LO que también significa que tenemos que ir mucho más lejos de lo que propone el mero reciclaje de las basuras para incorporar la reformación y la reutilización cuando sea posible y, cuando no lo sea, para poder convertir las basuras en abono, tierra vegetal y alimentos.
No son tiempos para andar con bromas. Está muy bien que cuando avisamos sobre la amenaza que representa el cambio climático para los seres vivos siempre añadamos la coletilla de que estamos a tiempo de evitar la catástrofe, pero vistas las actuaciones de los países desarrollados como el nuestro creo que cada vez lo tenemos más difícil.
Somos la única especie autodestructiva de este planeta y encima es la que lo controla. Por ello, nuestro destino tiene más visos de ser fatal que de otra cosa. Sin embargo, apuesto por seguir luchando por un futuro sostenible y solidario con las próximas generaciones, aunque lo tenemos muy difícil y, por ahora, los que pensamos así somos claros perdedores. Nuestro principal enemigo es la estupidez que gobierna nuestra condición humana. Pese al auge de las libertades, la condición humana se encuentra turbada y confusa debido al egoísmo lacerante que rige nuestras vidas, a la acumulación de poder de los supremos adoradores del lucro y la avaricia y al hegemónico sentido de la supeditación de todo al placer inmediato. Todas estas prioridades es lo que tanto nos subyuga.
Como detallaba el primer informe del IPCC de este año, ya no hay dudas de que la actividad humana es la principal causa del calentamiento global, de la descongelación de los hielos de los polos, del hueco de la capa de ozono, del aumento de la radiación ultravioleta, del efecto invernadero, de las inundaciones y de todos los desórdenes climatológicos, de la reducción dramática de fuentes de agua potable, de la extinción de muchas especies animales y vegetales, de la desertización de la tierra y de las hambrunas que se padecen en gran parte de África…
Estas evoluciones del clima explican cómo la naturaleza ha empezado a pasar una factura que viene con elevados intereses. Lo más probable es que esta deuda no logremos pagarla en nuestra vejez. El hecho de no poder saldarla oportunamente traerá graves consecuencias. Así es como, por nuestro egoísmo y codicia, les endosaremos a nuestras generaciones futuras un planeta con un capital natural casi agotado o enfermo y comprometiendo aún más la propia supervivencia de la mayoría de la humanidad.
No queda mucho tiempo. Necesitamos un nuevo modelo económico que persiga reducir drásticamente las emisiones de CO2 y minimizar el agotamiento de los recursos y la acumulación de residuos sobre los ecosistemas. Necesitamos una actitud en la gestión de las actividades económicas que tenga en cuenta las leyes físicas de la termodinámica.
Además de la dimensión económica, necesitamos incorporar la ambiental y social en la gestión de los sistemas de producción de bienes y servicios. Necesitamos crear un modelo económico en armonía con la naturaleza y las necesidades sociales que sea eficiente económicamente e introducir cambios en la cultura consumista de usar y tirar . Hemos de despertar cuanto antes del sueño de la pródiga economía de la abundancia y pasar a una economía circular donde todos los procesos se retroalimenten, de manera que la entropía se mantenga siempre en bajos niveles.