Los agotes: el “pueblo maldito” discriminado durante siglos

“Al agote, garrotazo en el cogote” es un dicho popular de algunas zonas de Navarra que ilustra muy bien la gran discriminación que han sufrido los agotes.

Los agotes no constituían un grupo étnico ni religioso diferenciado. Su lengua y fe eran las de la población de la zona en que se hallaban. Anatómicamente no eran diferentes del resto, y aún así, durante casi ocho siglos fueron víctimas de discriminación socioeconómica por lo que su condición de minoría social era exclusivamente fruto de la marginación.

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Partiendo del nombre, “agotes”, algunos autores dieron credibilidad a la teoría de un origen godo, quizá desertores de algún ejército refugiados en los valles vasconavarros, donde serían mal recibidos por la población autóctona y se iniciaría así un prejuicio alimentado por la leyenda. Otros han afirmado que serían descendientes de criminales llegados de Francia que, para escapar a la justicia, se ocultaron en lazaretos antes de cruzar la frontera. De ahí habría surgido la idea de que transmitían la lepra, una de las acusaciones más habituales. También se ha relacionado el origen de los agotes con grupos de cátaros huidos de Occitania y rechazados por su condición herética. Otros creen que la discriminación de los agotes procedería del rechazo a descendientes de invasores musulmanes asentados en España.

Historiadores más recientes han formulado una hipótesis que los vincularía a gremios medievales de artesanos y trabajadores de la piedra caídos en desgracia, en la época de apogeo de estos oficios durante la construcción del Camino de Santiago. Ello podría explicar la localización geográfica de este grupo y las fuertes restricciones comerciales que sufrían a uno y otro lado de la frontera.

Posiblemente fueran personas, que se les asociaba con la lepra o enfermedades de tipo cutáneo y que por eso fueran encerradas en leproserías. Sin embargo, pasado un tiempo y no teniendo ya los síntomas de la lepra se les permitía volver a sus casas.

En la Edad Media, la lepra era una enfermedad muy temida y esto hacía que cuando salían de las leproserías y volvían a sus pueblos la gente los tuviera como alejada física y socialmente, lo que significa su exclusión. Una simple erupción cutánea, alergia o psoriasis, podían detonar la alarma y hacer que el presunto enfermo saliera expulsado de cualquier núcleo urbano o rural.

Parece confirmarse que los agotes estaban vinculados a gremios medievales de artesanos: canteros, albañiles, carpinteros. Su oficio más habitual era el de carpintero, debido a la creencia popular que la madera no transmitía enfermedades. Debemos saber, que los agote fueron los restauradores del castillo de Pau y de la construcción de toda la carpintería del castillo de Montaner.

La población no agote les atribuía diversos orígenes “perversos”, que en ningún momento pretendían explicar sino más bien justificar la discriminación por una supuesta maldición bíblica o por ser descendientes de paganos celtas o de herejes. Así, son acusados durante siglos de prácticas religiosas paganas, siendo segregados y siempre eran considerados como una raza inferior. Veamos que discriminaciones han padecido:

-Se les impedía contraer matrimonios con el resto de la población, lo cual está en el origen de una gran endogamia. Para evitarla se buscaba relaciones con los agotes de las regiones francesas próximas, produciéndose mayor rechazo social.

-Se les obligaba a vivir fuera de los núcleos habitados.

-Debían vestir ropajes para que se les identificara como agotes y llevar un signo rojo similar a la huella de pata de oca o pato.

-En muchos lugares estaban obligados a hacer sonar una campanilla a su paso, para que los no agotes pudieran apartarse a tiempo.

-En las iglesias navarras, los agotes eran situados en un hueco bajo el coro, el campanario o la escalera para oír misa. Era frecuente tener puerta propia llamada Agoten Athea, situada al lado de la puerta principal, siendo más baja y estrecha que la principal.

-Para bautizar a los agotes se usaba una pila bautismal diferenciada del resto.

-En general en las iglesias navarras había una raya en el suelo, que les impedía acceder a una parte de la iglesia, es decir, tenían prohibido acercarse al altar. En la iglesia de Arizkun no existía esa línea separadora, sino que se levantó una verja.

-La eucaristía les era entregada con un bastón o similar.

-Se reservaba una zona no consagrada en los cementerios para excomulgados, hechiceros, suicidas y agotes. Los agotes eran enterrados al caer la tarde y sin campanas.

-Entre otras muchas prohibiciones, no se les permitía criar ganado, beber en las fuentes públicas o participar en bailes y fiestas.

-Cuando había ofrendas, las donadas por los agotes eran recogidas y puestas aparte de las del resto de los fieles.

-En el valle del Baztan, no podían sentarse en la misma mesa que los nativos del valle.

-Si un hombre no agote se casaba con una mujer agote, los hijos serían agotes. Si al agote le favorecía la fortuna y se hacía rico y se casaba con una mujer no agote, se les cantaba unas coplas burlescas en el día de su boda por lo que se les amargaba la ceremonia.

-Los agotes no podían pisar el suelo descalzos, bajo la pena de abrasarles las plantas de los pies, pues se decía que donde pisaba un agote, la hierba no volvía a crecer y por ejemplo que si sostenía una manzana en la mano se podría, ya que los agotes tenían la sangre más caliente. Por eso tenían prohibido tocar la fruta en el mercado, ni podían tampoco tocar animales en las cuadras, ni pescar.

-Se les daba la paz en la iglesia con el portapaz puesto al revés y cubierto con paño. En algunos lugares se pretendía que ni se les diese la paz, sino dejársela en un banco donde ellos la pudieran tomar.

-No podían ser ordenados sacerdotes y además, en un juicio, el testimonio de siete hombres libres equivalía al de treinta agotes. Existe un documento datado en el año 1597 que dice “¡Cállate agote! Tu opinión cuenta menos que la de un perro ¡No eres nadie!”.

En 1514 solicitaron y obtuvieron del Papa León X una bula que los relevaba de las restricciones infamantes que se les venía imponiendo en las prácticas del culto. No tuvo, sin embargo, casi efectos prácticos y hubo que esperar a la promulgación en 1819 de leyes que atajaran la marginación. Ese año las Cortes de Navarra derogaron las leyes discriminatorias medievales y luego se intentó la deportación de los agotes desde sus valles hacia una población cercana a Madrid llamada Nuevo Baztán, si bien la mayoría de los agotes o permaneció en sus tierras ancestrales o regresó a ellas. La discriminación así como la conciencia misma de la existencia de los agotes se fue diluyendo con el tiempo, aunque aún persistía, como ejemplo una sentencia de la corte, datada en el año 1820, donde se condena a un hombre a pagar 25 monedas por llamar “agote” a otro en una discusión. El último lugar donde se mantuvieron reminiscencias del prejuicio hasta bien entrado el siglo XX, según el testimonio de los pobladores, fue la localidad navarra de Arizcun, en la que existe un barrio llamado Bozate, que originalmente era el gueto reservado a los agotes.

Hasta hace cincuenta años no se tapó la puerta por la que entraban los agotes a la iglesia y se trasladó el cementerio, eliminándose así las últimas huellas que quedaban de aquella discriminación histórica.

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El Ruedo Ibérico