La unidad de España

En estos últimos años y particularmente en estos últimos meses, escuchamos gritos –y bramidos– sobre la unidad de España. Los riesgos para la unidad de España, los peligros para la unidad de España, los enemigos de la unidad de España, las manifestaciones por la unidad de España… Muy bien. Todo este griterío va dedicado a la preservación de la unidad de la España de hoy y de mañana, pero lo que no se escuchan son reclamaciones, exigencias, acciones… para la reunificación de la España de ayer multidescabezada. Veamos. La España –de hecho Castilla– de principios del siglo XVII incluía Portugal, independiente desde la guerra –aquí llamada de ‘els Segadors’ (1640)– que para ellos representó la independencia. En el balance de este mismo conflicto, debemos apuntar, para España, además, la pérdida de la Cataluña Norte. Y digo “España” para avanzar: eran Castilla y Aragón, a la espera de una España –la que tenemos hoy– que no llegó hasta después de 1714. No sabemos de nadie que se proponga, y proponga, recuperar Portugal, el Rosellón y compañía. Volvamos a España que hasta principios del siglo XVIII incluía Gibraltar, desde entonces británica; la última vez que, durante el franquismo, se reclamó el Gibraltar español sería la última, porque a estos reclamadores, durante esta última restauración borbónica, no los hemos visto en parte alguna. Hasta el siglo XIX, España era también buena parte de América Latina. Fue durante el ochocientos cuando un rosario de países fue ganando la independencia de esta España ya mutilada. Ah –alguien puede decir–, esto eran colonias y es “lógico” que se fueran independizando; bueno –responderíamos–, si era tan lógico, ¿por qué hubo guerras, la última en Cuba? En esta última cesta, podemos poner también Filipinas, muy españolas desde el siglo XVI. Y Guinea, más o menos española desde el siglo XVIII, que es independiente desde 1969, y el Sáhara, que, después de un siglo de españolidad, es abandonado por España de forma vergonzosa hace cuatro días. El actual griterío unitarista español aparentemente adopta una pose ofendida, indignada, furibunda, porque –vienen a decir– alguien quiere poner fin a una entidad, España, que se ha mantenido inmutable, monolítica, etc., a lo largo de los siglos. Y no es verdad.

EL PUNT-AVUI