Leopoldo Garmendia y su ingenio para transportar madera por el monte

En 1894 se inauguró en Olaldea, barrio de Orotz Betelu a orillas del Irati, una gran fábrica de pasta de papel, pasta necesaria para la papelera que la empresa La Navarra tenía en Atarrabia-Villava y que ya llevaba tres décadas en funcionamiento. La gran factoría de Olaldea daba empleo a unos 400 obreros y era, sin duda, la mayor y más sofisticada fábrica de Navarra en la época. Se construyó aprovechando y arreglando las viejas instalaciones de una fábrica de hierro ya existente en el lugar.

Olaldea. La vía de madera, y el frágil puente atravesando el rio Irati. Foto: E. Pliego

Hasta el último tercio del siglo XIX para la obtención de pasta de celulosa se utilizaban viejos trapos de lino, cáñamo y algodón. Los trapos rotos y troceados eran machacados en batanes, cuyos mazos eran movidos por la fuerza del agua hasta conseguir una consistencia pastosa. Esta pasta depositada en distintos paneles de cedazo se dejaba secar para conseguir las hojas de papel. A partir de 1875 se generalizó la utilización de madera para la obtención de esa pasta. La madera más adecuada era la de algunas especies resinosas, como el abeto, y dentro de las frondosas la del abedul, aunque también se utilizó el haya. El pasteado consistía en convertir la madera en una masa fibrosa, sometiéndola para ello a distintos procesos mecánicos, químicos o una combinación de ambos.

Los abetos procedentes de los bosques de Irati eran transportados hasta la fábrica de Olaldea aprovechando la corriente del río, unas veces en almadias, otras veces en troncos sueltos, almacenándose en la explanada de arriba delante de las naves. La leña de haya, se utilizaba fundamentalmente como combustible en forma de carbón vegetal, aunque, como decíamos, también se llegó a hacer pasta con ella. Esta se traía fundamentalmente de las partes altas de los montes cercanos y su transporte en caballerías resultaba costoso y lento. Además, la fábrica se encontraba en la margen derecha del rio y los hayedos más importantes estaban en los montes de la orilla izquierda. Para atravesar la corriente del Irati se llegaron a construir varios puentes que siempre terminaban destruidos por las grandes avenidas invernales.  Pero uno de estos puentes formó parte de la curiosa instalación de transporte ideada por Leopoldo Garmendia, un ingenioso vecino de Orotz Betelu, miembro de quizás la casa más fuerte de la localidad, que ejercía como comerciante, tendero y chocolatero. La leña de las hayas taladas se troceaba in situ en las laderas del monte.

Sentado en una lera en Olaldea. foto L. Urabayen

Colocada en leras o trineos de madera arrastrados por bueyes o vacas era llevada por los arrastraderos o tirabides hasta un punto determinado en el cual comenzaba el ristro. Y aquí comenzaba el ingenio de Garmendia.  El ristro era una especie de canal a modo de tobogán construido en madera, en secciones unidas unas a otras y formadas por dos tablones en la base y dos laterales lo que le daba una anchura de unos 40 cm. La estructura anclada al suelo descendía por la ladera con una pendiente del 40% y en total medía casi 1 km de longitud.

el ristro

Tiradas las leñas y tronquillos en la parte alta del ristro bajaban resbalando o a saltos por el canal de madera hasta su punto final en donde quedaban amontonados. Si ya este método era ingenioso, aun lo sería más su continuación. Leopoldo conocía el ferrocarril de sus constantes viajes a la capital e inspirado en él, pensó en la conveniencia de hacer una vía de rieles para vagonetas por las laderas del monte. De esta forma, al pie del ristro construyó una vía de rieles de madera de 80 cm de ancho ladera abajo por donde unas vagonetas, también de madera, transportaban la leña hasta la fábrica.

Las vagonetas de madera. Foto L. Urabayen

La fuerte pendiente de la vía, que era en algún punto de hasta un 10%, eludía la necesidad de tracción o empuje, bajando las vagonetas a gran velocidad, pero hacía que el sistema de frenado, una zapata manejada con el pie, requiriera de un experto conductor. La dificultad era máxima al llegar a la altura de la fábrica, ya que la vía debía hacer un giro de prácticamente 90º para atravesar el río por un tambaleante puente de madera, de 8 metros de alto. La frágil estructura apoyaba sobre una gran roca en la orilla y en varias patas o columnas también de madera. Este imaginativo sistema de transporte se puso en funcionamiento a primeros de siglo XX y dio servicio a la fábrica durante varios años hasta que en 1912 se construyera el puente definitivo, que uniría el monte de Pausandi con la fábrica y que subsiste en la actualidad, aunque reformado y mejorado. Nada que ver con la inestable estructura de madera que se estaba utilizando hasta entonces se hizo con viguetas de hierro forjado apoyadas en machones de piedra labrada.

Restos de la «caja» de la vía

Ristro, vagonetas y vías de rieles de madera habían formado parte de la curiosa instalación que ingenió el oroztarra Garmendia. De ello nos quedan algunas fotografías, el testimonio escrito y publicado en 1916 por el geógrafo Urabayen en su monografía etnográfica de Orotz Betelu y unos pocos restos o señales del recorrido de la vía en la ladera del monte. Hombre muy activo y emprendedor, Leopoldo Garmendia fue después consejero en la sociedad El Irati, administrador de la fábrica de bombillas Argui Ona del primer ensanche pamplonés, fundador del Centro vasco de la capital y promotor del diario La Voz de Navarra, de corte nacionalista. Represaliado en el 36 tuvo que huir a Pau y a su regreso en 1940 tuvo que cumplir condena en la cárcel de Huesca aun teniendo 69 años. Nada más salir de presidio y enfermo falleció en su localidad natal Orotz Betelu en 1942.

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