrupulosamente dentro de un juego de espejos con la perspectiva oficial británica frente los competidores europeos, Francia y Alemania.

Estos dos últimos son los que más pitan o pitan de forma más alta. Y el Reino Unido, el tercero en discordia, ahora mismo con el Brexit, con ranking económico inferior a ambos si bien con capacidad nuclear junto a los franceses. ¿Cómo va a afectar el Brexit todo esto?

Thompson hizo recuento de los últimos 75 años: el Reino Unido siempre ha sido voz discordante en Europa; su pretensión de mediación entre Europa y los EE.UU,, ahora mismo, deshecha.

Estamos en el corro con la prole de Shapiro y Karl Popper, después de las décadas de entreguerras ya después de la Guerra Fría.

Y lo estamos dentro de ámbitos oficiales, o incluso oficialistas, tipificados por la Chatham House, de cierta diferencia mitigada con lo que se llama simplemente “inteligencia” de democracia liberal. Esta viene apretada ahora mismo por populismos y rupturas de consensos desde dentro del Reino Unido y de los mismísimos EE.UU.

Y lo que ya se intenta es entender de dónde venimos y por dónde puede ir todo esto:

A Boris Johnson se le da muy bien el teatro en espacio controlado. Tiene mucha más gracia que su predecesora en el cargo.

Y la narrativa de Thompson va a remachar ese vaivén de fuera-dentro-fuera del Reino Unido con la Unión Europea que va, sobre todo, del final de la Segunda Guerra Mundial hasta el 2020. Digamos que son unos 75 años de singladura que ahora se han torcido y la mirada geopolítica suele practicarse mejor en caliente con cronologías delgadas.

Cuanto más cerca se está del poder, mayor delgadez sincrónica en la apreciación crítica porque hay mucho en juego. Y efectivamente hay mucho en juego con el Brexit.

No es solo la UE, sino también la OTAN

Pues bien, Thompson nos habló de la contingencia de las tres Cs (Cameron, Corbyn y Dominic Cummings, el asesor “Rasputín” de Johnson. Fue, tal vez, la única licencia ligera de toda la noche.

 

Y es que Europa es problema conjunto de los Tories y los laboristas al menos desde la época de Tony Benn que ya abogó por un escepticismo socialista con la Europa capitalista (la nomenclatura de “Lexit,” el Brexit bien a la izquierda del Laborismo de donde procede Corbyn se oye menos, pero existe. Esto equivale en España al momento pre-PSOE en el poder).

La palabra “capitalismo” no la usó mucho Thompson, ni “democracia,” como si fueran lastre o molestia innecesaria, como si no tuvieran valor explicativo ninguno.

Y entraremos en una etapa de tiras-y-aflojas y / o de acuerdos puntuales de los poderes nucleares del Reino Unido y Francia con el trasfondo de la Unión europea y la OTAN.

Thompson al final se mueve en el plano de la conjetura, lo cual es plausible dada la volatilidad y celeridad de la contingencia geopolítica que nos ha tocado vivir a todos.

¿Cómo se comportará Alemania, la economía más fuerte de la zona Euro, con todo esto? ¿Son, en verdad, viables dos sistemas defensivos simultáneos, complementarios? ¿Y cuál será su zona de cobertura, la zona de moneda única, el Euro? ¿O la zona de la OTAN, que no es lo mismo, ni mucho menos? EE.UU domina todos estos espacios. Esto lo dice Thompson con toda naturalidad del mundo.

Hegemonia de Estados Unidos

Esta hegemonía estadounidense es el punto de partida de la capacidad de maniobra tanto del Reino Unido como de la Unión europea.

Habló Thompson de seis situaciones comprometedoras, sucesivas y tal vez acumulativas, para el gobierno británico desde los años cuarenta hasta hoy. Estas situaciones son:

■ 1/ finales de los 1940, el Reino Unido comparte aduanas con el resto de Europa (unión aduanera o en inglés la “customs union”). Truman no quiere la alianza militar;

■ 2/ 1949, fundación de la OTAN. Dos problemas. La seguridad de Francia tiene prioridad después de las dos guerras mundiales; estrategia de contención de la Alemania dividida; la unión con Alemania es inaceptable para los franceses, que, recordemos, son la única potencia nuclear continental;

■ 3/ 1955, mayores problemas debido al éxito relativo de la Unión Europea con seis participantes (Bélgica, Francia, Italia, Francia, Alemania del Oeste, los Países Bajos y Luxemburgo);

■ 4/ 1956-1973, mundos paralelos de la comunidad europea de base comercial y de defensa conjunta con extra-protección nuclear. La crisis del Canal de Suez del 1956 que sigue marcando la psique británica es como el doblar de las campanas imperiales.

El Reino Unido ya no puede hacer nada en el ámbito internacional extra-europeo sin contar con el beneplácito explícito de los EE.UU. Reino Unido fracasa al querer presentarse como un gestor fiable de la ruta de petróleo proveniente de Irán e Iraq. El maquiavalismo geopolítico sigue la fuente de energía del petróleo más que cualquier otra cosa.

Comienza una marcada divergencia entre el Reino Unido y Francia que llega hasta hoy. Negativa de De Gaulle a que el Reino Unido se una a la comunidad económica europea. Después del estadista francés, se consigue la pertenencia a dicha organización que tiene sentido según motivos estrictamente económicos.

Se hablaba por entonces del Reino Unido como el “enfermo de Europa.” El toryismo europeanista de figuras como Michael Heseltine, Kenneth Clarke, John Major y Chris Patten, ahora mismo todas aparcadas por el gobierno de Johnson, arranca de aquí.

Pero Thompson no pierde el tiempo con detalles biográficos ni bibliográficos: su narrativa va directa como dardo a la diana de la agencia de las naciones europeas más poderosas en pugna unas con otras dentro del circuito exclusivamente europeo y asume con toda naturalidad, claro, la proximidad con el gobierno británico de turno. El resto del mundo se puede quedar tan tranquilito detrás de una tupida cortina de todas sus lenguas extranjeras.

Este momento también tiene la crisis de energía del 1973-4. Los franceses todavía no quieren una política común europea al respecto de la energía (apostillo que con motivo del Brexit la prensa ordinaria suele pintar a Macron del “policía malo,” y a Merkel de maneras más conciliadoras, la segunda no parece hablar inglés bien, lo que facilita el doblaje).

Está bien claro que ésta es la Europa reducida, la que cuenta para la inteligencia geopolítica del mundo angloparlante, incluidos los EE.UU (una broma ligera nos hablaría del lobo trumpiano y la casa de los tres “cerditos” en un mundo chato sin figuras excepto los muy “malos” en el Oriente próximo o lejano, o Corea del Norte o la china mandarina…). También es el caso con Thompson, que luego me reconoció en el momento del canapé que sí, que había otros en la plataforma y que también cuentan. Pero no lo desarrolló.

■ 5/ 1988 – 2003. Y pasamos a otro momento, el quinto, del 1988 al 2003. John Major quiere mantener sus opciones. Su europeísmo pugna con un euroescepticismo dentro de su mismo partido con una Thatcher que sigue haciendo de las suyas detrás de las tramoyas (por cierto, Major está como asesor de la Chatham House lo cual es pista clara para ver por dónde va este instituto internacionalista).

Shock del final de la Guerra Fría. “Ganarla” no quiere decir asimilarla bien. Tony Blair (recordemos la famosa foto de las Azores con George Bush y un Aznar de bigote sonriente y despeinado) se apunta a la guerra de Iraq de desmarque del bloque europeo. Hasta hoy día, es su condena perpetua dentro del contexto británico que la considera como desastre oficial.

■ 6/ 2009-2020. Y el último momento de la secuencia de Thompson, el sexto, es el actual, del 2009 al referéndum del Brexit.

Crisis de la eurozona dentro de la crisis mundial del 2008. David Cameron intenta resolver, insatisfactoriamente, la cuestión interna del euro-escepticismo y se la juega al Brexit pensando que lo ganaría y que así acallaría las voces disidentes dentro de su propio partido sino para siempre al menos por una o dos generaciones.

La jugada le salió fatal y hoy tiene que andarse, al igual que su mano derecha, George Osborne, con mucho cuidado.

El principio de libertad de movimiento de personas dentro de la Eurozona se empieza a cuestionar y la inmigración al Reino Unido de países como Polonia se resiente de forma creciente: la actitud anti-inmigrante empuja al Brexit.

Cameron falla, veredicto explícito de Thompson que no es difícil de suscribir, al querer renegociar una situación de membresía diferente del Reino Unido en la Unión Europea.

Los grandes interrogantes

Surgen unos interrogantes muy serios: ¿Qué ocurrirá con el Reino Unido después del Brexit en referencia a las relaciones comerciales y la defensa conjunta tipificada hasta la fecha como la OTAN? ¿Seguirá siendo el Reino Unido un tercer actor privilegiado, por detrás de Francia y Alemania, en relación al bloque europeo? ¿Irá de un lado o de otro? ¿O por la imposibilidad de los dos a la vez?

Thompson arguye que ni los alemanes ni los franceses se vieron obligados a mover ficha con Cameron. Francia ya tenía su acuerdo nuclear bilateral y Alemania dio por obvia la defensa conjunta con la OTAN (el caso alemán es anómalo en el sentido de que es una economía puntera sin un ejército apreciable, debido a las secuelas de la última guerra mundial).

¿Qué hacer con el fenómeno Trump? ¿Es algo pasajero o algo que lo excede? ¿Se desvincularán los EE.UU de Europa con despreocupación y desidia?

Hasta la fecha no hay rupturas significativas dentro de este “Occidente liberal,” fuerza geopolítica entre las grandes, aun con los casos del envenenamiento en la ciudad de Salisbury por presuntos agentes secretos rusos, el asesinato del militar iraní Qasem Soleimani por parte de los EE.UU, y el asesinato del periodista oriundo de Arabia Saudita en el consulado saudita en Istanbul, Jamal Khashoggi.

Hay tiranteces, pero se sigue tan tranquilamente con el negocio de armas con los Saudís y con otros. Las Naciones Unidas no pinchan mucho. El G7 tampoco.

¿Se van a apretar dentro del bloque europeo los unos a los otros? Se condena a los rusos, pero se intentan establecer unas relaciones bilaterales sostenibles que no tienen la cobertura mediática que debieran (la narrativa dominante es la del autoritarismo y corrupción de Putin).

No se celebra abiertamente la muerte de Soleimani, pero la retórica mesurada no toca a rebato, al menos según la cobertura standard británica de sordina de otros gobiernos europeos con escasa visibilidad dentro del Reino Unido, incluidos los dos más influyentes. El resto del mundo no cuenta.

Thompson también usó las luces cortas. Aquí los que importan son dos o tres y poco más: no perdamos el tiempo.

Estamos en el momento de Boris Johnson, que tendrá que nadar y guardar la ropa con todos estos asuntos geopolíticos de defensa internacional al lado de inciertos acuerdos comerciales con el bloque europeo de al lado.

La economía viene del lado de la defensa Y el artículo 50 reafirma la cooperación estratégica y militar, pase lo que pase, imagino que también a niveles de organismos como el Interpol.

Ya estamos viendo los desórdenes propiciados por el mundo digital virtual. La alianza crucial es con Trump, cuyos malos gestos no cesan. Y tiene razón cuando le insiste a los países integrantes de la OTAN que tienen que pagar sus cuotas como toca.

Esta alianza transatlántica no se va a romper de manera apreciable a corto plazo, pero habrá tiras y aflojas porque los dilemas que trae el Reino Unido brexitiano son genuinos y de envergadura a corto y medio plazo.

¿Cómo será la alianza militar? ¿Sólo con la OTAN? ¿Se hará un bloque continental sin el Reino Unido y sin EE.UU por ejemplo con Irán y Rusia? Thompson no responde ni conjetura.

¿Estamos asistiendo a un paulatino declinar occidental y un corrimiento geopolítico frente a China? Johnson se ha aliado de momento con Europa frente a los EE.UU que propugnan una mayor agresividad con Irán y fuertes sanciones, como lo ejemplifica el caso Soleimani (la posición laborista es de condena de violación del derecho internacional y de frialdad para con el régimen iraní).

¿Se unirá el Reino Unido a las guerras arancelarias? ¿Se sentará con los franceses para acercarse a Rusia? ¿Es la guerra en Siria presagio de posibles actitudes ya latentes? ¿Seguirá EE.UU dando manotazos sobre la mesa de la OTAN, en las Naciones Unidas, en el grupo de los G7 (Francia, Alemania, Italia, Reino Unido, Canadá, Japón y los EEUU)?

Los países llamados BRIC (Brasil, Rusia, India, China) no mencionados en bloque por Thompson: ¿qué ocurrirá con ellos? ¿Se inmiscuirán dentro de los bloques nor-americano, europeo y chino?

El orden del día es invocar el vocablo de “infraestructura” y mirar para adentro. Por lo tanto, el mundo internacional puede dejar de ser prioritario, salvo que haya una crisis monumental.

Johnson no se ha rendido a la presión estadounidense sobre la infraestructura digital de la compañía Huawei. ¿Se atreverá a colaborar con la China Railway Construction Corporation (CRCC) que le dice que le monta el tren llamado HS2 de manera más barata, eficiente y rápida?

Thompson mencionó que Irán será una cuestión delicada en los años próximos. Africa, América Latina, el mediterráneo: contextos muy secundarios para una inteligencia geopolítica angloparlante convencional cercana a las posibilidades de maniobra, muchas o pocas, de un gobierno británico Tory que tiene las manos llenas con el asunto del Brexit, que quiso para sí.

También podemos pensar lo contrario: factor desequilibrante que busca la salida estadounidense al menos desde la época de Thatcher con Reagan y Blair con el segundo Bush, conservadores y laboristas en dos coyunturas geopolíticas diferentes.

Los peligros

¿Cuáles pueden ser los peligros? Europa no ve un peligro real proveniente de Rusia, con o sin el veneno de Salisbury, según Thompson.

La cosa más complicada es con los países del este, especialmente los bálticos y la Rusia de Putin. ¿Ucrania? Solo tenemos que ver lo que ha ocurrido con el Congreso y Senado y Trump.

Las tendencias autoritarias de Polonia y Hungría se cuelan de cuando en cuando en las noticias. No se habló de Siria. Poco más hay.

El mundo global de los flujos de capital inter- o multi-nacional que no se van a detener mañana con el Brexit. Hay obras mayúsculas al este y oeste de Londres.

Bahrain es la primera base naval británica que se ha abierto después de Suez. Los cientos de miles de estudiantes chinos en las universidades no van a dejar de venir mañana. Sólo hace falta ver las camisetas de fútbol de la English Premier League para ver la propaganda en chino o los vuelos regulares al Oriente Próximo de las ciudades británicas para constatar que hay intereses comerciales de todo tipo y recordar quiénes son los dueños del Manchester City, Sheffield United, Leicester City, Wolverhampton Wanderers, entre otros.

Capitalismo global o globalismo capitalista con o sin trabas, aranceles y cortapisas migratorias que las hay y las habrá. ¿Cuál será el coste social dentro del Reino Unido con la geopolítica que se lleve a cabo?, le pregunté a Thompson en distancias cortas.

Me dio el ejemplo de Turquía, como la mala prensa de la emigración proveniente de la guerra en Siria vinculada a Turquía tuvo un efecto en el voto brexitiano.

Hay pagos, imagino que no sólo del gobierno de May, a Erdogan para que contenga a estos inmigrantes dentro de sus fronteras, no sea que se cuelen en Europa y lleguen, mira por dónde, al Reino Unido.

Thompson no subrayó el efecto de la inmigración, y su pareja del empeño oficial por el control migratorio, pero qué duda cabe que ya es una piedra angular del discurso político de consumo interno y en menor grado de las relaciones internacionales (el flujo migratorio en el contexto de las relaciones internacionales se suele meter en el saco roto de la ayuda humanitaria).

El binomio economía-defensa de la Unión Europea va a acusar a corto y medio plazo el impacto del Reino Unido brexitiano, se decante a donde se decante (la cifra de la partida del Reino Unido de la Unión Europea que hemos visto es de un agujero de unos 60 billones de euros, con “b”).

¿Irán justas las islas, con el lado nor-irlandés entre medias de Irlanda y el Reino Unido? ¿Se escindirá Escocia de éste? ¿Se pegará el Reino Unido a zonas económicas de grandes dimensiones continentales o irán por libre? ¿Pondrán aranceles o todo lo contrario? ¿Querrán ser zona de atracción del flujo del capital internacional del tipo Nueva Zelanda o Indonesia? ¿Harán acuerdos puntuales con unos y con otros sin casarse con nadie? ¿Oportunismo? ¿Improvisación? ¿Será grato? Nada lo suele ser en el caballete de la geopolítica con las dos patas, la economía y la defensa.

El análisis de Thompson va abocado, al menos esta noche en Londres, a la comprensión de las posibilidades de maniobra del gobierno británico de turno sin lanzar mucha alabanzas ni escarnios. No hay grandes lamentos.

Aquí no hay absolutos ni grandes narrativas de civilizaciones a la manera del historiador y publicista Arnold Toynbee, figura cercana a la Chatham House.

No hay que buscar las vueltas a un origen platónico de las cosas geopolíticas ni mucho menos tender a un final escatológico utópico o no, llámese felicidad brexitiana o bonanza de mercado común europeo.

No hay vivas a ninguna figura explicativa ni catastrofismos, ni siquiera climáticos. Bregamos con las situaciones complicadas, eso es todo, parece decirnos la ponente. Tenemos que apechugar con ellos. No queda otra. No hay solución. No hay teleología. Estamos siempre in medias res.

Sobria, escueta, se comenta la posible jugada de hoy y de ayer, del lustro y la década hasta llegar a poco más que un siglo y no se ve más. No se quiere ver más.

A estos estudios internacionales les interesan los rápidos de aquí y hoy y menos los falsos remansos de antaño.

La preocupación es por las islas cercanas al continente europeo cerca del número 10 de Downing Street donde vive el Primer Ministro Johnson en la actualidad. Estas islas han sido siempre díscolas, ahora lo son más a la manera brexitiana.

Ni siquiera quieren que se acuda mucho a los programas de radio matutino a explicar las cosas. Habrá que mirar por las rendijas institucionales.

Tendrá que haber otras voces en la consolidación o disolución de la Unión europea con o sin los entusiasmos de los más fuertes, los estadounidenses, con o sin Trump a partir de noviembre de este año.

¿Tendrá la OTAN un menor protagonismo? ¿Le saldrá una estructura defensiva paralela? ¿Se involucrará Europa más en el Oriente próximo como quiere Macron? Los países bálticos y Rusia pueden traer problemas. ¿Quién va a atreverse con esto? ¿Será la salida del Reino Unido la primera y la última? ¿Qué ocurrirá con la unión monetaria? Thompson no la ve debilitarse.

Las fuerzas euroescépticas le ganaron la partida a Cameron y también a May. Las fuerzas eurófilas se agarrarán al palo de la libertad de movimiento y la inmigración. Estas andan ahora mismo derrotadas y sin puntos de referencia claros dentro del Reino Unido (¿a dónde se ha ido el voto de permanencia en la Unión Europea?, ¿todo al regazo de Johnson?).

Reino Unido y Alemania

El mundo británico no quiere ajustarse a una Europa disciplinada por Alemania, dijo al final Thompson. Y no lo dijo en plan de broma, pero a eso sonó ya que se escucharon algunas risas calladas en una sesión bien planteada si bien geopolíticamente insuficiente a propósito de un período lleno de dificultades que ya está aquí con todos nosotros.

Thompson lo dijo bien claro con un tono para nada exclamativo, un tanto cansino como la figura de un Sísifo que no ve fin a su tormento: Brexit toca también el tema de defensa conjunta de la plataforma europea.

La ponente miró exclusivamente a la generalidad de la maniobra estadista de las naciones más influyentes dentro de la plataforma europea, que son sólo tres en una trinidad tensa.

Su visión de la geopolítica es posibilista, es decir, se ausculta lo que hacen y no hacen, cómo, por qué, etc., los “chicos con el poder” en los tres o cuatro clubs habidos y por haber dentro de una matriz de realpolitik que no parece necesitar, al menos no en esta ponencia, altos vuelos de elucubración política, ni visiones amplias de la historia, ni parte ni arte, y mucho menos literatura. Como buena inglesa, no hay lenguas extranjeras ni por el forro.

Cuidado monótono que no cae en el triunfalismo, ni en el catastrofismo. Aquí no se sabe que es lo deseable y utópico ni lo aborrecible distópico. Se quiere que la nave llegue a buen puerto si bien no sabemos a qué santo nos encomendamos, quién va en la nave ni de qué puerto estamos hablando.

Esta geopolítica carece de metafísica: no hay orígenes cósmicos, ni escatologías “católicas,” en sentido griego del adjetivo último. Se da por supuesta una normalidad o naturalidad democrática occidental sin ponerle peros, al menos en esta agradable tarde-noche londinense sin lluvia ni viento. Hubo un silencio grande sobre ideología y política, como si la geopolítica se desentendiera de las derechas y las izquierdas y buscase las prendas propias en una profesionalidad tecnocrática.

¿Es esto todo lo que hay? Según Thompson, sí. El momento actual nos pone a los sectores conservadores como los mal educados. Son los que rompen las reglas de juego y la baraja. Los que tiran los papeles al suelo. Y lo hacen con gusto y con sorna no exenta de xenofobia más o menos explícita. Estos son los que ahora juegan la carta mayoritaria de la “identidad” mientras le dan patadas al sambenito del multiculturalismo.

Son los Tory de Johnson, a diferencia de los de Major, Cameron, May e incluso de Thatcher, los que hacen los malos gestos delante de las cámaras y los micros y los que se mascan chascarrillos con ribetes racistas en plan enoch-powelliano (las columnas de Johnson en el Daily Telegraph con las “bromas” de los negritos con sonrisas de tamaño de sandías, o las mujeres musulmanas con el yihad puesto que parecen buzones andantes,etc.).

Estos son los que siguen el libro trumpiano, los que juegan al despiste, a la autocontradicción, a no querer dar cuentas claras en las aforos públicos. El parlamento ya se ha hecho rodillo y parece que lo será en los próximos meses, sino años.

Hay aquí mucha chanza habitual y broma grosera de prensa amarilla que va siempre por la cuneta de la derecha. Como ha dicho su asesor Cummings, “mejor hacer la revolución que sufrirla [“better to undertake the revolution, than undergo it”].

¿Qué tipo de revolución es ésta? Thompson pecó de sobria y escueta. Su concentración se atuvo a lo escrito y lo escrito se quedó en las distancias cortas. Certera al igual que en sus podcasts Talking Politics mencionados antes, siempre dentro de un posibilismo británico en estos momentos brexitianos ciertamente difíciles.

Los autóctonos llamarán empiricismo a este reino de lo posible. Los otros serán los que se den a la elucubración intelectualista o al real maravilloso tercermundista de denuncia imperial colonial.

El análisis lo hace Thompson con estudiada equidistancia como si uno ya tuviera que pasar por este mal trago del Brexit que durará una o dos generaciones ya sin marcha atrás.

No es el momento de hacer una lectura sistemática chomskiana, ni de grandes pinturas de centros y periferias a la manera de un Inmanuel Wallerstein: éstos se asumen como tales con la mayor naturalidad del mundo. Londres es uno de ellos, ¡qué duda cabe!

Y mucho menos nos abrimos a la otredad de mundo ajeno en otros idiomas que no sean el inglés dentro o fuera de esa Europa cercana y al mismo tiempo lejana.

¿Tiene que ser la obvia e ineludible hegemonía estadounidense también obvia e ineludible a nivel de pensamiento geopolítico? ¿Tiene que ser sólo ésta la única norma y horma de sociedad de presente y de futuro digna de estudio y de admiración? ¿Lo será Europa?

La adusta inteligencia de Thompson no tuvo por qué hacer cosas raras ni foráneas que no se deban a su público eminentemente británico dentro o fuera de la Chatham House.

Pero habrá otros públicos y otras noches y otros espacios y no hay adentros ni afueras que sean tan claros, a poco que se mire bien.

Se avecinan complicaciones para todos a marchas forzadas en lo que es un re-ajuste global de privilegios y desigualdades entre naciones y en los espacios supra- y sub-nacionales.

Y hay también otras lecturas de las historias que ya se están montando sobre el Brexit dentro y fuera del Reino Unido que miraremos pronto.

LA VANGUARDIA