El artefacto ideológico tomó forma a lo largo de los años 60 del siglo pasado. Tuvo expresiones académicas elaboradas (entre ellas el famoso libro de Jordi Solé Tura ‘Catalanismo y revolución burguesa’, publicado en 1967) y otras más primarias, como la hostilidad de algunos estudiantes ultraizquierdistas a que se hablara catalán en las asambleas universitarias del último franquismo, porque “el catalán es la lengua de la burguesía”.
En todo caso, la tesis de fondo -que el nacionalismo catalán era intrínsecamente derechoso y estaba ligado a las clases conservadoras, al orden establecido- hizo su agujero, a pesar de los esfuerzos de historiadores como Josep Termes por desmentirla. Eclipsada por euforias de la Transición, por el ambiente de la Asamblea de Cataluña -cuando todo el mundo aparentaba reconocer el derecho del pueblo catalán a autodeterminarse-, la identificación entre nacionalismo, derecha y burguesía rebrotaron con fuerza a partir de 1980, como reacción ante la inesperada y larguísima hegemonía político-electoral de Jordi Pujol. Harían falta diversos y gruesos volúmenes para hacer la antología de los textos que, provenientes sobre todo de la órbita socialista, insistieron a lo largo de las últimas dos décadas del novecientos en asociar las reivindicaciones nacionales catalanas con la reacción antimoderna, con el ruralismo, con el carlismo, con la derecha más apolillada y caciquil.
Es cierto que, desde el cambio de siglo, esta actitud del PSC y sus entornos se moduló. Primero la elección de Pasqual Maragall como candidato socialista a la presidencia de la Generalitat, tras la necesidad de pactar con ERC y el compromiso de elaborar un nuevo Estatuto, decantaron al Partido de los Socialistas hacia posiciones más blandas y conciliadoras con la agenda nacionalista. Prueba de este giro fueron las reacciones hostiles que suscitaron desde la huida de los escritores, actores y periodistas que impulsarían el nacimiento de Ciudadanos hasta los berridos provocadores de un Joan Ferran exigiendo que se arrancara la costra nacionalista .
La severa derrota electoral de noviembre de 2010 y la configuración en la subsiguiente legislatura de un bloque parlamentario más o menos estable entre CiU y el PP catalán permitió revivir el discurso más clásico del PSC: ¿lo veis? Ambos nacionalismos son de derechas y, de hecho, usan las respectivas banderas para tapar los recortes, las políticas antisociales, la sumisión de unos y otros a los intereses de los ricos…
Sin embargo, a los inquilinos de los despachos de la calle Nicaragua la comodidad de este esquema reduccionista les duró poco: menos de dos años. Desde el otoño de 2012, cuando el derecho de los catalanes a determinar nuestro estatus futuro se erigió en el centro del debate político, y desde que en diciembre se estableció una nueva mayoría parlamentaria CiU-ERC (recordemos que Esquerra había sido puntal básico de los gobiernos Maragall y Montilla, por lo que ahora no le resulta fácil abominar de ellos), la dirección del PSC quedó descolocada. Durante meses, ha jugado a la equidistancia -ni independentismo, ni unionismo- y ha arbolado una bandera federalista que las noticias políticas provenientes de España hacen cada día más inverosímil, más ilusoria. Hasta que, el pasado miércoles, Pere Navarro decidió retratarse en relación al Pacto Nacional por el Derecho a Decidir.
Dicho Pacto dio lugar a dos fotos, una real y otra fácil de imaginar: la de los asistentes, en las escaleras del Parlamento, y la de los autoexcluidos o ausentes voluntarios. Y sí, no negaré que entre los reunidos haya grandísimas diferencias de estilo, de objetivos, de cultura política: las que separan la CUP y las Cámaras de Comercio, la Asamblea Nacional Catalana y la Pimec, Òmnium y el Frente de Liberación Gay. Sin embargo, ¿se han fijado en el bloque de los ausentes, en la piña formada por los señores Pere Navarro, Alicia Sánchez-Camacho, Albert Rivera y Joaquim Gay de Montellà?
Llámenme ingenuo, pero todavía creo que ver cuáles fueron sus partners en el boicot a la reunión del miércoles debería suscitar, en el seno del PSC, una reflexión autocrítica y una rectificación. El que ha sido el principal partido de la izquierda catalana desde 1977, ¿de la mano de la gran patronal que es Fomento del Trabajo? La sigla que ha hecho exitosas campañas -¿te acuerdas, Pepe?- Bajo el eslogan “Si tú no vas, ellos vuelven”, ¿alineada ahora con ellos, con la gente de Rajoy, y Wert, y Aznar…? La organización de los Reventós, los Cornudella, los Fernández Jurado, los Andreu Abelló, los Maragall, los Nadal…, ¿compitiendo hoy con el españolismo cada vez más derechoso de Ciudadanos?
Planteémoslo en unos términos que siempre han sido gratos al PSC: derechas e izquierdas. ¿Dónde le parece a la cúpula socialista que había el miércoles más derecha, más carga conservadora, más defensa de los intereses de las grandes fortunas: entre los que validaron el pacto (CiU, ERC, ICV-EUiA, CUP, UGT, CCOO, USOC, Confederación de Asociaciones Vecinales…) o entre los que se opusieron (PP, Ciutadans, Fomento y PSC)?
Una cosa es segura: no será con estas compañías como el PSC remontará el vuelo.