Los ciudadanos navarros tenemos el raro privilegio de que los dos mayores maquiavelos de todos los tiempos, Fernando el Católico e Iñigo de Loyola, se volcaran personalmente para acabar con nuestra independencia. El primero materializando su obsesión de hacerse con Navarra, que logra mediante el engaño simultáneo, entre otros, a los dirigentes de la Santa Sede, Inglaterra, Alemania, Francia, Aragón y Castilla; mientras que el segundo, además de empuñando las armas, actuó tejiendo la red ideológica de la contrarreforma eclesiástica que sujetará a los ocupados navarros.
1.- Su viejo proyecto de usurpar Navarra. Fernando, viudo de Isabel desde 1505, en carta remitida al Conde de Lerín, el 23 de julio de 1509, le ordena que no haga la guerra directa a Navarra, sino que se limite a actuar con ella de “maña, furto o trato”, “no debéis de exceder de aquello en ninguna manera, mayormente estando la otra parte, por la manera y poco secreto que se ha tenido en el negocio, tan avisada y prevenida; antes debéis ahora disimular, que ahora, estando avisados y prevenidos en Navarra de lo que el Condestable quiere hacer, no podría hacer cosa que aprovechase”. El 17 de noviembre de 1511, tras los truculentos matrimonios de su hija, Fernando el Católico firmó el Tratado de Wesminster, por el que consiguió que su yerno Enrique VIII llevara al ejército inglés a Gipuzkoa con la promesa de que le ayudaría a reconquistar Guyena, o Gascuña Oeste, incluido Laburdi y Zuberoa, que habían perdido en 1453 a manos de Francia.
2.- La ayuda divina. En el Tratado de la Santa Alianza de diciembre de 1511, suscrito contra Francia entre la Santa Sede, Venecia y España -al que se unieron Inglaterra, Austria y Suiza- Fernando consigue imponer la cláusula que “lo ganado fuera de Italia quedará para él”, la excusa era la declaración del Concilio de Pisa como cismático por el Papa Julio II, por sostener que el Concilio estaba por encima del Papa. El 5 de junio de 1512 Fernando a través de su embajador se dirige al Papa Julio II pidiéndole las bulas, que “me den suficiente seguridad y que, si no me la diere, yo la pueda tomar (a Navarra), pues es a favor de la causa de la Iglesia, con tanto que después acabada la empresa de Guyena que la vuelva y que la bula de su Santidad excomulgue a todos los del reino de Navarra y señorío de Bearne”. Fernando remite nueva carta el 8 de junio de 1512 a su embajador en Roma, con la instrucción e información de que “nuestro ejército está junto y presta nuestra artillería. Espero en Dios nuestro Señor, cuya es esta causa, que los factores de la cisma conocerán que han emprendido mala causa. Por ello poned mucha diligencia en enviarme para Navarra las bulas y breves”, “estoy en pensamiento de trabajar de tomarla para volvérsela después”, “caso que haya de tomar la seguridad, no me la queriendo ellos dar, para ello no he de esperar las subsodichas bulas, por eso no dejéis de trabajar que luego se despachen y enviármelas con carabela propia a la mayor diligencia que fuera posible”.
3.- Los navarros engañados y desprevenidos. El 20 de junio de 1512 Catalina y Juan, reyes de Navarra, informan a los tres Estados de las Cortes Generales de Navarra, reunidos en la Sala Real del Palacio Real de Pamplona, que ” (a) tanta instancia (de Fernando) que sobre ello se nos hacia, por contentamiento y secamiento de su ánimo le habemos enviado la dicha ratificación (de los tratados de paz)”. Fernando el Católico nos hace saber “que no es contento con aquellos y demanda cierta ampliación en las dichas alianzas, por seguridad de ello (pide) algunas fortalezas…”. El 17 de julio de 1512 las Cortes de Navarra, dos días antes del inicio de la invasión, ante los “peligros grandes que este reino está puesto e tan grandes ejércitos que alrededor y tan cercanos se hallaron” deliberan y acuerdan “levantar 300 de caballo”, “ordenando sean levantados 4.000 hombres de pie, buenos y dispuestos, con sus armas”.
El día 19 de julio de 1512 sin dar tiempo a que se efectúe la movilización del ejército, acordada por las Cortes de Navarra, y ante las noticias que le proporcionan los propios ingleses, de que están negociando con los reyes de Navarra, inició la invasión por la Burunda con 16.000 soldados fuertemente armados. El 21 de julio de 1512 ante la incontenible presión de Fernando el Católico salía de la Santa Sede la bula “pastor ille caelestis” del Papa Julio II. “Especialmente a dichos vascos y cántabros que habitan en los lugares vecinos a ellos bajo pena de excomunión mayor latae sententiae”. El 26 de julio de 1512, Fernando remite esta carta, sobre la toma de Pamplona y Navarra a su representante ante el ejército expedicionario inglés, acampado en Gipuzkoa: “En haberse hecho así, brevemente y sin daño, ha parecido bien ser obra de la mano de Nuestro Señor, que en todas partes quiere mostrar milagro en las cosas de esta santa empresa que hacemos a favor de la Iglesia y para destrucción del cisma. Y yo envío a mandar al dicho capitán general nuestro (el Duque de Alba) que pase adelante a trabajar de tomar, las fortalezas que están en el dicho reino para la entrada de Guyena, porque sin recelo y contradicción del dicho reino, el ejército del serenísimo rey de Inglaterra, mi hijo (yerno), y el nuestro puedan unidamente, con la guía de Dios Nuestro Señor, proseguir la empresa de Guyena”.
4.- El ultimátum de Fernando después de haber invadido gran parte de Navarra. El 31 de julio de 1512, desde Burgos, Fernando el Católico, envía un ultimátum a los reyes de Navarra Juan y Catalina, en los siguientes términos: “Que nuestra voluntad es que los dichos rey y reina, nuestros sobrinos, nos entreguen y hagan entregar luego todas las ciudades y villas y lugares y fortalezas del dicho reino de Navarra, y todos los súbditos y naturales del dicho reino, de cualquier estado o condición que sean, estén en nuestro poder y a nuestra gobernación y obediencia todo el tiempo que nos viéremos y convenga para el bien y seguridad de la dicha santa empresa. y que, después, quede a nuestra voluntad y disposición el cuándo y la forma y manera como hayamos de dejar el dicho reino, Y que hasta que no, de nuestra voluntad, hagamos dejación del dicho reino de Navarra en la manera susodicha, todos los súbditos y naturales de él sean obligados de nos obedecer enteramente”.
5.- Fernando engaña a los ingleses que le informan de los tratos que tienen con los reyes de Navarra. El 2 de agosto de 1512 Fernando el Católico remitió, al campamento de los 12000 soldados ingleses que estaban parados en Guipúzcoa pues no les entregó los cañones y caballos que les había prometido, una carta a Dorset general de Enrique VIII: “y cuanto a la quedada vuestra ahí con ese ejército, por experiencia se ve que fue cosa de Dios nuestro señor, porque de esa causa los franceses no han osado entrar en Navarra, porque desamparando ellos su tierra no entraseis en ella con ese ejército, y así las cosas de Navarra, a Dios gracias se han hecho mejor como aquí diremos, también aprovechó mucho para ello la respuesta que distes al mensajero que os enviaron el Rey y la Reina de Navarra, que ciertamente fue muy buena y sabia respuesta como de vos se esperaba y os la agradecemos mucho”, “así que si los dichos Reyes de Navarra cumplieran luego lo contenido en la dicha capitulación no hay mas que hacer en aquello sino que los dichos ejércitos entren luego juntamente en Guyena y no tengaís en poco que hayamos cobrado lo del Reino de Navarra a favor de la empresa de Guyena”.
6.- Dos meses y medio después de haber empezado la invasión, se produjo desde Navarra la declaración de guerra a los ocupantes. El 30 de septiembre de 1512 el rey de Navarra, Juan de Labrit, en el suelo patrio de Baja Navarra, a la cabeza del ejército navarro ya reunido, lanza el ultimátum a los invasores españoles para que se retiren del reino ocupado por el tirano Fernando, usurpador también de los reinos de la Corona de Castilla: “la grande sinrazón y tiranía que a Nos y a la Reina nuestra muy cara y muy amada mujer ha sido hecha por el rey don Fernando, nuestro tío, en habernos usurpado y tomado por fuerza este nuestro reino de Navarra, contraviniendo e faltando a la paz, amistad y alianzas que con Nos tenía y quebrantando el juramento solemne con que las tenía asentadas, no ha parado hasta nos haber usurpado todo el dicho nuestro reino, en gran cargo y confusión suya y escándalo de la Cristiandad y entendemos sin ninguna tardanza de tiempo ni aún de días ponerlo a nuestra obediencia y mano con la buena justicia que nos acompaña y fidelidad y afección de nuestros súbditos, y con el poder y esfuerzo que para ello tenemos; y no querríamos que en ello vosotros ni ningunos de esos reinos os entrometierais a ninguna resistencia ni a dar gente, socorro ni ayuda, siguiendo el consejo errado que hasta aquí en esto ha llevado el dicho rey don Fernando, porque sería aquello causa y camino que pusiésemos la mano en vosotros y en todos los que tal daño nos querrán hacer; ninguna, ni algunas gentes de esas partes vengan en este nuestro reino a hacer en él actos ningunos de guerra ni a favorecer la hueste del dicho rey don Fernando ni a él contra la buena conversación, vecindad y comercio que hasta aquí habéis tenido con este nuestro reino, apartándoos del dicho rey como de persona que tan mala condición lleva y a tanto mal y daño ha dado causa”.
http://www.noticiasdenavarra.com/2012/04/15/ocio-y-cultura/cultura/las-mentiras-del-conquistador