El mapa de Europa será diseñado por las tres grandes religiones del Libro: Judaísmo, Cristianismo e Islamismo, pero especialmente por esta última, que en su Credo ha perfeccionado a las anteriores en el tiempo. El mapa de Yalta y Postdam (1945), un mal arreglo del Tratado de París de 1918, quedará obsoleto. El viejo continente solo se salvará si se alza sobre coordenadas religiosas, abandonando las fórmulas políticas que lo han marcado desde finales del siglo XVIII. Está claro que no han servido. La prueba , el “calamitoso” siglo XX. El “revival” de Europa será posible con una “sumisión” total. Esta es la clave de la última novela del escritor francés Michel Hoeellebecq, “Soumission” (Flammario, 2015), que ha logrado “êpater le bourgeois” confirmado su fama de “Enfant Terrible” de las letras francesas. Pronto estará la traducción en español y catalán. El escenario que dibuja, solo la literatura puede diseñarlo. Una mezcla de ensayo y ficción que nos recuerda “1984” de George Orwell y en el que están presentes todas las inquietudes, sueños, proyecto y fracasos de Europa hoy como trama. La urdimbre es la vida del protagonista en la que no faltan los temas comunes del autor: amor, soledad, muerte, vacío, pesimismo, sexo y economía. Un cuadro que merece contemplarse con atención, no solo por lo que tiene de aviso de navegantes, sino también de radiografía de la actualidad.
La novela, cuya presentación en Paris fue suspendida tras el atentado a Charlie Hebdo y que esa semana llevaba en portada la novedad literaria, muestra un desgarrador panorama del futuro de una Europa entregada al fundamentalismo. Francia que puso en marcha la idea de “vivre sous l´Europe” durante el sueño napoleónico, vivirá en sus carnes, como efecto boomerang la vieja regla que usó Napoleón en su recorrido marcial hasta Cádiz y Rusia. Solo que ahora, quienes han llegado silenciosamente para quedarse y “someter a todos” son los seguidores del Islán que lograrán una victoria electoral en Francia y pondrán las bases de un nuevo modelo de sociedad. Es la ventaja de la ficción, asentada en un realismo que llega a zarandear los pilares sobre los que se ha asentado Europa en los últimos siglos y que nacieron en Francia: Libertad, Fraternidad e Igualdad. Francia volverá a dictar el futuro pero sacrificando esos pilares por otros: La sumisión al Islán. Es el fin del bipartidismo político de izquierdas y derechas que Francia exportó. Ahora el binomio es el integrismo nacionalista (La Europa de las naciones y el nacionalismo como identidad) o la Europa de las religiones (la religión como identidad mas allá de las fronteras). El triunfo de la primera opción sirve al autor para desarrollar un ensayo que en los diálogo se desarrolla de forma clara y contundente.
La trama de la novela profundiza en la vocación universal de estas religiones y sus propuestas sobre el mundo y la sociedad. La urdimbre es la vida de un profesor de universidad que ve en este proceso el proceso mismo de su vida y que se debate entre el pesimismo, el valor de la cultura y la sumisión como salida a los problemas. (Si el Mayo del 68 supuso un giro en el mundo de las ideas europeas, será ahora también La Sorbona la que marque el nuevo tiempo, sometido a las directrices del Corán). O “yo o el caos”.
La novela juega entre el ensayo (algo propio del autor) y la ficción; y sitúa el escenario de unas elecciones en una Francia en las que un partido islámico llega al poder para frenar la victoria del Frente Nacional de Le Pen. Los partidos tradicionales, estancados en modelos de izquierda y derecha, se muestran incapaces de sacar del caos a una Europa de los mercaderes (De nuevo la importancia de la Economía como en todas las novelas del autor. He releído la obra de Bernard Maris: “Houellbecq économiste”, obra clave para entender al autor). Por estos derroteros, y sin que cuente el argumento, para no romper el interés de la lectura, discurre el relato, con dosis de introspección en los personajes y en los lugares. (La última relación sentimental del protagonista es una joven judía que emigra a Israel con su familia, temerosa de lo que se avecina; un grupo de monjes en un monasterio, símbolo de lo que el cristianismo supone. Lugares como Martel y la imagen secular de la virgen, símbolo de la batalla en la que Carlos Martel detuvo la marcha de los musulmanes desde el sur. Todos los lugares y los personajes en el relato, tienen un valor paradigmático.)
Huysmans
De telón de fondo, conviene releer a un escritor casi olvidado y que está presente como “cuarto elemento” en todo el texto, Charles Marie Georges Huysmans (Paris, 1848-1907). Sus trabajos expresan un disgusto por la vida moderna y un profundo pesimismo. Descendiente de una larga línea de pintores flamencos, Huysmans tuvo una juventud dolorosa. Empezó a estudiar leyes, tras ingresar como funcionario del Ministerio del Interior. Publicó obras inspiradas por el naturalismo de Zola. Más tarde giró su perspectiva con obras llenas de vidas insípidas, muy contemporáneas e implacablemente descritas. Ya resaltaba su disgusto por un mundo moderno compuesto, decía, por bribones e imbéciles. En su novela “A contrapelo” (1884) rompió con la estética naturalista. En 1892, tras una crisis radical, viró hacia las enseñanzas de la Iglesia Católica, en un ejemplo extremo del misticismo expandido a finales de siglo. Sus novelas “En ruta” (1895) y “La catedral” (1898) narran esa experiencia religiosa. Finalmente se retiró a un monasterio benedictino (el mismo que aparece en la novela que comentamos) y murió tras una enfermedad dolorosa en 1907. Fue un escritor admirado por muy distintos lectores, dado sus cambios de gusto. Paul Valery y Proust percibieron su novedad y calidad.
Es, por último “Sumisión”, una reflexión sobre el futuro de la novela y su papel en el desarrollo de Europa. Ya digo. No tiene desperdicio. Es una novela que hay que leer. Acabo recordando las palabras de Orwell ante las criticas a “1984”: “Yo no creo que el género de sociedad que describo vaya a suceder forzosamente, pero lo que sí creo (si se tiene en cuenta que el libro es una sátira) es que puede ocurrir algo parecido. También creo que las ideas totalitarias han echado raíces en los cerebros de los intelectuales en todas partes del mundo y he intentado llevar estas ideas hasta sus lógicas consecuencias”
LA VANGUARDIA