Las izquierdas catalanas y españolas ante el hecho nacional

Con pocos días de diferencia ha habido manifiestos de intelectuales españoles teóricamente progresistas en contra de la independencia de Cataluña y una llamada a rehacer la izquierda nacional catalana para disputar el liderazgo que CiU ejerce al frente del proceso iniciado a partir del Once de Septiembre pasado.

 

Los intelectuales españoles que apelan al federalismo y a la democracia constitucional, (para oponerse a que mediante el derecho de autodeterminación el pueblo catalán llegue a la independencia), argumentan sus planteamientos desde el supremacismo y no desde el reconocimiento de la pluralidad de identidades nacionales que existen dentro de los límites territoriales del actual Estado español. Son incapaces de imaginar la identidad española desprovista de los componentes vasco, catalán y gallego.

 

La matriz castellana no ha sido desarrollada sino que ha sido subsumida por el integrismo español que se ha fundamentado en la existencia fáctica del Estado. Sin esa autoidentificación previa es inviable el reconocimiento y el respeto de los otros pueblos.

 

Esa cultura política ha impregnado la construcción del Estado-nación español en la época moderna con el resultado de que si bien Inglaterra existe como nación al margen de las vicisitudes del Reino Unido, España sin el Estado no es capaz de imaginarse a sí misma.

 

El federalismo español tuvo su oportunidad con la primera República, no así en la segunda cuando el Estado se define constitucionalmente como integral. La pérdida de Cuba y Filipinas en 1898 es vivida como un “desastre” que no se aprovecha para repensar una España moderna sino para recluirse en el “ensimismaniento” donde todavía están atrapados sus pensadores. La izquierda española no ha generado un pensamiento alternativo sino que ha hecho suyo el integrismo y el negacionismo de la diversidad nacional. No lo han hecho ni el PSOE, ni el PCE ni lo hacen tampoco los indignados del 15-M y su ‘spanish revolution’.

 

Las izquierdas catalanas tienen una tradición especifica que arranca del republicanismo decimonónico, los movimientos libertarios y sindicales, el socialismo autóctono y las mutuas interconexiones de todos ellos con el nacionalismo. Ese es un fenómeno que se trunca con el trauma catalán posterior a la guerra del 1936-1939 deriva una transformación de la mentalidad colectiva cuyas consecuencias son perceptibles en nuestros días. Las ideologías anteriormente citadas son sustituidas por un progresismo abstracto de raíces totalitarias desvinculado de la catalanidad que es vista con animadversión y percibida como un obstáculo para la materialización de proyectos dogmáticos de transformación social. Ese progresismo banal es el terreno de confluencia de las izquierdas españolas y la causa última del fracaso de los gobiernos tripartitos entre 2004 y 2010.

 

La contraposición entre eje nacional y social, priorizando ese segundo para neutralizar el primero ha sido y es todavía la columna vertebral de ese progresismo transversal que va desde el PSC a la CUP, pasando por ERC. Intenté razonar esa situación la asignación “ERC: temps de transició” (Cossetània Edicions, 2008): “El nacionalismo (todo nacionalismo, también el español) es en sí mismo una opción social (de clase, en el sentido marxista del término) que puede ser de liberación o de mantenimiento del orden establecido. Aunque los componentes de un movimiento nacionalista de una nación sin Estado propio no sean plenamente conscientes, configuran una alternativa frontalmente opuesta al bloque hegemónico que ejerce su dominación a través del Estado.

 

Por tanto, no hay nada tan potencialmente revolucionario como el independentismo. Conviene recordar estas nociones básicas relacionadas con el conflicto de los estados contra los pueblos para descalificar las reiteradas declaraciones que contra las propuestas soberanistas de vocación unitaria se hacen desde las izquierdas autóctonas (desde ICV hasta la CUP, pasando por ERC), que banalizan con un apriorismo dogmático un frente patriótico que no parece suficientemente de izquierdas. Y realmente no existen dos ejes diferenciados e intercambiables según convenga: un eje nacional y uno social, el primero incluye el segundo” (página 19). A esa conclusión parece que todavía no han llegado los personajes de las izquierdas catalanas que ayer exhibieron sus propósitos abstractos en rueda de prensa.

 

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