Lo que separa la victoria de la derrota

¿Esto va de democracia? Sí, claro. Pero sobre todo de poder. De poder sobre una base democrática sólida. Pero, básicamente, de poder. El 27-S es un primer paso; no el último ni el definitivo. La partida la ganará quien sepa y esté dispuesto a imponer su poder en Cataluña. Ni más ni menos. Entiendo que ‘la revolución de las sonrisas’ nos ha impedido a menudo de hablar sin tapujos de que significaba hacer la independencia. España puede perder la capacidad de imponer su ley en Cataluña, pero será necesario que la Generalitat se atreva a imponer la suya.

Con democracia, no es suficiente. Todo el proceso debe ser democrático, pero hay que entender y aceptar el lenguaje del poder y saberlo ejercer para ganar. Si el 27 de septiembre hay una mayoría clara por la independencia, se habrá dado un paso de gigante. Pero este mandato democrático se deberá ejercer y tendremos que estar dispuestos a asumir las consecuencias. Y no sé si todo el que quiere la independencia querrá apoyar a un gobierno que deberá imponer la nueva ley.

Si al otro lado estuviera Londres, con la democracia tendríamos tres cuartos del camino hecho. Pero tenemos a España. Y eso quiere decir que el 27-S sólo será vinculante para los independentistas y algún unionista demócrata, sincero y honesto. El Estado español hará lo posible y más para impedir que el mandato democrático del 27-S se haga efectivo. Y tanto cuanto le sea posible y más, esto significa muchas cosas.

Por ejemplo, cuando el gobierno del Estado naciente anuncie a los ciudadanos y empresas del país que ya se puede hacer la declaración de impuestos en la Agencia Catalana de Tributos, ¿qué les pasará a los que no hagan caso? El Estado español amenazará con sancionar a quien no haga la declaración en la agencia española. ¿Qué harán ciudadanos y empresas con los dos poderes? Cuando la Generalitat y el Gobierno español ordenen a la Caixa, al BBVA, al Santander y compañía el embargo de las cuentas de los ciudadanos y empresas que no hayan hecho la declaración a su agencia, ¿a quién harán caso estos grandes bancos? El poder es eso: la capacidad de imponer la ley propia en un territorio determinado.

Podemos encontrar un montón de ejemplos como éste. ¿Quién hará los controles de aduanas? ¿Con quién establecerán relación Francia y Andorra si hay un conflicto en la frontera o hay que detener a un fugitivo que entra en Cataluña? ¿Qué habrá que hacer con los ciudadanos que desobedezcan la nueva legalidad (siguiendo las instrucciones del Estado español y de los partidos unionistas de Cataluña)? ¿Los mossos irán a proteger o a tomar el control de las instalaciones estratégicas del territorio catalán? ¿Cómo actuará el parlamento y el nuevo gobierno con las televisiones y radios españolas que invadan sin permiso del espacio radioeléctrico y de telecomunicaciones? ¿Se creará un servicio de inteligencia para atender los riesgos de seguridad de un espacio geostratégico de primer rango como es Cataluña? ¿Se sabrán detectar y frenar los intentos de desestabilización social que se harán desde las cloacas del Estado español?

Estas cuestiones y muchas más determinarán la victoria o la derrota del proceso de independencia. Sin el apoyo mayoritario en las urnas no habrá nada de todo esto. La mayoría democrática del 27-S es una condición previa e imprescindible. Pero nada se habrá terminado. Y la independencia se jugará a partir del 28 de septiembre. Todos estos desafíos de la batalla de poder se podrán encarar con mejores condiciones si los partidarios de la independencia obtienen una victoria rotunda el 27-S. Cuanto mejores resultados tengan las candidaturas que apoyen al gobierno surgido de las elecciones, más fuerza tendrá para imponer el poder.

España jugará muy fuerte porque puede perder la teta. Que nadie espere una especie de fiesta divertida a partir del 27-S. La cosa se puede complicar mucho. Y habrá que verlo claro desde el minuto cero. Que luego no haya sorpresas y nos tiemblen las piernas. No tendría ningún sentido de haber llegado hasta aquí y ganar para perder después. La independencia ‘low-cost’ no existe. La libertad exige mucha responsabilidad. La libertad es un compromiso con lo que te rodea. Ciertamente, no podemos decir que será fácil, pero sí que valdrá la pena.

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