Letamendia confiesa que el Fordismo «domesticó» al movimiento obrero. La realidad señala que todavía hoy parte del mismo continúa esa línea marcada.
Francisco Letamendia (1944) presentó en La Casa del Libro de Bilbo su último libro, de la editorial Tecnos, «Estructura política del mundo del trabajo: fordismo y posfordismo» y contó con la presencia de destacados representantes sindicales del arco vasco y del mundo de la política. Tras una introducción sobre el contenido del libro dio paso a un debaje sobre las perspectivas del sindicalismo.
Letamendia dijo que el libro persigue una doble vocación: ser un libro docente para el área universitaria de la Ciencia Política y un manual académico «para el público más amplio que se interesa en esta cuestión central en la sociedad actual, que es el mundo del trabajo». Responde, como dijo este veterano profesor universitario, a «¿qué tipo de mundo del trabajo está configurando el capitalismo actual? y ¿qué tipo de organización del trabajo está enfrentándose a los objetivos capitalistas, o cómo debiera ser ésta?». Como resumió, «la fase de contestación obrera al capitalismo liberal dio paso tras la II Guerra Mundial al régimen de acumulación fordista, basado en la producción en masa llevada a cabo en las grandes empresas verticales». Según expresó, «el fordismo domesticó, sí, al movimiento obrero, el cual debía aceptar el statu quo político y social, pero fomentó también, a fin de impedir las crisis de superproducción, la demanda de los trabajadores a través del reconocimiento de los sindicatos y del establecimiento del Estado de Bienestar».
Sin embargo, el régimen posfordista «que ha sustituido a éste en las últimas tres décadas se basa en cambio en la especialización flexible productiva, a la conquista de nichos de excelencia en los mercados globales, y en la flexibilidad de la fuerza de trabajo. Los trabajadores son en él un costo a disminuir, con el resultado de la dualización del mercado de trabajo, formado por una élite polivalente en un extremo y por una gran base de trabajo precario en el otro, la de los colectivos discriminados de las mujeres, los jóvenes y los trabajadores inmigrantes; los objetivos del Bienestar ceden ante los de la competitividad, y el discurso neoliberal promueve el antisindicalismo. Cuanto más intensa haya sido la construcción jurídica de la precariedad -de la que el Estado español ha sido líder en la UE- tanto mayor ha sido en la última crisis la destrucción de empleo».
A su juicio, «si en el fordismo podía hablarse de la convergencia interclasista de intereses en que consiste la nación, la erosión de tal nación en el posfordismo se ha traducido en una crisis de las dos grandes familias de partidos occidentales, conservadores y socialdemócratas, que ha provocado la emergencia de partidos de extrema derecha, verdes, regionalistas y nacionalistas».
CONTRAPODER
En este punto, Francisco Letamendia estableció que es cuando «los sindicatos dudan entre asumir una estrategia de contrapoder o hacer suyo el discurso empresarial de la productividad y la innovación». En este segundo caso, como expresó el autor, «se refuerza su crisis de afiliación y legitimidad, lo que da argumentos al discurso neoliberal que les presenta como inútiles», aunque reconoció que ese discurso es «radicalmente falso», porque «sin los sindicatos no existiría desregulación, sino regulación exclusiva del trabajo por el capital y disciplinamiento unilateral de los trabajadores por los empresarios en los centros de trabajo».
En la tercera parte del libro, relaciona la actividad sindical con los movimientos sociales.
Antón Borja, profesor de Economía Aplicada de la UPV-EHU, dijo que ese libro «es un tres en uno» y destacó que «el sindicalismo de concertación es un fracaso» y de ahí se ha avanzado hacia la construcción de «un sindicalismo de contrapoder frente al capitalismo». Juan Hernández, profesor de Relaciones Laborales de la UPV, destacó la necesidad de crear «redes contrahegemónicas» y, en concreto, se refirió al papel que juegan los sindicatos en las multinacionales y les pidió compromisos «porque muchas veces miran hacia otro lado».
Dani Gómez, de la Fundación Manu Robles-Arangiz, criticó el modelo de concertación y expuso dos teorías sobre el mismo: «los que dicen que obligan a los poderes a cambiar de rumbo y quienes dicen que supone un juguete de entretenimiento, para tener ocupados a los sindicatos». Jesús Uzkudun, de CCOO, apostó por el modelo actual de diálogo social, mientras que la sindicalista Pazis García, de la fundación Ipar Hegoa, dejó claro que «el movimiento social más fuerte de respuesta al modelo neoliberal en este momento somos los sindicatos», entre otras intervenciones.
Publicado por Gara-k argitaratua