Las mil y una distracciones

¿Cómo es posible que el mundo musulmán –en un momento crítico como éste– invariablemente logra distraerse y dedicar sus energías a las cuestiones culturales, históricas o religiosas más absurdas?

Islamistas egipcios dicen que quieren censurar pasajes “obscenos” de Las mil y una noches, una de las más preciadas obras literarias del Islam. Se trata del mismo país cuyos prelados una vez ordenaron a un profesor universitario a divorciarse porque él se atrevió a sugerir una reinterpretación del Corán.

Ayman Abdel Hakeem, miembro del grupo Abogados Islámicos sin Cadenas, quiere censurar las historias de Las mil y una noches porque la obra épica “contiene profanaciones que no son aceptables en la sociedad egipcia”. La sola idea de una mujer insaciable lo ofende. “Entendemos que este tipo de literatura sea aceptable en Occidente, pero nosotros tenemos una cultura diferente”, señaló.

Cierto. Este extraño grupo de abogados ha hecho declaraciones de este tipo durante más de una década, pero la idea de que el mundo musulmán no pueda leer sobre Sinbad el Marino o Aladino es ridícula.

También Arabia Saudita se encuentra actualmente enfrascada en una guerra de fatwas lanzadas por ulemas, que se dedican a girar nuevas leyes o a condenar reglamentos instaurados anteriormente. El jeque Adel Kalbani, por ejemplo, asegura que el Corán no prohíbe específicamente la música, pese a que las autoridades de Arabia Saudita no permiten los conciertos. El jeque Abdul Mohsen Obeikan prohibió que las mujeres caminen a un lado de los hombres, y el ulema es la misma divina figura que sugiere que en dos de las cinco plegarias diarias podrían estar juntos hombres y mujeres, con el fin de facilitar la vida a los dueños de negocios que se ven obligados a cerrar sus tiendas cinco veces al día.

¿Quién creería que ésta es la misma Arabia Saudita que intenta combatir a los atacantes de Al Qaida y teme que Irán adquiera nuevas armas nucleares?

En Egipto, Mohamed Salmawy, presidente del Sindicato de Escritores Egipcios, dice, con toda razón, que los islamistas quieren vengarse de los intelectuales que han peleado porque exista el derecho al debate libre en El Cairo. “El talibán destruyó las estatuas de Buda en Afganistán y esta gente está tratando de destruir un monumento igualmente importante de nuestra cultura”, declaró al diario Los Angeles Times.

¿Será eso lo único? ¿O, como dicen algunos árabes, se trata de escritores poco conocidos y clérigos que intentan hacerse promoción con estos movimientos en favor del debate?

“Se acusó a Salman Rushdie y a Martin Amis de ofender a los musulmanes”, comentó un intelectual y escritor libanés. “¿Fue su intención ofender a los musulmanes? No lo sé, pero lograron mucha publicidad en Occidente por lo que dijeron. Ahora ocurre lo mismo entre nosotros. Cada vez que estas personas hablan se les entrevista para la televisión, en momentos en que el mundo árabe está enfrentando desafíos sin precedentes por el fracaso estadounidense en cuanto a ayudar a los palestinos.”

Es extraño toparse con estos comentarios en Líbano; aún puede comprarse en Beirut el libro Mein Kampf, de Adolf Hitler, en un ejemplar impreso en Damasco en una imprenta controlada por el secretario de Defensa de Siria, Mustafa Tlass. ¿Debe prohibirse o censurarse la publicación de Mein Kampf en Líbano, como sugiere Estados Unidos, pese a que se ha publicado en Europa?

O lo que es más serio aún: ¿por qué se permitió que libaneses viajaran a la Copa del Mundo llevando no sólo banderas alemanas sino banderas con la esvástica y fotografías de Hitler, para supuestamente apoyar a la selección de Alemania?

En Beirut pueden verse esas mismas esvásticas y fotografías de Hitler en el distrito armenio, donde la población local es descendiente del genocidio turco de 1915, y que el führer admitió fue su inspiración.

Hay que recordar que recientemente se presentó en Egipto una versión televisiva de Los Protocolos de los Sabios de Sión, esa vieja falsificación zarista responsable de mucho del antisemitismo en Europa.

Cuando muchos sospechan que habrá una nueva guerra entre el Hezbollah libanés e Israel el año próximo, es incomprensible que la gente gaste sus energías en estas tonterías.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.