Legalidad de la secesión

Una de las notas positivas del proceso, a falta de concreciones prácticas, consiste en el abanico de refinadas propuestas teóricas que ha generado la cuestión secesionista en los ámbitos de la filosofía política y del derecho por parte de autores catalanes. La última aportación, en mi opinión hasta ahora la más solvente respecto al extenso bagaje de información invocado y la audacia del planteamiento, es el libro de Paz Bossacoma y Busquets, ‘Justicia y legalidad de la secesión, publicado por la Instituto de Estudios Autonómicos el otoño de 2015’. Yo afirmaría, sin rodeos, que el libro de Bossacoma es el texto más relevante a nivel mundial sobre la teoría del derecho de secesión en contextos democráticos, una aproximación por otra parte a menudo menospreciada por parte los grandes juristas o politólogos, sea porque se trata de un problema que entienden que no les concierne teniendo en cuenta que trabajan con el trasfondo de un escenario de naciones Estado que dan por supuesto, o sea porque hasta ahora no han prestado atención al hecho de que el fenómeno de la secesión se pueda plantear en sociedades liberales democráticas. ¿Es la particularidad del caso catalán, una secesión en un principio en un marco constitucional democrático, lo que provoca la innovación teórica o se puede dibujar, y en verdad es necesario dibujar, una teoría general que legitime globalmente reivindicaciones pacíficas y democráticas como la aspiración catalana de construir un Estado plenamente soberano? Con toda probabilidad, aunque el relato de Bossacoma se presenta desde la segunda perspectiva, quizás la motivación primigenia, a pesar de las objeciones que esto pueda despertar, se explica por la singularidad de nuestra situación, algo por completo comprensible y justificable si admitimos que todos somos hijos, incluso los académicos, de nuestras circunstancias.

En síntesis, las ideas expuestas en el libro ‘Justicia y legalidad de la secesión’ parten de una inextricable relación entre democracia y reconocimiento de la plurinacionalidad, trazado con una especie de pacto originario que traslada a la relación entre naciones el contrato social que las teorías liberales han descrito sobre los individuos y su consentimiento en la formación del poder. Según parece sugerir Bossacoma, en un marco liberal democrático, uno de los presupuestos de la legitimidad de la secesión de una de las naciones consistiría en un incumplimiento de este pacto originario de reconocimiento nacional por parte del otro o de los otros sujetos (vulneración del principio de autodeterminación interna). Esta voluntad de separación por parte de una de las naciones, en cualquier caso, se debería expresar de forma democrática incontestable a través de una movilización popular y de un proceso deliberativo ampliamente mayoritario y sostenido en el tiempo. La movilización ciudadana o, como el autor lo llama, una revolución demótica en la que emergiera el ‘Nosotros el Pueblo’, permitiría conferir legitimidad incluso a una secesión unilateral con superación del marco constitucional preexistente como cada vez parece más el caso que exige el proceso catalán. La principal objeción que le haría al autor, pues, y como ya he insinuado, es si no ha construido una teoría con pretensiones generales y normativas a la luz de nuestras especiales condiciones que casi no se han producido nunca en el derecho y la política comparadas: la de una secesión en un Estado supuestamente liberal democrático totalmente blindado por la mayoría de la nación dominante a través de su sistema constitucional a negociar no ya la partición sino ni siquiera los canales, tales como un referéndum, a través de los cuales se podría averiguar si existe o no una mayoría secesionista en Cataluña. En cualquier caso, aunque la motivación sea autóctona (y no es extraño que el subtítulo del libro sea ‘Teoría de la autodeterminación nacional desde Cataluña’), es probable que la aventura intelectual de Bossacoma tenga aplicación en otros contextos a medida que se consolide la idea de que, si en democracia se puede dialogar y decidir sobre todo sin coacciones y violencia, también hay que deliberar sobre los fundamentos de los mismos estados en los que la democracia se desarrolla.

EL PUNT-AVUI